Las caras de la grada eran un poema. No por esperado, era menos doloroso. Un desastre masticado que daba ese último sabor rancio antes de la nada, una temporada que ha consumido al deportivismo. Algún aficionado incluso había enfilado los vomitorio para no perder tiempo en la salida. "Para lo que hay que ver...", pensaban. Y en ese momento, llegó el milagro, el chute de adrenalina, esa sensación olvidada. Un balón largo al que un torpe Nahuel no le perdió la fe. Porfió y porfió en la carrera hasta intentar colocarse entre la pelota y el defensor. Al suelo, penalti. Dudoso, pero pena máxima al fin al acabo. Con Quique en el banquillo, hubo colección de fantasmas apareciendo por la grada, por la mente de todo hincha blanquiazul. Pero Carlos fue fuerte, no dudó, no falló. 1-0. Estallido, abrazos, hasta lloros. De un Riazor casi mortecino a entonar el ¡sí, se puede! El corazón daba un vuelco, la vida de este Dépor también. El equipo coruñés lo había merecido y perdonado en el primer acto. Luego fue el Mallorca el que se hinchó a fallar y a ver como Dani Giménez desviaba balones imposibles. El meta fue de nuevo el sustento de una victoria que limpia el aire en A Coruña y que da derecho a la afición a no rendirse. No depende de sí mismo, pero está en la pomada ¿Por qué no soñar?

El revolcón de Lugo no desvió de su camino a Martí. Solo la pincelada de Borja Valle por Nahuel en la apuesta inicial del balear, que se jugaba la vida y se medía a su pasado. Fede Cartabia, el eterno esperado, tenía una nueva oportunidad. En el resto nada cambiaba, aunque casualmente todo se transformó. En un primer acto sin pausa, en el que realmente parecía que se enfrentaban dos equipos que peleaban por Primera, el equipo coruñés mereció más. Traspasaba líneas con balón con Pablo Marí como opción preminente y en ataque había movilidad, presión, soltura. El conjunto balear, una máquina de precisión en defensa, no lo pasó nada bien. Se multiplicó en las coberturas, pero no evitó que Eneko Bóveda, Borja Valle, Quique y Carlos amenazasen en jugada y a balón parado a un Manolo Reina que fue con diferencia el más destacado. Le sentó especialmente bien a los blanquiazules la entrada del berciano en el once, se entendió de maravilla con Saúl. Carlos Fernández dejaba algunas de sus pinceladas, Eneko Bóveda va cada día a más, hasta Fede Cartabia parecía reactivado. Edu Expósito, por fin, tenía compañía. Los mejores minutos en meses del equipo coruñés, quizás demasiado tarde.

Esas buenas prestaciones no anularon del todo a un Mallorca siempre amenazante. Un equipo muy redondo, automatizado, pleno de confianza en lo que hace. La velocidad de Estupiñán y Lago Junior fue siempre un problema para el tandem Eneko-Fede Cartabia. Budimir daba a cada jugada una opción más. Por algo, el conjunto balear está donde está, aunque fuera de casa baja sus prestaciones. Sus cualidades, además, son como la kryptonita para el entramado defensivo de los coruñeses. En más de una ocasión tuvieron que defender a campo abierto, correr hacia atrás, replegar. Expuestos. No fue un tramo de partido cómodo para los locales, a pesar de que en ataque habían asumido el mando y la responsabilidad. Prueba de exigencia superada, pero sin el premio del gol, justo cuando ya no había red de seguridad para las aspiraciones por el play off, por el ascenso.

Por desgracia para el Dépor, el segundo acto no se pareció en nada. Le duró el fuelle el primer cuarto de hora. En ese tramo se volcó, tuvo oportunidades, no muchas, aunque las suficientes como para sacar algo de rédito en el marcador. El Mallorca empezaba a asomar la cabeza, a crecer. El equipo coruñés sacaba la lengua fuera, se convertía en un conjunto aún más largo sobre el terreno de juego, la mente de sus mejores hombres comenzaba a nublarse. La cuesta abajo comenzaba y su único sostén se llamaba Dani Giménez. Sacó mil y una manos a todos los atacantes bermellones. Hizo la guardia de cada semana, convirtiendo lo extraordinario en ordinario. Si llega el milagro a final de temporada, será él sin duda el gran culpable de haber rescatado al Dépor del agujero negro antes de la reacción.

A cada sustitución todo le iba mejor a los visitantes con mayor vigor físico. Martí arriesgaba con modificaciones ofensivas, pero a su equipo le costaba llegar al área. Tras un último arreón con un par de saques de esquinas, llegó el milagro con el penalti de Carlos Fernández. En dos semanas habrá la primera fumata blanca en esta Segunda y el deporttivismo no es tonto, es consciente de las dificultades de la empresa y de las deficiencias de su equipo, pero está ahi y se merecía una alegría así, permitirse creer. Bastante ha aguantado, bastante les queda por sufrir. A soñar.

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El Dépor le gana al Mallorca 1-0 en el descuento