Cuando todo depende del golpeo a balón parado de un futbolista, en este caso Aketxe, o simplemente del impulso que genera ir con el marcador en contra en casa y con el rival en inferioridad, difícil hacerse con los tres puntos. El partido de ayer, con todas las ocasiones que tuvo el Deportivo en la segunda mitad, estaba encaminado a un empate sin goles a menos que el zurdo vizcaíno acertase en uno de sus lanzamientos. A punto estuvo de hacerlo en la primera mitad, pero el larguero devolvió el balón. No hubo mucho más hasta que llegó el penalti decisivo que le dio el triunfo al Albacete.

El equipo coruñés volvió a estar roto, con una gran separación entre líneas, que favoreció a los manchegos, mucho mejor colocados sobre el verde. El bagaje ofensivo de los blanquiazules se limitó a los lanzamientos del vizcaíno, que no se lo piensa cuando de disparar a portería se trata. No hubo más en los primeros 45 minutos. Tampoco el Albacete inquietó a Dani Giménez. Fue un partido en el que ambos porteros fueron casi meros espectadores. Y menos mal, en parte, porque la ocasión más clara, clarísima, la tuvieron los visitantes al borde del intermedio con un disparo de Ojeda, solo ante el meta blanquiazul, que se le fue excesivamente alto.

Fue la única muestra ofensiva de ambos equipos en medio partido. Eso sí, surgió de la nada, de un lanzamiento largo de Nadal, portero visitante, con la prolongación de Zozulia. Suficiente para dejar a un compañero solo ante Dani. El Deportivo ni eso fue capaz de generar. Solo tras el descanso, y sobre todo con el marcador en contra, tuvieron los blanquiazules sus ocasiones. Mollejo marcó, pero había cometido falta sobre Nadal, después de cabecear al larguero. También Beto da Silva envió al travesaño casi al final. Y Jovanovic no controló bien un envío de Álex. Tampoco resolvió bien Christian, que cabeceó de espaldas por encima de la portería. Impulsos que resultaron insuficientes. La solución solo podía estar en la zurda de Aketxe, pero ninguno de sus disparos posteriores generó lo que la grada aguardaba. Nadal lo evitó. Y ningún compañero hizo algo para que el equipo no dependiese en exclusiva del vizcaíno. Con una zurda y los impulsos no basta.