En Salamanca escocía, ahora quema. Al Deportivo le duele sobremanera la herida abierta hace una semana ante Unionistas, que un gol de Ledo en el descuento y su falta de puntería e incapacidad para cerrar el partido ensanchan aún más. La noche de viernes apuntaba a algarabía y acaba en pesadilla para los blanquiazules. El equipo coruñés aceptó el pulso de la SD Logroñés y fue mejor, pero no la terminó de rematar y le consumieron las dudas en los últimos minutos hasta acabar claudicando de la manera más dolorosa (1-1). No supo más que resistir en su área, se olvidó de adueñarse la pelota y defender con ella, y cuando ya saboreaba el triunfo, se lo quitaron de los fuciños. El equipo se desvaneció en los últimos minutos sin apoyo desde el banquillo con las sustituciones y sin la personalidad suficiente dentro para dar un paso al frente. Riazor le aguantó hasta donde pudo y le volvió a echar una mano tras el sopapo y el pitido final. Buena falta le hace y le hará su grada a este equipo.

No iba a estar al 100% de su capacidad, pero, precisamente, Riazor era el mejor argumento del Dépor para sobrellevar la resaca de la primera derrota. Era un duelo ante un equipo meritorio y ante sí mismo. Borja Jiménez le había dado vueltas en la semana previa a esa segunda parte en el Reina Sofía y a esa sensación de impotencia que mostró el equipo al atacar a Unionistas. También había visto más de un aspecto rescatable en el vídeo de ese choque y por eso Mario Soriano seguía en el once. Todo hacía presagiar que iban a volver a la formación inicial William de Camargo y su desequilibrio, el técnico mantenía el madrileño. Aceptaba, de esta manera, el duelo por la pelota que le planteaba su rival.

Deportivo-SD Logroñés, ficha

Y es que la SD Logroñés demostró desde los primeros compases que no venía a ser sujeto pasivo en este encuentro, a esperar a que le pasasen la guillotina. Quería el esférico, sacarlo desde atrás, jugar con ritmo y presionar en condiciones. Su posicionamiento era más que notable. Enfrente tuvo a un Dépor superior, primero en pegada y luego en juego durante casi todo el encuentro. Era capaz de atosigarle, de arrebatarle la batuta y de inclinar el campo. Todo mientras terminaban de entrar espectadores a un Riazor con mucha temperatura, a pesar de haberse convertido, por un tecnicismo, en el rezagado de la nueva normalidad futbolística.

Con el planteamiento de volver a plagar el equipo de pivotes y dominar por dentro, cobraban más protagonismo aún Héctor y Víctor, una de las novedades. Una de sus arrancadas llevó el primer uy a la grada. El Dépor empezaba a parecer esa apisonadora que sabes que en algún momento te acabará aplastando. Y el 1-0, precisamente, llegó por la izquierda con uno de esos laterales-extremos que desea tener Borja. Entre Soriano y, sobre todo, Héctor cocinaron una jugada que remató con maestría Miku. Un segundo por delante y embocando con cualquier superficie, inauguraba el venezolano el marcador. Minuto 18. El Dépor se volvía a adelantar, así es todo más fácil.

Lapeña intenta rematar una pelota en el área de la SD Logroñés con la oposición de toda la defensa riojana. | // CARLOS PARDELLAS Carlos MIranda

Arrebatador

El Dépor fue un ciclón en los siguientes minutos, a pesar de que su contrincante no rehuía el choque ni renunciaba a sus señas de identidad. Calderón pudo hacer el 1-1 tras un slalom antes de que apareciese de nuevo Quiles. El andaluz, siempre él, fue la punta de lanza de las acometidas blanquiazules en ese tramo final. Mandó dos balones a los palos que olían a 2-0. No pudo ser tampoco esta vez. El Dépor era punzante, presionaba bien y se subía a lomos del estadio de Riazor, de su gente, pero de momento y al descanso, se iba ganando por la mínima. Habría aún que pelearlo.

El paso por vestuarios le terminó de quitar el tapón. El Dépor fue un vendaval en el inicio de la segunda parte comandado por Quiles. Cada ataque y pérdida visitante era penalizada por una contra fulgurante casi siempre capitaneada por Elitim y el andaluz. El equipo coruñés transitaba como pocas veces en los últimos tiempos. Hubo en ese segundo acto media docena de ocasiones en las que al equipo coruñés solo le quedó apuntillar a su rival. No lo hizo y...

Miku celebra con Villares el tanto logrado en la primera parte. | // CARLOS PARDELLAS Carlos MIranda

Primero le entraron las dudas y en el último segundo del envite se consumó la desgracia. El conjunto riojano, más valiente que fino, no dejó de intentarlo, a pesar de que era mayor su sensación de peligro que su daño real. La entrada de Ander El Haddadi le sentó bien, le dio verticalidad, opciones en ataque. Justo al pisar el terreno de juego, Mackay tuvo que salir a sus pies y, minutos más tarde, dispuso de otra oportunidad en el área.

Las dudas le superan

Para ese momento el Dépor, aunque lo intentaba, no era capaz de tener el control del partido. Fue un último cuarto de hora de terror. Estaba en el duelo, pero cogido a la cornisa con las yemas de los dedos. Los cambios de Borja poco le ayudaron. Desde el minuto 70 dejó de asomarse con peligro al área de Jero. Le faltaba contundencia, fallaba pases. Resistía desde las tripas más que por suficiencia. Ya en el descuento, Doncel volvió a tener el 2-0 en una escapada. Otra vez cruz. Aún sudando parecía que le iba a llegar con Riazor rugiendo, empujando y despejando donde no llegaba su equipo. Ya en el minuto 92 el aviso visitante fue una jugada con múltiples rechaces en el área que no entró de milagro. Y cuando el partido expiraba, la estocada final, el empate de Ledo. 1-1. Llegaron las malas a Riazor, pronto y casi sin avisar. Ahora es cuando se descubre a los verdaderos equipos, los que crecen, los que perseveran y vuelven a encontrar el rumbo.