De tanto repetir lo dura que será la temporada y lo complicado que se presenta alcanzar el objetivo, el Deportivo se ido convirtiendo en un equipo pesimista. Es como si se pusiera en lo peor para no traspasar esa fina línea que separa la ambición de la soberbia. Siempre quiere ir con pies de plomo en su juego, seguro para no descarrilar. Eso en ocasiones le juega malas pasadas. Como ayer, en una jornada en la que tenía en bandeja la posibilidad de abrir brecha en la clasificación frente a un rival que acumulaba ocho semanas sin ganar.

En ocasiones el Deportivo necesita un mayor optimismo, adivinar que quizá con un ritmo mayor o un par de desmarques puede hacer daño a rivales que lo esperan. Quizá necesite más de la alegría que transmite William de Camargo y poner una marcha más aunque eso suponga madurar menos las jugadas. Por el momento prefiere no hacerlo, pero es bastante probable que en Riazor se le presenten más encuentros como el de ayer contra el Bilbao Athletic.

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El Dépor empata en Riazor con el Bilbao Athletic Carlos Pardellas

Ya ocurrió en la visita del Zamora, que también minimizó el ritmo pausado, en ocasiones plomizo, que impone el Deportivo. Es un juego aseado y pulcro, sin los renglones torcidos que le aportan jugadores como William o Noel, capaces de explorar vías diferentes a las que suele emplear el conjunto de Borja Jiménez.

El canterano ayer tuvo poca participación, pero sí encontró más caminos el brasileño a través de su desequilibrio. En una de las ocasiones en las que dribló para llegar al área fue derribado de manera indisimulada por un rival y el árbitro se desentendió. Ya lo había hecho en la primera parte cuando a Álex Bergantiños lo empujaron en el área. Quizá no se creyó la torpeza del defensa del Bilbao Athletic, pero dejó sin castigar dos acciones que al final serían decisivas en una tarde gris del Deportivo.