La Opinión de A Coruña

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El Dépor sobrevive a sí mismo y al colista

El Deportivo conserva de manera agónica una victoria ante el Talavera a pesar de que consiguió una ventaja de dos goles - El equipo exhibe muchos nervios en el tramo final y paga sus errores defensivos

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El Dépor se impone en Riazor al colista Talavera (3-2) Carlos Pardellas

El Deportivo parece peleado consigo mismo. Ayer sobrevivió a sus propios males y al colista en un partido que dominaba con dos goles de ventaja a falta de media hora y en el que acabó sufriendo para amarrar una victoria que no sirve para despejar demasiadas dudas. Mejoró por momentos, pero acabó sometido por un Talavera valiente al que solo le faltó puntería para amargar a un Riazor de morros.

Tenía mucho por resolver el Deportivo después de un comienzo de temporada plagado de dudas y lo que menos se podía permitir era dejar una mala imagen ante el colista en Riazor. Estaba obligado a mejorar la versión que mostró en los anteriores cuatro partidos, pero para eso necesitaba hacer algo diferente. Borja Jiménez prescindió del doble pivote y regresó al esquema que más utilizó el curso pasado. Buscó reforzar el centro del campo con Isi Gómez —que se caería de la alineación por un problema en el calentamiento— y le dio vuelo a las bandas con jugadores de recorrido.

Al equipo le cambió la cara y convenció desde el principio a partir del intervencionismo de Borja Jiménez, reclamado con insistencia en este irregular arranque de curso. Víctor Narro, reconvertido para la ocasión en carrilero, y Trilli aportaron la profundidad que echó en falta el equipo, mermado por una circulación de la pelota muy lenta y la escasa movilidad que habían exhibido los jugadores en los anteriores compromisos.

Tardó poco el Deportivo en confirmar las buenas sensaciones del inicio y lograría adelantarse cuando apenas habían transcurrido seis minutos. Narro ganó la línea de fondo en el costado izquierdo y conectó un centro que recogió Trilli en la banda contraria. Por ahí apareció Villares para conectar un disparo ajustado al palo que permitió adelantarse a los blanquiazules. La jugada fue una declaración de intenciones: con los dos laterales situados en el área rival y el centrocampista con mayor recorrido de los tres que había ayer sobre el campo muy cerca de la portería.

Más ambicioso, el Dépor acorraló a un Talavera muy débil, incorporado a toda prisa a la categoría después de la expulsión del DUX Internacional de Madrid. Al equipo manchego, sin embargo, no le falta mucho para ser competitivo, como demostró ante rivales fuertes como Linares y Fuenlabrada, y pudo aprovechar alguno de los desajustes que todavía evidencia el conjunto blanquiazul.

Los repliegues siguen representando un calvario para el Deportivo y el Talavera amenazó en un par de ocasiones antes de que el equipo de Borja Jiménez retomara el control del juego. Esas acciones mal defendidas, sin embargo, anticiparían los problemas que atravesarían los coruñeses en el encuentro.

Quiles estaría a punto de anotar el segundo tras un gran pase en profundidad de Villares y Trilli estrellaría un remate en el palo antes de que Rubén Díez ampliara la ventaja para los deportivistas. Un centro suyo lo peinó un defensa del Talavera y el balón se colaría sin oposición en la portería de Rabanillo.

Todo apuntaba a un partido plácido para el Dépor, que sin embargo empezó a coquetear con su tradicional malditismo poco antes del descanso. Etxaburu conectó un disparo desde la frontal ante las dos líneas defensivas de los blanquiazules y Mackay no acertó con el despeje. Escudero, de nuevo ante la pasividad de los jugadores deportivistas, recortaría distancias a bocajarro.

Pudo resultar incluso injusto porque hasta entonces había sido el Deportivo el que había llevado el peso del partido y el Talavera apenas había encontrado opciones, pero el tanto también dejó constancia de la extrema fragilidad blanquiazul ante determinados contextos. El equipo ya no presiona tras pérdida con la efectividad que lo solía hacer y eso le obliga a defender en situaciones en las que no se encuentra cómodo. No quedaba mucho tiempo más antes del descanso para comprobar de qué manera reaccionaría el Dépor, que le puso en bandeja una oportunidad a los visitantes.

Recuperaría la tranquilidad con un gol de Bergantiños a los diez minutos de la segunda parte. Villares encontró en profundidad a Trilli, que colocó una asistencia para el capitán en el área. Su disparo golpeó en el palo y terminaría entrando en la portería tras una carambola en la que el balón rebotaría en la espalda del portero. El equipo blanquiazul pudo regalarse una segunda mitad tranquila a partir de ese tanto, pero se encontraría con otra acción aislada que puso todo patas arriba.

Escudero se aprovechó de una pifia de Pablo Martínez en un despeje para recortar distancias una vez más. A partir de ahí el Deportivo sería un completo manojo de nervios. No está claro de dónde emana la falta de carácter que muestra el equipo en este tipo de situaciones, pero siempre suele responder mal cuando los acontecimientos se desvían de lo que tenía previamente planeado o encaminado.

Puede que vaya en la elección de los jugadores o que no exista demasiada iniciativa individual más allá de los planteamientos. También de la influencia que pueda tener el entrenador de turno y el espacio que conceda a los jugadores al margen de sus esquemas. Ahí es cuando se requiere rebeldía y no parece haber demasiada en la plantilla actual.

Sufrió de lo lindo el Deportivo a partir de ese segundo gol y se salvó casi de milagro. Principalmente porque Escudero no cazó un remate a portería vacía y porque Antoñito se cruzó en otra ocasión clara.

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