0-0 | El Dépor, más práctico y más de lo mismo

Cano se entregó al fútbol directo y su equipo volvió a ofrecer una versión muy pobre, lejos de lo que precisa quien quiere ser campeón | Solo tres cambios, uno obligado, tras cubrir las 24 fichas y hacer cinco fichajes en invierno | Los deportivistas reclamaron dos penaltis

Sanse - Deportivo

Sanse - Deportivo / LOF

Carlos Miranda

Carlos Miranda

No terminaba de valer el Dépor purista, a ojos de Óscar Cano. Pues el Dépor más práctico, ese que empezó a alumbrar en Matapiñoneras, es de momento más de lo mismo. Al técnico le cuesta (o directamente ni lo intenta) ir de las palabras a los hechos y a su equipo también en los partidos de fuera de casa. Una versión más directa en su juego acabó por mostrar sobre el césped a un Dépor idéntico al que se ve cada quince días, pobre, muy pobre. Un punto y gracias y mucha frustración focalizada en el árbitro. El ascenso directo exige dar un paso al frente y al grupo, que vio como su técnico solo hacía tres cambios, o no le da o duda y titubea hasta el infinito. A remolque, haciendo la goma y de momento sin el cuajo suficiente, el Dépor vuelve a ver un poco más lejos el ascenso, su único y gran objetivo de la temporada.

Cano, siempre poco intervencionista, metió mano a su once de esta mañana ante el Sanse. Muchas veces avisaba durante la semana y esas probaturas eran ensayos más a medio que a corto plazo. Esta vez iba en serio. Svensson al césped por Saverio. De momento, la apuesta por el italiano ecuatoriano se da un semana de descanso. No se quedaron ahí los cambios. Mario Soriano entraba en la media e Isi Gómez tomaba el relevo de un Diego Villares siempre útil en duelos así para apretar en la presión, para pelear cada centímetro en las segundas jugadas. Era el momento, en cambio y según las preferencias del técnico, del fútbol afilado del ex del Badajoz.  

Avanzaba, de esta manera, Cano en esta metamorfosis o, al menos, en esa idea que tiene de ir añadiendo registros a su equipo. Del Dépor purista al práctico con los matices que siempre suma un campo como Matapiñoneras. El cuerpo técnico se rindió ante lo que se iba a encontrar y no quiso imponer el fútbol más habitual del Dépor. La pelota casi nunca pasaba por el lateral, se prodigaban los centrales en envíos largos para que los pelearán Lucas y, sobre todo, Svensson. Ese era el plan, no iba mal encaminado en la primera parte.

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Así el hispanosueco generó infinidad de dudas entre los centrales en cada envío, en cada bote. Con la carga por norma, muy al estilo Andone, fue generando y dando quebraderos de cabeza a la zaga local. Era sensación de peligro más que peligro de verdad, pero al menos el equipo coruñés se libraba, por momentos, de la incomodidad de un duelo pegajoso, de los de ir al dentista, como diría Caparrós. La ocasión más clara en ese tramo (y en la primera parte) llegó tras un saque de esquina que parecía tener Quiles para rematar a placer. Apareció un defensa para interponerse tras su disparo y para desgracia de los blanquiazules.

El Sanse no engañaba a nadie. Sufría, estaba más preocupado de guarecerse que de ir a por el gol y quería ir ganando metros y fabricándose oportunidades a cuentagotas, preferentemente a balón parado. El Dépor, como siempre, temblaba cada vez que le colgaban una pelota. Recorría una gota de sudor frío la espalda de cada deportivista cada vez que Borja lanzaba una falta lateral o un saque de esquina a las inmediaciones de Mackay. Una al palo, un remate solo en fuera de juego. Un temblor continuo, aunque no tanto como esa vez que se resbaló el meta de O Ventorrillo y casi marca un defensa madrileño a puerta vacía. Media hora de juego y ninguna tranquilidad.

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El Dépor apretó en el último tramo de ese primer acto. Le caían muchos balones a Quiles que abusaba de la conducción. Aun así, era el mayor generador del contado peligro que llevaban los coruñeses. Acababa la de esta manera primera parte, poco había pasado y mucho quedaba por delante.

A Óscar Cano le pareció que todo iba sobre lo previsto, que solo era necesario madurar el duelo, que la calidad iba a acabar decidiendo en una jugada aislada y por eso no movió nada al descanso. Tampoco lo hizo prácticamente en toda la segunda parte. Además del obligado de Lapeña por Jaime, solo entraron Villares por Isi Gómez y Arturo por un Svensson que llevaba entonces, minuto 75, media hora con la lengua fuera. Yeremay ni tuvo los dos minutos de la semana pasada. No fuese a ser... Tampoco Kuki Zalazar. El inmovilismo.

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Poco o nada se puede rescatar de lo que hizo el Dépor en ese segundo acto. El Sanse veía brillar tanto ese punto que ni iba a por la victoria. Pero casi gana sin querer. Un disparo de Pedro Benito tras una cesión de un gris y temoroso Lebedenko, una contra que remató fuera un ariete local, un despeje de Antoñito cuando olía a gol... El recuento es sencillo de hacer y solo suma en un bando.

El Dépor se fue diluyendo. Ni jugaba ni sacaba beneficio del fútbol directo. Hubo un momento que su único recurso parecían ser los balones diagonales de Pablo Martínez a un Svensson agotado. Indigno de un equipo de su ascendencia en la categoría. Lucas estaba desesperado entre la incomodidad del duelo, la falta de fútbol y un linier y un árbitro con querencia casera. El Dépor acabó, en parte, focalizando su frustración en un colegiado que estaba decidido a no pitar nada en el área y todo en cada balón en profundidad. Así fue reclamada una falta a Soriano y otra a Antoñito en el área y alguna escaramuza más.

Ni Arturo tuvo tiempo de dejar su impronta en el partido. Solo un par de lances. Así es Óscar Cano, así son sus decisiones. Mientras él no se mueve y el Dépor tampoco, el ascenso directo vuelve a estar esta semana a un cuerpo más de distancia. Hasta que espabile y suba el nivel o hasta que le saquen de rueda.