Solo el 8% de los concellos costeros tiene un plan oficial para actuar ante vertidos

Este protocolo de nivel local permite una respuesta más ágil y coordinada en caso de que se produzca un episodio de contaminación medioambiental en las playas como el de los pélets

Pélets en O Portiño en enero pasado.

Pélets en O Portiño en enero pasado. / CARLOS PARDELLAS

Patricia Casteleiro

Galicia tiene unos 1.500 kilómetros de costa, pero resulta que solo el 8% de los concellos del litoral están adaptados al Plan Territorial de Contingencias por Contaminación Marina Accidental de Galicia (Camgal), el protocolo que salvaguarda las costas en caso de vertidos. En diciembre del pasado año comenzaron a divisarse sacos llenos de pequeñas bolas blancas en algunas playas gallegas, sobre todo en las rías de Muros y Noia. Procedían del Toconao, un carguero que perdió seis contenedores en su travesía frente a las costas de Portugal. Apenas unas semanas después, ya se hablaba de los pélets, ¿un desastre medioambiental? Hubo quien denominó este problema como un nuevo Prestige y, con unas elecciones a la vista, saltó la controversia política.

Contaminantes o no, los vecinos recogieron igual los residuos de sus playas; al fin y al cabo era plástico en la naturaleza. Cientos de voluntarios se lanzaron a limpiar antes de que quedase claro quién y cómo debía intervenir.

Lo cierto es que en Galicia existe un plan territorial para hacer frente a cualquier tipo de vertido o similares que afecte a la costa: es el mencionado Camgal y desde la Xunta advierten de que los 81 concellos costeros deberían tener este protocolo homologado para actuar con celeridad en caso de que un agente externo contamine el litoral.

Pero a día de hoy solo siete cumplen este requisito: A Coruña, Malpica, Corcubión, Ponteceso, Muxía, Boiro y Cangas. No obstante, otros 18 están en vías de desarrollo.

Miren Garbiñe, jefa de la unidad de documentación y apoyo científico del Instituto Tecnolóxico de Control para o Medio Mariño (Intecmar), explica que el Camgal se encarga de organizar la respuesta en mar y tierra. Tiene carácter autonómico, pero se pretende que cada concello presente un protocolo bajo su ala para una actuación efectiva en caso de que el problema afectase a más de un arenal.

Cuando aparece un posible factor contaminante, existen tres niveles de actuación, dependiendo de su gravedad y de los medios disponibles para hacerle frente. En primer lugar, están los protocolos locales, que son aquellos que se activan cuando aparece un vertido accidental y se le puede dar solución con los medios del concello. La Xunta pretende que estos estén adaptados al Camgal por si la situación se descontrola y afecta a localidades colindantes. En caso de una intervención a nivel autonómico (nivel intermedio) sería óptimo que la administración tuviese a su disposición los detalles de los lugares a los que está tratando de ayudar. Al no tener plan Camgal, es más complicado actuar con celeridad. “Nosotros insistimos en que los concellos lo tengan para los casos en los que se les vaya de las manos. Es fundamental que identifiquen cuáles son sus principales riesgos, cuál es su mecanismo de respuesta, qué medios tienen y que haya un buen protocolo”, indica la técnica.

En el mar, el Estado

Cuando un vertido afecta al mar y no sólo a la orilla, el problema adquiere carácter estatal. Sin embargo, Galicia tiene la peculiaridad de tener un servicio de guardacostas propio, por lo que también se puede dar respuesta a lo que ocurre en el mar sin que intervenga el Estado.

Entonces, ¿qué pasó con los pélets? Garbiñe apunta que la responsabilidad en el mar (había sacos en el agua) siempre es competencia estatal: “En este caso el problema se originó en el mar, por lo que dependía de un plan nacional. Pero, como el Camgal tiene recursos marítimos, los utilizó”, explica.

“Con los pélets pasó algo que ocurre en ocasiones, que es que no salta el protocolo nacional pero sí ofrece medios. Hubo un conflicto porque para que Galicia pueda pedir medios estatales, el Camgal tenía que subir a nivel de emergencia 2”, señala. Esto ocurrió y los medios llegaron a Galicia, aunque no en el tiempo que solicitaban algunos partidos, concellos o voluntarios. “Posiblemente y pese a que el vertido afectó a varias comunidades, nunca se activó el plan nacional porque la magnitud del problema no fue tan grande”, afirma Garbiñe.

Que se active el plan Camgal no es una rareza que ocurre ante grandes crisis medioambientales, sino que se hace “muy frecuentemente”. Al menos todos los meses.

Garbiñe recuerda que la semana pasada el puerto de A Coruña activó su plan por un posible vertido, “y como nosotros pensamos que podría haber problemas, también nos pusimos alerta por si había que mandar medios a la zona”, explica. “Siempre que hay un vertido y quizá hay que desplazar efectivos, nos preparamos. Aunque a veces se resuelve con recursos locales, yo animo a que se active fácilmente”, añade.

Catástrofes que pusieron en riesgo el litoral gallego

Aunque en el imaginario de los gallegos el desastre del Prestige, ocurrido en noviembre de 2002, es la mayor catástrofe medioambiental que se recuerda en la comunidad, hubo muchos más episodios que amenazaron la biodiversidad y el paisaje del litoral. La rotura del superpetrolero Urquiola, que vertió 100.000 litros de crudo sobre las rías de Betanzos, Ferrol y Ares en 1972; el buque Casón que provocó una nube tóxica sobre el cielo de Fisterra en 1987; los restos de Prima, una gabarra que acabó convertida en chatarra en la playa de Reira; o el encallamiento e incendio del Mar Egeo en diciembre de 1992 frente a la Torre de Hércules fueron solo algunos de los buques que dejaron huella. Los episodios que pusieron Galicia en riesgo no siempre coparon los titulares, los hay menos conocidos pero igual de peligrosos. Miren Garbiñe recuerda un desastre importante ocurrido en 2011: “Hubo un vertido de queroseno en la ría de O Burgo provocado por el sabotaje de un camión en la AP-9”. Un hombre manipuló la válvula de salida de carburante del tráiler y 37.000 litros de este químico bajaron por la ladera y acabaron en la ría. El queroseno no se ve, es tóxico, muy volátil y flota. “Fue uno de los desastres importantes que ocurrieron en los últimos tiempos”, recuerda Garbiñe. Otro caso ocurrió en la ría de Arousa, donde los vertidos son frecuentes en As Patiñas. “Se tardó en conocer cuál fue el origen porque salía y no sabíamos de dónde. Era de una empresa. Los vertidos se habían colado por los alcantarillados”, indica. “Tuvimos suerte de que no afectó a los polígonos de bateas por las mareas”, celebra.

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