Las medidas restrictivas por la enfermedad por coronavirus obligaron a Parrillada Barral, un negocio que llevaba abierto desde 1980, a cerrar sus puertas al público, como le ha pasado a la mayor parte de los negocios hosteleros del país, y aplicar un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), pero eso no ha apagado la llama de la solidaridad en su cocina.

El restaurante está cerrado, pero Javier Barral sigue cuidando a algunos de sus clientes más fieles, esos héroes que estos días recorren las carreteras para asegurar a la población el suministro de alimentos y otros productos de primera necesidad.

El parking de este negocio de Coirós, próximo a la autovía del noroeste (A Coruña-Madrid), sigue recibiendo a algunos de esos camioneros que en sus rutas apenas encuentran sitios donde conseguir un plato caliente.

Es entonces cuando Javier Barral sale de su casa, al lado del restaurante, para ofrecerles gratuitamente el menú del día. "Son clientes de toda la vida, nos conocen de siempre, vienen por la noche y les doy lo que tengo. Nosotros cocinamos para casa y, como no sé hacerlo en pequeñas cantidades, siempre sobra y se lo ofrezco. Hoy, por ejemplo, macarrones a la boloñesa y pollo en salsa", explica a Efe.

Parrillada Barral "tenía bastantes previsiones en el negocio, todo en cámaras de conservación y en perfecto estado".

En la cocina y en la explanada del restaurante se mueve con seguridad. "Siempre cocino con guantes y mascarilla, como si estuviésemos abiertos. Ya no por ellos (los camioneros) sino también por mis hijos. Fuera, también uso los guantes y la mascarilla y mantengo la distancia", apunta.

Cuando los camioneros llegan y aparcan, él se acerca a las cabinas de los camiones. "Les digo lo que tengo para comer. Así pueden tomar algo caliente porque, como me decía uno de ellos, si no les va a matar el bicho, lo hará el colesterol, con lo que están comiendo estos días por ahí", arguye. Aunque intentan pagarle, él no cobra. Cocina por solidaridad.