Los avances de Héctor Fernández, de seis años, en lectoescritura se vieron paralizados por el confinamiento. "En Anhida, donde va a logopedia, nos dieron la opción de realizar las sesiones por vía digital, para que no perdiera el ritmo, pero nada, era imposible", asegura su madre, Beatriz González. "Si ese día tenía clase, buscaba excusas para enfadarse y no darla. O a veces directamente bajaba la tapa del ordenador para parar la sesión o se escondía debajo de la mesa", asegura González, cuyo hijo está pendiente de un diagnóstico definitivo que confirme si tiene solo dislexia o algún trastorno asociado al TDH. "En casa, aunque lo intentamos, no es lo mismo y perdió el ritmo. Si estaba en el momento del empujoncito, sí que perdió un poco. Ahora, al volver a clases presenciales, sí que hay un poco de avance", explica la madre. Tiene ahora pendiente lograr que su hijo supere la "obsesión" por el hidrogel y la reticencia a salir.