La Orquesta Filarmónica de Viena es su favorita y Maxim Vengerov, su referente. Con solo 12 años, el violinista cambrés Matías Ferreira tiene ya claro que quiere dedicarse a la música y su vocación acaba de ser refrendada por la concesión de una mención de honor en el Concurso Internacional Leonid Kogan para Jóvenes Violinistas, en la categoría para menores de 13 años, único español reconocido en esta modalidad de los 43 concursantes. "Me sorprendió porque hasta que lo supe tenía intriga, y me gustó mucho saber que me daban el premio. Pero por otra parte no me resultó sorprendente porque durante el confinamiento estudié mucho", asegura el joven talento, hijo de un trompetista y una saxofonista.

"Quiero dedicarme a la música", afirma seguro Matías Ferreira. "Me gustaría ser solista, pero también me gustaría tocar en una orquesta", detalla, y responde que la de Filarmónica de Viena es su preferida. Aunque la opción de ser profesor de música, como sus padres, Jorge Manuel y Begoña, tampoco le disgusta.

Empezó a estudiar violín con cinco años con Yulia Petrushevskaya (violín primero de la Real Filharmonía de Galicia), profesora que mantiene en la actualidad y la única con la que estudia, con dos clases semanales en Santiago. "Lenguaje musical ya me enseñan mis padres en casa", explica. "Le inculcamos la música desde pequeño. Con tres o cuatro años ya estaba jugando. Le compramos un violín pequeñito. Aquí todos los días en nuestra boca está la música", asegura la madre, y explica que el hermano pequeño, Alexandre, de nueve años, estudia chelo. "En el confinamiento, a las ocho de la tarde salíamos a tocar para los vecinos", relata Begoña.

Matías asegura que, por el momento, continuará con sus estudios y se presentará a algún otro concurso, y deja para más adelante el adentrarse en el mundo profesional. Sus padres garantizan que ya tiene adquirida la disciplina que requiere la profesión. "Durante el confinamiento, estudiaba cuatro o cinco horas todos los días. Ahora en verano practica un poco menos y se divierte. El esfuerzo tiene su recompensa. Es un niño y hay que dejarle disfrutar. Aunque la música le gusta mucho y la disfruta, le requiere esfuerzo. Tiene que jugar con sus amigos, divertirse con las maquinitas y con el fútbol", considera su madre. El padre añade divertido que Matías es muy activo, "un todoterreno" que "tiene las rodillas destrozadas".