No faltaba nadie ayer en Meirás. Mientras que la historia se escribía intramuros, con esa cesión de llaves por parte de la jueza, Marta Canales, a su ya propietario, el Estado, personificado en su abogada general, la expectación tangible generada en los exteriores de la finca cristalizaba lo simbólico del momento: el pazo de Meirás cambiaba de manos tras 82 años, y fuera se arremolinaban los partícipes de la conquista: desde los representantes políticos responsables de judicializar el proceso de recuperación, hasta los actores sociales y civiles que no dejaron que el reclamo cayese en el olvido. “Es un día histórico”, repetían unos y otros.

El traspaso de la abogada del Estado a la subsecretaria de Hacienda. | // CARLOS PARDELLAS / CABALAR/EFE /

Una gran pancarta recibía a los visitantes en los muros anexos a la propiedad, al pie de la carretera de Meirás. Sobre ella, el lema Que nos devolvan o roubado. Tras ella, los llamados 19 de Meirás, el grupo de activistas del BNG que se encuentran, a día de hoy, pendientes de juicio en el Supremo tras una ocupación simbólica del inmueble en 2017. Allí estaba también Néstor Rego, diputado de la formación en el Congreso y uno de los 19 sobre los que pesa la denuncia de los Franco, que reclamó la “anulación del proceso judicial”, pues, a su juicio, al no ser la familia la legítima propietaria del inmueble, carece de “legitimidad” para denunciar al colectivo.

Colectivos de activistas. | // CARLOS PARDELLAS / CABALAR/EFE /

Todas las piezas que formaron parte del engranaje colectivo que hizo posible la conquista de ayer tuvieron su lugar en la ocasión. Estaba Manuel Monge, presidente de la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica de A Coruña en los años en los que la recuperación parecía, todavía, un anhelo lejano. Recibido por los presentes con cánticos de “Manolo Monge tenía razón”, el activista no fue capaz de ocultar la emoción de un momento irrepetible y, por qué no, también improbable.

Manuel Monge, ayer delante del pazo de Meirás. LOC

“Es emocionante poder recoger las llaves 16 años después de la constitución de la Comisión”, comentaba. Sobre la resignificación del inmueble, el otro gran debate que sobrevolaba ayer entre la euforia colectiva, un único punto indiscutible: “Debe ser un lugar accesible a la ciudadanía, especialmente para los vecinos de Sada. Lo fundamental es que esto sea un centro para la paz y la memoria”. La relevancia de los poderes locales en el proceso tuvo su representación a través de los dos alcaldes de Sada implicados, el actual, Benito Portela, de Sadamaioría, y el regidor entre 2007 y 2011, Abel López Soto, del BNG, cuyo Gobierno impulsó la declaración del inmueble como Bien de Interés Cultural.

El alcalde de Sada, entre las personas congregadas ante el Pazo de Meirás el día de su devolución al Estado.

Había ayer, entre los congregados, poco desacuerdo en cuanto a las demandas comunes. Si bien ni la familia Franco ni ninguno de sus representantes hizo acto de presencia, tampoco acudieron los grupos de nostálgicos de la dictadura. La excepción la puso un coche ataviado con dos banderines de España que se aseguró de hacerse notar entre los presentes, pero cuyo clamor quedó opacado por los pitidos de los vehículos que sí celebraban el momento.

Activistas, ayer, en el acceso al pazo de Meirás.

La lluvia persistente no disipó las ansias de los escépticos por presenciar un momento que muchos creyeron, no sin razón, imposible. Allí atendían a los medios dos de los actores imprescindibles de la pugna, los historiadores Manuel Pérez Lorenzo y Carlos Babío, autores del volumen Meirás: un pazo, un caudillo, un expolio, prueba documental fundamental en la causa. El primero, profesor en el instituto Isaac Díaz Pardo, aprovechaba los recreos y los descansos para acudir al lugar de los hechos, y el segundo, nieto de una de las personas a quienes se privó de su vivienda para incorporarla al perímetro actual de la propiedad, apostillaba, aquí y allá, el precedente que sentaba, en materia de justicia y reparación, la entrega de esas llaves. “Es la primera vez que rompemos con la impunidad. El pazo de Meirás es uno de los símbolos más importantes que mantenía el franquismo. No termina aquí el camino, queda mucha lucha, pero hoy damos un salto de gigante”. Un triunfo prudente, a la espera del resultado del recurso interpuesto por la familia a la sentencia que les obliga a devolverlo, y que llega, a ojos de Babío, “45 años tarde”, pero una victoria colectiva a pesar de todo: “Llegamos tarde, pero llegamos, que es lo importante: que este pazo nunca cayese en la desmemoria”.

Trofeos de caza de los nietos del dictador, en una pared del pazo. | // CARLOS PARDELLAS / CABALAR/EFE

Finalmente, sobre las 14.00 horas, el portón de la finca se abría, y más de medio centenar de periodistas traspasaban las lindes de la propiedad para asistir al traspaso definitivo de las llaves de Meirás, que ya engrosaba, desde ese mismo momento, las arcas del patrimonio del Estado, dejando un hueco difícil de remplazar en el sospechoso haber de la familia del dictador.