Los viveros ya no venden palmeras: “Ya no te las piden, solo cocoteros y palmitos”

Grandes fincas señoriales y catalogadas pierden sus viejos e icónicos ejemplares por culpa de la plaga del picudo rojo

Finca Rodilla en O Carballo, con sus dos palmeras secas. |   //VÍCTOR ECHAVE

Finca Rodilla en O Carballo, con sus dos palmeras secas. | //VÍCTOR ECHAVE / M. Villar

El avance de la plaga del picudo rojo es por ahora imparable. Municipios como Oleiros y también Cambre tienen decenas taladas o que siguen en pie sin cortar a pesar de que están muertas. Tampoco A Coruña es ajena a este problema: hace unos días el Concello envió excavadoras para arrancar hasta los tocones dos ejemplares en el cruce de la Ronda de Nelle con la avenida de Arteixo, infectados también después de que uno ya se hubiese secado hace tiempo. Las zonas verdes municipales y las grandes propiedades señoriales de toda la comarca coruñesa son las grandes afectadas por la voracidad de este pequeño escarabajo que se ha aclimatado de maravilla al clima gallego, cada vez más benévolo por el aumento general de las temperaturas debido al cambio climático.

La dificultad de detectar a tiempo la presencia del picudo y la movilidad de este insecto, que vuela hasta encontrar otras palmeras, junto con la realidad de reinfecciones en palmeras tratadas, incrementan los costes de los Concellos en tratamientos mientras cae en picado la venta de estas plantas.

Han bajado muchísimo en ventas desde hace unos cinco años o así, ya antes de la pandemia. Tenemos alguna pequeña, pero ya no te la piden, no la cogen. De donde las traemos, de Elche, tuvieron un tiempo con venta restringida además. Ahora la gente coge otras plantas alternativas como los palmitos, los cocoteros o las Washingtonias filíferas, porque el picudo por ahora no les afecta”, destacan desde Viveros Borrazás, en Ouces (Bergondo).

“Muy poca gente quiere ya palmeras, pero ya habían dejado de venderse antes de que estuviese todo con el picudo rojo. Las palmeras se compraban antes para fincas muy grandes y personas que podían costear su mantenimiento. Ahora la gente tiene terrenos más pequeños y no quieren pelearse con los tratamientos del picudo ni con el mantenimiento que les supone”, subrayan desde Viveros Brandariz en Sada. Ejemplares muy antiguos de fincas señoriales y catalogadas, como la Casa de las Chinchillas o la Finca Rodilla en O Carballo, en Oleiros, ya han perdido sus icónicas palmeras por el picudo rojo.

Oleiros: 5.000 palmeras y 200 municipales

Oleiros es uno de los municipios que tiene más palmeras, sobre todo de la variedad más habitual, la Phoenix canariensis, que es a la que primero ataca el picudo rojo porque es la que tiene la corteza más tierna. Según explica David Puñal, coordinador de parques y jardines, en este municipio existen “más de 5.000 ejemplares” de los que 194 son municipales.

El Ayuntamiento además se ha hecho cargo en los últimos años de hasta 49 ejemplares de propiedad privada, cedidos por sus propietarios porque “ya no pueden cuidarlos” debido al elevado coste de mantenimiento, sobre todo si es necesario, como ahora, realizar varios tratamientos al año para asegurar que no les afecte el picudo. Las concesionarias de parques y jardines de Oleiros se ocupan de estas grandes áreas mientras que de las más pequeñas se encarga el propio servicio municipal. En los dos casos se realizan, según David Puñal, “tres o cuatro tratamientos con fitosanitario autorizado al año” para garantizar la supervivencia de los ejemplares municipales.

El esfuerzo es aún más férreo en los conjuntos emblemáticos de Oleiros, como el grupo de 32 palmeras del parque José Martí, las cuarenta del frente de la playa de Santa Cristina o el conjunto del pazo de Arenaza. Técnicos municipales anotan las palmeras secas que ven por el municipio para después requerir su tala. Es indispensable para evitar la propagación. También han tomado otra medida: “No podamos en verano sino en invierno aunque no es lo mejor, así evitas la propagación del picudo”. Con estas medidas han logrado que por ahora de las casi 200 municipales, solo muriesen tres, una de ellas la del cuartel de la Guardia Civil y otra de Villa Echeverry.

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