El Gordo dejó tiempo para una cabezada
El de ayer fue un sorteo de los clásicos, tranquilo y con disfraces, y en el que muchos se echaron a dormir una vez logrado el acceso al Teatro Real, después de pasar horas e incluso días de colas
Mariola Riera / Agencias
Los espectadores del sorteo de la lotería de Navidad parece que ya sabían que el Gordo de este 2023 iba a ser remolón y el más tardío de la historia. Porque una vez que lograron acceder al Teatro Real de Madrid se acomodaron en la butaca y se pusieron a dormir. Tal cual. Muchos llevaban horas —hubo gente incluso que echó días en la cola para asegurarse un puesto en persona en el sorteo— a la puerta, así que una vez dentro, con el calor de la calefacción y la tranquilidad de haber logrado sitio, se relajaron y cayó una cabezada. Así las cosas, el patio de butacas daba más bien la imagen de un anuncio de colchones.
No había prisa, pues el Gordo no salió hasta las 13.16 horas. Así que a las ocho de la mañana, cuando abrieron las puertas, quedaban por delante muchas horas en las que los premios, como si estuviera preparado, salieron escalonados; primero los quintos, luego los cuartos, el tercero, el segundo y el primero. Parece que los bombos tenían el plan bien organizado.
El sorteo estuvo marcado en líneas generales por la tranquilidad, no hubo sustos como otros años de premiados in situ. Eso sí, pasada la una de la tarde y sin saber nada del Gordo hubo más de uno que comenzó a impacientarse: ¿y si la bolita no había llegado al bombo? Es que además hubo un pequeño susto antes de llegar el segundo premio, con la palanca atascada. Fueron necesarios cánticos al ritmo de “que salga el Gordo” para que Yessica y Francisco, entre lágrimas, cantasen el 88.008, un número bastante alto y como poco raro.
Entre el anecdotario, lo clásico: alguna bola rondado por el suelo —hay moqueta, para frenarlas cuanto antes— y aplausos al niño o niña de San Ildefonso que pasa por tan mal trago; y los disfraces que ponen siempre la nota de color. Allí estuvieron Don Quijote y Sancho, o un obispo que nunca falta, Juan Manuel López, quien suma 11 años en el sorteo. Juega siempre además el raro número de 0000 y para asegurarse la butaca se pone a la cola dos semanas antes. Más disfraces: de animales, de cestas de Navidad, de brilli brilli...
Entre el público estuvo también Perla, la mujer a la que el año pasado le tocó el Gordo en directo en el sorteo. Se ha comprado una “casita” y ayudado a la Iglesia. Y tiene colchón, para los estudios de sus hijos. Lo dicho, todo un clásico.
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