Los armadores se quejan. Y los marineros, también. Las administraciones pesqueras dicen trabajar para que el sector siga vivo. Y la Unión Europea se empeña en importar pescado para que se venda en países miembros que, como España, son además de pescadores, consumidores.

Pero la esencia está en que, además de la carencia de posibilidades de pesca en los caladeros nacionales, la Comisión Europea y el Consejo de Ministros de Pesca no hacen sino poner vetos al desarrollo pesquero que España y sus armadores proponen en aguas comunitarias.

A todo ello se suma que el relevo generacional no se produce y el sector pesquero se nutre de ciudadanos de terceros países, con lo que los jóvenes desechan cualquier posibilidad de empleo en la pesca porque resulta evidente que no pueden competir con los salarios que el sector propone a unos y otros. Dicho de otro modo: los locales se niegan a trabajar por los mismos salarios que se pagan a la mano de obra extranjera. ¿Quiere esto decir que se está explotando laboralmente al trabajador no nacional?

Si es así ¿qué futuro le queda a Galicia en este sector?

Datos: los afiliados al Régimen Especial del Mar en 2009 eran en Galicia 24.176; en 2017, 20.741 trabajadores, 3.435 menos. La bajada en el sector fue del 14% (del 22% en el caso de las mujeres) en solo ocho años. Y, según datos expuestos por los socialistas en el pleno del Parlamento gallego, más de la mitad de los jóvenes (hombres y mujeres) del sector no alcanzan el salario mínimo de 6.311 euros al año.

Más: Loli Toja, portavoz de Pesca del grupo socialista, cree que la Xunta no atiende debidamente esta situación cuyas causas radican en la falta de atención a la seguridad del trabajo en la mar, escasa rentabilidad de la actividad, cuotas insuficientes, mala gestión en el cierre de las pesquerías, incremento de costes, indebida ejecución de los fondos comunitarios, etc. Mar y el sector reclaman a Bruselas que facilite el acceso a los fondos estructurales de la pesca y que se eliminen los obstáculos burocráticos que afectan a las empresas pesqueras.

Ante este panorama, los jóvenes no ven en la pesca una salida válida a su situación laboral. Ergo: no hay relevo generacional y son trabajadores extranjeros los que se enrolan en barcos de los puertos gallegos.