No es posible, amigos y amigas. Así, sin casi darnos cuenta, estamos cerrando este nuevo capítulo de nuestras vidas a cuya carpeta le pondremos el rótulo de Mayo de 2021. Cuando volvamos a vernos, si no hay novedad, será junio ya. Volveremos a la eterna liturgia de estar empezando el mes... para volver a terminarlo enseguida. Así, desfilando rápido las distintas etapas, de enero a diciembre. Y, después, un nuevo ciclo para volver a empezar. Yo les confieso que, en mi cuenta más interna y personal, trato de huir de ese esquema cíclico, que nos hace tender a una cierta sensación de bucle. Prefiero contar de principio a fin, de alfa a omega, de mi momento inicial a aquel en que estoy y, de ahí, a quién sabe hasta cuándo. Me da una sensación más lineal de mi propia existencia. Pero lo cierto es que, colectivamente, lo tenemos todo organizado en estos bucles semanales, mensuales y anuales. Por eso tampoco podemos sustraernos a ellos.

Y aquí estamos, en estas cuitas de esperar a que nos llamen para ¡elegir! —¿nosotros?— con qué nos vacunaremos. Suena a chiste, exactamente igual que si un anestesista te preguntase qué sedante específico prefieres, o que si el fabricante de coches te plantease si, para controlar la frenada de un cierto modelo con unas características concretas, prefieres que te monte un dispositivo de disco o de tambor... Oigan, ya sabrán ustedes, y que prime un criterio estrictamente técnico, sin demasiado espacio para otras veleidades. Porque los técnicos en la materia son los que, a la vista de la situación, podrán dilucidar cuál es la solución idónea... Exactamente igual que, aunque yo pueda decir que me gustaría plantearme una casa con galería o con porche, el arquitecto calculista diseñará entonces aspectos estructurales que no pueden ir al albur de mis propias decisiones, poniendo o quitando vigas aquí y allá, o cambiando espesores de placas, cerchas, o armados del hormigón. Hay cuestiones cuya mejor aproximación se hará, siempre, a partir del criterio profesional. Y poco más.

En tal sentido, todas las sociedades científicas y la mayoría de los profesionales en las distintas disciplinas relacionadas con esta infección y su vacuna se han pronunciado. Y el criterio prácticamente unánime es que, si usted comenzó con AstraZeneca, no hay suficientes estudios contrastados —con casos suficientes estudiados— como para mezclar con otra preparación. Ese es el criterio técnico a día de hoy, según el paradigma aceptado en este momento como ciencia normal. Con resultados en la mano, poco más hay que decir...

Sin embargo, el ruido ahoga mucha de la información contrastada al efecto. Es algo que no ocurre solamente en esta temática, sino que para mí es un signo de la época. Hemos democratizado y puesto al nivel de la población en general la emisión y difusión de información, pagando el precio de que todo —lo contrastado y con criterio, fiable y medido, y lo que no— muchas veces va a la par. ¿Qué es bueno? ¿Qué no? ¿De qué me puedo fiar? Esa es, hoy, casi la pregunta del millón...

Es por eso que la era de la información —la de hoy— es también la de la “infoxicación”. La de tal cantidad de información errónea, parcial, tendenciosa o aberrante que campa por ahí, que el proceso de acceso a aquello fiable y contrastado queda muchas veces amenazado o, directamente, anulado. Y si esto es así para la población en general, no les cuento para colectivos especialmente vulnerables, como son las personas en franjas de edad más jóvenes. El “lo dice determinado buscador” o “lo cuenta tal influenciador (prescriptor social)” no significa, sin embargo, nada. Hay cosas muy buenas en tal ramillete de información, mientras que otras quedan verdaderamente fuera de cualquier atisbo de lógica y de cordura.

Así las cosas, florecen hoy “terraplanistas”, “negacionistas” de toda índole, reescribientes de variopintos paisajes de la Historia, y muchos otros colectivos “naïf” que, si hacen el ruido apropiado, se adueñan del concepto, de su desarrollo y hasta de la teoría, dándole la vuelta cuantas veces quieran... Ay, si Kepler, Copérnico, Galileo, Ptolomeo, Newton o Aristarco levantasen la cabeza, en lo relativo a muchas de las cosas que se cuentan en relación con lo celeste y su dinámica... Pero no debemos sorprendernos por ello, ya que estas cosas han existido siempre. El problema es que, ahora, parece que el que comunica mejor es el que sabe darle más fuerte al ventilador, el más audaz o, directamente, el más atractivo. Mecanismos psicológicos complejos, como la percepción de halo negativo, están también ahí y, al final, muchos no se fían de lo correcto explicado de una forma más compleja, adoptando a cambio formas excesivamente simplificadas para describir realidades complejas, errando y haciendo errar a los demás. Sí, esto no es de ahora, pero las tecnologías que hoy usamos en el mundo de la comunicación pueden hacer que la mentira o lo inexacto se difunda a velocidad de vértigo, mientras que lo correcto y avalado por el criterio técnico y profesional, vaya a velocidad de tortuga. Y, luego, vaya usted a pararlo...

Pues ya ven cómo está el patio, mientras espero a que el teléfono suene y cerrar de una vez este capítulo del “yin” y el “yang” de mi segunda vacuna, después del primer pinchazo con AstraZeneca hace 94 días. En mi caso, si puedo, repetiré. Pero no porque yo lo diga, sino porque el método científico, aplicado por profesionales contrastados en estudios llevados al efecto con el mimo que se requiere, lo amerita. Aquí no valen el “malo será”, el “supongo” o metaestudios sin valor estadístico que no valen salvo para quien esté predispuesto desde el principio a ello. Ya les contaré. O, en el peor de los casos, les contarán...