Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Conducir en sentido contrario

De verdad que no lo entiendo. Es difícil creer que una persona pueda conducir en sentido contrario durante una distancia significativa en una vía de alta capacidad, y no ser consciente de ello. Si además ha chocado contra varios obstáculos y algún vehículo, como parece que presuntamente ha ocurrido en uno de los últimos casos, y lleva varias patrullas de la Guardia Civil de Tráfico avisando de forma clara desde la calzada paralela, ¿cómo puede continuar? ¿Cómo puede justificar el no detener inmediatamente el vehículo en el arcén, para prevenir males mayores?

Para mí, se lo aseguro, es un verdadero misterio... Pero antes de continuar con tal reflexión, déjenme que les salude. Es marzo ya, como ven, y la vida sigue a velocidad de vértigo. Hace nada les avisaba de lo rápido que se nos iría enero y, ¡hala!, ya ha caído otro mes más. Uno tras otro, se van descolgando del calendario, haciendo de nuestra vida un trasiego continuo entre estaciones, anualidades y distintas etapas...

Y ya ven que, en el día a día de tal dinámica, es importante no terminar estampado contra otro coche que, por ejemplo, venga circulando en sentido contrario. Algo que, por lo que se ve, en nuestra Galicia es un riesgo que está ahí, un tanto presente, debido a la proliferación de tales comportamientos en los últimos tiempos. Alguien me dirá “¡hombre, no son tantos!”, pero verdaderamente sorprende cada uno de los casos acaecidos, por lo extremadamente complejo que es introducirse en una vía de tales características —a veces incluso protegidas con barreras— en la calzada inapropiada.

Ya les conté hace tiempo que, en mis tiempos de voluntario en la Cruz Roja, tuve ocasión de circular unos kilómetros en sentido contrario por la autopista, despacio y por el arcén, escoltado delante y detrás por dos patrullas de carretera. Acudíamos a un grave accidente, y no había tiempo que perder. Les aseguro que la sensación de desasosiego en tal situación, viendo la parte de atrás de las señales y los reflectantes que jalonan el camino, fue máxima. ¿No sienten esa asfixiante impresión los conductores que protagonizan un evento de tal tipo?

Más allá de que podamos aceptar como un desafortunado despiste el detonante de alguno de tales sucesos, yo empiezo a pensar que, en general, hay otro tipo de dinámica detrás, mucho más inquietante. Porque si en muchos de tales casos son concomitantes ingredientes como vehículos de alta potencia, alcohol y drogas… ¿de qué estamos hablando? ¿por qué se produce tal patrón recurrente? ¿Hay algo más?

Los instructores de los atestados lo dirán pero... ¿será así? ¿Apuestas fruto del aburrimiento, la cortedad de miras y la apatía vital, poniendo en riesgo vidas humanas? ¿Una percepción demasiado distorsionada de la realidad? ¿Conductas suicidas? ¿Desesperación? La verdad es que no lo sé... He llegado a plantearme que, así como en otros países donde las armas están muy presentes son relativamente frecuentes los fenómenos de personas fuera de sí que cometen actos horribles e inexplicables utilizando rifles y pistolas, la conducción de un vehículo de tal guisa y de forma consciente es verdaderamente lo más parecido a ello que nos podamos imaginar… ¿Entonces? ¿Hablamos de adrenalina? ¿De expresión de las frustraciones a las que esta desigual, competitiva e injusta sociedad somete a los individuos, que a veces terminan perdiendo la conexión con la realidad como consecuencia de ello? ¿Enajenación mental? Quién sabe…

El caso es que empieza a resultar excesivamente familiar ese tipo de noticias en prensa. Parto de la base de que incluso yo viví un episodio de tales características al coincidir hace pocos años en la AP-9 con un vehículo en sentido contrario. Aplicando entonces mera simetría estadística, quizá tal situación es más frecuente en nuestro entorno cercano de lo que nos imaginamos. ¿Qué está pasando, entonces? Y, sobre todo, ¿por qué? Es muy importante poder responder a tales incógnitas, con el ánimo de atajar tal lacra, asociada a otros comportamientos del todo inaceptables al volante. Y es que creo que tenemos que ser quirúrgicos en la minimización de las posibilidades de que puedan seguir produciéndose tales realidades, así como en la persecución de quien no entienda que jugar con la vida de los demás es excepcionalmente grave. No es broma, y puede segar la vida —como así ha sido ya— de inocentes. Y no, no son accidentes, sino crónicas de muertes bien anunciadas, no sé si por negligencias y malas prácticas, por conducción temeraria o por algo incluso peor.

Es importante hablarlo y que forme parte de la preocupación de todos, como forma de que se redoblen los esfuerzos de quienes tengan competencias, en sentido amplio y desde todos los frentes posibles, en tal temática. Y es que, ténganlo muy claro, nos va la vida en ello.