Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¿De verdad no hay nada bueno…?

A los gestores públicos se les paga, precisamente, por eso mismo: para gestionar. Para solucionar problemas, cuando estos existen ya, o mejor aún para anticiparse a ellos, antes de que nos agobien y compliquen nuestra existencia. Y por gestores públicos no solamente incluyo a todos los cargos ejecutivos en las diferentes administraciones, sino también a aquellas personas que forman parte del Poder Legislativo, en todas sus vertientes, pertenezcan o no a la mayoría parlamentaria que sustenta a un determinado equipo de gobierno a cualquier nivel. Ellos también tienen que dar cuentas y arrimar el ascua no a su sardina, sino a la de todas y todos.

Es por eso que veo con tristeza como algunos dirigentes en la oposición, hoy y otras veces, se dedican a incendiar, dentro y fuera de España, todo aquello que se haga desde cualquiera de los niveles del Poder Ejecutivo. Del Gobierno Central, por supuesto, o de cualquier otro. Para ellos todo está mal, sea lo que sea, sin que haya algo que tenga siquiera un pequeño ápice de bueno. Todo es una felonía, una traición y un desastre para unos supuestos intereses de la ciudadanía que enarbolan como bandera dichos prebostes, sin que nadie tenga demasiado claro cuáles son. Y eso, amigos y amigas, se descalifica a sí mismo directamente, sin mayores vueltas. Porque pretender que todo lo que hace un Gobierno o una Oposición es óptimo o un desastre, es directamente falso. Habrá cosas mejores y peores, desde cada punto de vista. Pero si se denosta al conjunto de forma sistemática, sobre todo el que queda bien retratado es tal cutre observador.

Y es que un Gobierno —de cualquier color— tiene actuaciones brillantes, aunque algunas sean más mediáticas y otras de mucho más bajo perfil mediático. Otras estarán bien, o quizá merezcan un aprobado discreto. Otras serán cuestionables. Y algunas, aún a pesar de los diferentes filtros a las que son sometidas, serán verdaderas meteduras de pata, salidas de tiesto, o incluso hasta actuaciones reprobables o muy reprobables. Ya saben, como en botica: bueno, mejorable y manifiestamente malo. Por eso el equilibrio, desde la ideología de cada cual, es reconocer esto y, a partir de ahí, centrarse en explicar lo bueno que uno propone y los aciertos de los demás, contraponiendo ideas propias a lo cuestionado y ejerciendo así de oposición noble. La que está con los de enfrente en una parte de las cosas y que, no obstante, es capaz de explicar claramente aquello que no comparte y que, honestamente, piensa que es una mala idea.

Pero las cosas no funcionan así aquí, desgraciadamente. Se insiste en el “Todo es malo”, según el mantra no elaborado por los propios responsables políticos, sino por gabinetes de comunicación a veces con rasgos psicopáticos, para los que el “peor” es a veces “mejor”. Y se hace sin tener en cuenta que la ciudadanía es inteligente y valora aspectos como la mesura, el antedicho equilibrio o la honestidad en el discurso, mucho más allá de los bandazos, de los “canutazos” incendiarios, de los golpes de timón y de los fuegos de artificio, por muy espectaculares que estos sean.

No sé, ya me dirán qué piensan ustedes… Pero yo, supongo que por el clima ya manifiestamente preelectoral a cuenta de las próximas elecciones municipales y autonómicas de mayo, veo que esta tendencia se ha desbocado ya en las últimas semanas, y que poco queda ya de la moderación en el discurso de alguno que, en un principio, había apostado por tal actitud más justa, serena y equilibrada. No sé si es que en el centro de datos de su parroquia han saltado las alarmas, y le han pedido “más caña”, o qué ha pasado… pero lo que sí sé es que, si se pierde una visión más equilibrada y constructiva, un punto de vista más aterrizado en la realidad y hasta la compostura, perdemos todos, independientemente de a quién votemos y por qué. Y si se añaden a todo ello personajes cuyas costuras chirrían por todas partes y que pontifican contra la legalidad y la razón —¿han visto lo de la telepredicadora?— mucho peor aún... ¿O no?

No es posible amar en bloque todo lo que hace un órgano complejo, pluripersonal y multitemático, ni denostarlo en su conjunto. En el matiz, en la letra pequeña, en la disección y el análisis y en saber concordar y criticar constructivamente está la virtud, al menos para mí. Y creo que este es, además, un punto importante en la mejora efectiva de la praxis democrática. Entiendo que ganar elecciones con esta filosofía lleva más tiempo y es más trabajoso, entre otras cosas porque uno se aleja mucho más de la viralidad y de la emoción. Pero... ¿y qué? Por lo menos, uno dormirá más tranquilo, sabiendo que busca el necesario equilibrio y no la exaltación.

Pero bueno… como me decía alguno, ¿Quintela, tú eres marciano, o qué?