Opinión | Divaneos

Decir “no” es importante

Decir que “no” es una habilidad bastante saludable y que nos ayuda a poner límites en nuestras vidas. A establecer una serie de barreras para que los demás no pasen o para, desde un punto de vista hedónico, evitar tareas que nos puedan resultar desagradables. Decir que “no” es una forma de ganar en salud porque permite reducir los niveles de ansiedad y de estrés. Decir que “no” es una manera de reafirmar la propia identidad y de hacer valer los derechos y las necesidades personales. Pero hay personas a las que les cuesta un mundo decir que “no”. Les cuesta porque no saben ponerse límites. Les cuesta por un falso sentimiento de inferioridad hacia los demás, ni los jefes son superiores. Les cuesta porque temen ser rechazados, quedarse fuera del grupo. Aislados. Solos. Están equivocados. Los beneficios de decir que “no” son mayores que los de agachar la cabeza.

Susan Newman, una psicóloga especialista en el ámbito social, publicó hace unos años un libro cuyo título fue torpemente traducido al castellano como El pequeño libro del no al que, debido a la errática traducción, tuvieron que añadirle un subtítulo (también con el objetivo de hacerlo pasar por un volumen de esos falsamente llamados de autoayuda) y que decía 365 formas de decir que no sin que nadie se moleste. Y como parece ser que el subtítulo tampoco aclaraba demasiado las cosas en la faja del libro viene una especie de resumen que dice así: “Aprende a decir no a todas aquellas propuestas que reclaman tu tiempo, tu dinero, tus conocimientos o tu presencia, pero no te interesan (y deja de complacer a los demás de una vez por todas para centrarte en tus objetivos)”. Demasiado resumen para algo que podría haberse expresado con un título mejor. Solo era un gancho, porque las tesis de esta psicóloga son bastante interesantes.

El fundamento de su investigación podría describirse como que decir que “no” es esencial para poder tener unas relaciones sociales saludables y satisfactorias, por mucho miedo que de que el de enfrente se moleste. En el libro describe cómo muchas personas tienen una barrera a la hora de decir que no por temor a sufrir desaprobación y rechazo y esa tendencia puede llevar a caer en una excesiva complacencia y a la falta de unos límites claro. Antesala del abuso.

La falta de habilidades para decir que “no” a los demás acarrea a medio plazo (y algunas veces a corto) problemas de ansiedad e incluso de depresión, porque esa falta de barreras hace que nos sintamos abrumados por las demandas y por las expectativas de los demás. Con lo que saber decir que “no” es esencial para tener una vida más saludable, para priorizar las necesidades propias y mantener un mayor control sobre nuestras vidas (que bastante poco tenemos ya como para ponernos a nosotros mismos la zancadillas).

Otra psicóloga, Judith Sills, de las que disfrazan sus libros en las secciones de autoayuda para sacarles más rendimiento económico, tiene varias publicaciones en las que trata este tema y en las que sostiene que la capacidad para decir que “no” es esencial para la construcción de un autoestima saludable. Defiende que muchos se sienten obligados a decir que “sí” porque temen ser percibidos como egoístas y esa tendencia puede llegar a erosionar la confianza en uno mismo. Según su estudio, decir que “no” es esencial para ir a una toma de decisiones autónomas y para la construcción de una identidad sólida.

Esa es la teoría, que queda muy bonita en esos libros autorreferenciales y que tienen el falso objetivo de ayudar a los demás, pero la práctica es mucho más complicada. Porque realmente decir que “no” es algo que a muchas personas se les hace realmente cuesta arriba, y con razón. En la vida tenemos un montón de presiones (laborales, sociales, familiares…) que hacen que negarse pueda salir caro. Por eso conviene empezar con un pequeño gesto, ir construyendo esos límites desde abajo. Esa es la única forma de ir creciendo.

Hay que decir que “no” de forma clara y respetuosa, los demás no tienen culpa de nuestras frustraciones. Pero sin necesidad de dar explicaciones, negarse a hacer algo es una opción personal. Ni, por supuesto, pedir disculpas por establecer esos límites saludables. Por eso, muchas veces, antes de meterse en harina es importante una reflexión previa sobre nuestras propias necesidades y prioridades.

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