Divaneos

El coste de una falsa sonrisa

José Luis Salinas

José Luis Salinas

Durante las últimas semanas —y las que vienen hasta el 23 de julio— multitud de políticos han exhibido grandes sonrisas de dientes bien blancos en hileras muy bien alineadas, caras amables y bonitas palabras para encandilar a un desprotegido electorado. No les sorprenderá saber que, por muy larga que fuera la sonrisa, lo más probable es que en realidad no se sintieran desbordados de felicidad por dentro, ni mucho menos. Más bien todo lo contrario. Para los políticos, lo de sostener la sonrisa es cuestión de unos días o como mucho unas semanas, pero hay muchas personas que, empujadas por la presión social, tienen que estar constantemente fingiendo. Poniéndose una máscara de felicidad, cuando en realidad no es la emoción que realmente sienten. Imaginen lo incómodo que es desde un punto de vista físico llevar una máscara siempre puesta; pues en este caso es lo mismo pero desde un plano emocional. No hay incongruencia. Es todo incomodidad.

Desgraciadamente, desde algunas ramas de la psicología se ha alentado que la gente, aunque sufra, lleve incorporada este tipo de máscaras que tapan la realidad. Las ramas positivistas que se impusieron hace décadas en esta ciencia así lo incitaron y muchos de los que se subieron a ese carro prefieren culpabilizar a la persona que se siente mal antes de explorar formas de reducir ese malestar. Pero esas son cuestiones más bien internas.

Fuera ya de las paredes terapéuticas, la propia sociedad alienta que los demás tengan constantemente una sonrisa en la cara y cuando esta se esfuma comienzan las preguntas inquisidoras como si el malestar estuviera fuera del orden preestablecido. Hace no demasiado un grupo de profesores de la Universidad Complutense de Madrid participaron en un estudio de índole internacional para estudiar este mismo tema, uno de los pocos que hay en este sentido. Se enfocaron en el ámbito laboral y el familiar que es en el que solemos construir la mayor parte de nuestras interacciones sociales. El trabajo fue publicado en la revista Spanish Journal of Psychology y en la nota de resumen que divulgó la universidad el investigador del departamento de psicología social, Alfredo Rodríguez, aseguró que “fingir emociones en el trabajo es una estrategia frecuente que se usa para cumplir con las expectativas de la organización. Realizarlo de forma sistemática agota a los trabajadores. Esto hace que al llegar a casa también fijan emociones en las interacciones con su pareja, lo que disminuye la satisfacción marital”.

¿Cuáles son las consecuencias de fingir una sonrisa? Ese mismo estudio, que contó con una muestra de 800 personas, señala a la aparición de síntomas de estrés, depresión, fatiga, problemas de sueño y de ansiedad. También observaron un aumento de los niveles del agotamiento emocional (lógico, tras tener que fingir que se es algo que no se siente realmente) entendido como un decaimiento físico y psíquico y una disminución en el interés de establecer relaciones sociales. La gasolina de los humanos.

El problema es que esa falsa sonrisa que se muestra en contextos sociales como el del trabajo, acaba por llevarse a casa. Y el problema se magnifica.

Las emociones, que para muchos son como un terreno ignoto son también una parte importante de nuestra salud. Al final, nuestro vigor depende de lo sinceros que seamos con nosotros mismos y con las personas que tenemos a nuestro alrededor; y eso no implica solo que lo seamos de palabra, también de acto. Por lo tanto, es importante reconocer tanto las emociones positivas como las negativas. Todas ellas forman parte de nuestras vidas. La vida, de una forma muy simplista, consiste en saber disfrutar de los buenos momentos y saber lidiar de forma adecuada con los malos, pero asumiéndolos con la mayor naturalidad del mundo.

Las emociones son manifestaciones fisiológica que, como dirían los pedantes, reflejan el estado del alma. Esa es la razón por la que cuando no se gestionan de forma adecuada desencadenan un desequilibro en la salud emocional, en la física y en la cognitiva. La mala salud emocional se ha relacionado con cuestiones más del día como el de llevar una mala alimentación (no solo influyen los alimentos que se ingieren, también la regularidad con la que lo hacemos); hacer poco ejercicio físico y no tener una buena calidad de sueño. Al final el coste de fingir una sonrisa es elevado, se paga con la salud. Con la vida.

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