Incoherencia e historias de superación

Embajador de España

Hay cosas que molestan por su falta de coherencia. En España hay libertad de expresión y en principio todas las personas son respetables aunque no todas las ideas lo sean, como las que defienden el racismo. A veces, también hay dudas sobre las personas cuando no son coherentes. Viene esto a cuento del señor Agustín Santos, hasta ahora embajador representante permanente de España ante las Naciones Unidas en Nueva York, que bajo el seudónimo de Gustavo Buster lleva al parecer varios años criticando al país que le ha nombrado para que le represente y para que defienda sus intereses con comentarios como que aquí hay “presos políticos” y poniendo a caldo la Constitución y la Monarquía, mientras defiende la “autodeterminación” (?) de Cataluña. Aquí hay una flagrante contradicción: el señor Santos puede tener las ideas que quiera, faltaría más, pero mientras ocupe el cargo de embajador de España debería abstenerse de criticarla cuando su trabajo, ese por el que le pagamos un sueldo todos los meses, consiste, precisamente, en representar y defender al Reino de España. En mi opinión hubiera debido dimitir, primero, y luego decir lo que quisiera. Sé que aquí no dimite ni la ministra del sí es sí, pero en un país normal cabría exigir responsabilidades a quien lo propuso y a quien o quienes le mantuvieron luego en su cargo. Si lo sabían, por complicidad, y si lo ignoraban, por incompetencia. Y a partir de ahora, como segundo de la lista de Yolanda Díaz por Madrid en las próximas elecciones, que diga lo que le dé la gana incluyendo esa otra contradicción consistente en llamarse izquierdista y no defender la igualdad entre los españoles sino los chiringuitos elitistas identitarios. Y que le vote quien quiera. No critico sus ideas, aunque no me gustan, sino su expresión pública (aunque sea con seudónimo) siendo embajador de España.

Por eso, para no llevarme disgustos, prefiero prestar atención a noticias bonitas como el hallazgo de cuatro niños perdidos durante cuarenta días en la selva colombiana, después de un accidente de avioneta en el que murieron su madre, el piloto y otro viajero. La mayor de trece años y la menor de once meses, que cumplió su primer año de vida protegida en los brazos de sus hermanas mayores. Parece imposible. Los han encontrado deshidratados y cubiertos de picaduras de mosquitos pero vivos, que es lo importante, después de deambular a oscuras por una selva donde no penetran los rayos del sol, mojados por lluvias constantes que impiden que la ropa se seque y rodeados de jaguares y serpientes, mientras se alimentaban con plantas y frutos que distinguían de los venenosos por ser ellos indígenas nacidos en la misma selva. Estoy convencido de que yo no habría sobrevivido y, menos aún, con una niña de once meses en mis brazos. Y eso que las historias de Emilio Salgari o el mismo Robinson Crusoe llenaron mis sueños infantiles como más tarde me impresionó El señor de las moscas, aunque éste iba más de liderazgo que de selva, y sin llegar nunca a creerme los mitos del “buen salvaje” propios de “ilustrados” de butaca que querían creer en la bondad humana mientras abajo, en la plaza, chirriaba una guillotina que les aseguraba exactamente lo contrario. Afortunadamente la historia de estos niños ha terminado bien, la hermana de trece años es digna de admiración igual que lo son quienes no tiraron nunca la toalla y mantuvieron la búsqueda cuando por el paso del tiempo se desconfiaba de encontrarles con vida. Todavía les falta hallar al perro Wilson que al parecer fue determinante en la localización de los niños y que a última hora también se perdió.

Ha habido estos días otras historias bonitas como la que ha permitido levantarse y andar, torpemente pero andar, a un tetrapléjico al que le conectaron desde el cerebro a la médula un cable por donde llegaron a sus piernas las señales mentales que les ordenaban moverse. Imagino el subidón de esperanza que eso habrá generado entre tantos jóvenes —y no tan jóvenes— confinados en una silla de ruedas. ¡Les cambia la vida!

Son historias que hablan de lucha y de superación contra obstáculos que parecen invencibles y que nos dan esperanza frente a incoherencias, mezquindades y los pequeños o grandes problemas cotidianos que nos acechan, porque a poco que miremos en derredor no tenemos derecho a quejarnos.

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