Divaneos

La salud mental de los jóvenes

José Luis Salinas

José Luis Salinas

La adolescencia representa un paso clave en la etapa evolutiva personal en el que el cuerpo se convierte en una cárcel hormonal y en el que priman las relaciones sociales y el descubrimiento del yo por encima de cualquier otro mandato. Cuestiones, estas dos últimas, también dependientes de las hormonas. La creencia que existe ahora es que los adolescentes son más débiles, como más frágiles y preocupados por cuestiones que para los adultos resultan banales. Eso ocurre por dos razones, la primera es que la perspectiva de los mayores hace que les sea imposible ponerse en el lugar de esos adolescentes que, por detrás, comienzan a reclamar un sitio social porque, simplemente, pertenecemos a generaciones diferentes, con una brecha grande y con formas de ver y entender el mundo diferente. Y, segundo, porque ahora la vida de los adolescentes es mucho más complicada. Todo va como más acelerado, su mundo se propaga a la velocidad que ordenan las redes sociales (la que esté de moda ese día) y todo está más amplificado.

Sirva este preámbulo a modo de torpe intento por contextualizar un mundo que a muchos les será ignoto, para hablar de un estudio que acaba de divulgar el Consejo General de la Psicología en España sobre la salud mental de los adolescentes en los contextos educativos y que ha estado dirigido por el profesor de la Universidad de La Rioja Eduardo Fonseca Pedrero, y que, por primera vez, recoge datos fieles sobre los problemas de la salud mental de este importante estrato de la población. El estudio se ha realizado con 8.749 estudiantes, con una edad media de 14,1 años, y de los que el 54,2% eran mujeres. La conclusión más impactante es que el 12% de los adolescentes tenían puntuaciones en los test que superaron compatibles con el riesgo de problemas emocionales y conductuales. Un 6% informaron de síntomas graves de depresión, mientras que un 26% tenía síntomas de padecer una depresión moderada. Aunque el objetivo de estas líneas no es hacer una sopa de números, pero en este caso los porcentajes del estudio son tremendamente representativos. Hay un 15% de los adolescentes que tienen síntomas graves de ansiedad y el 20% moderados. Casi un 5% aseguraron que en algún momento habían intentado quitarse la vida.

Por poner un poco de orden en esta macedonia de porcentajes, el estudio muestra con claridad que los problemas psicológicos más comunes tienen una prevalencia mucho mayor entre los adolescentes que entre la población general, con lo que se destierra el mito que se está queriendo extender desde algunas esquinas de la sociedad con altavoz de que los chavales de ahora son todos unos malcriados. Los datos también muestran la importancia de cuidar la salud mental, que ahora parece más una moda que una forma de vida, ya desde las primeras etapas de la vida. Es necesario que desde pequeños sepamos cómo convivir los unos con los otros, cómo respetarnos y cómo saber que los demás tienen unas opiniones y una visión del mundo que, en ocasiones, puede ser muy distante de la nuestra, y no pasa nada. Al final, las relaciones sociales se enriquecen de que todos tengamos diferentes perspectivas sobre las cosas que nos rodean.

La salud mental debe tender hacia ser un derecho universal, al alcance de todo el mundo, como en España ya lo es la salud en general, por lo que deben de buscarse vías para promoverse y protegerse de una forma mucho más eficaz que en la actualidad. Los problemas de salud mental suponen un desafío enorme para los colegios e institutos que no cuentan con los recursos necesarios para hacerles frente. En muchos casos tienen orientadores que ni siquiera son psicólogos y las diferentes legislaciones educativas no han realizado demasiados avances en promover una mejora de la salud mental de los más jóvenes. Cada centro tiene que buscarse la vida como buenamente pueda tirando de imaginación e intentado no herir sensibilidades de unos padres cada vez más ariscos con cuestiones que forman parte de la periferia de la educación, pero no insensibles con el fondo, por cuestiones, evidentemente, políticas.

No hacerlo, no cuidar de la salud de los más jóvenes, puede tener un efecto demoledor en el futuro. Se estaría formando a ciudadanos desubicados, con menos posibilidades de acceder a ciertos recursos. Quizás es lo que quieran algunos.

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