Un minuto

De tal palo, tal astilla

José María Echevarría

José María Echevarría

De sitio en sitio, todos los locales y figones estaban a tope, y desde Barreiros acabamos en una terraza de Burela, con vistas al mar, para comer en la soleada mañana del último domingo de julio. Nos lo había recomendado Alex, un amigo que veranea en Foz, que descartó los restaurantes de su localidad por la afluencia de turistas. Luego le llamé, agradeciéndole el consejo, porque fue un acierto en cuanto al sitio y a la calidad de lo servido. Pero no quiero hablarles de lo culinario, sino de la destreza de una cría, a la que calculo no más diez años, que me tuvo embobado mientras jugaba con la larga melena de su madre. Primero deshizo el moño que lucía paciente la mujer, y luego fue alisando el pelo y acabó haciéndole una cola de caballo esplendorosa con una goma que la cría tenía en la muñeca a modo de pulsera. Pero no sólo me atrajo la maestría como aprendiz de peluquera de la criatura, sino que me admiraba el dejarse hacer de la madre mientras conversaba despreocupada con otros contertulios. No acabó ahí la exhibición de la potencial peluquera porque a continuación tejió una trenza de tres cabos a otra niña de su edad, y a otra, la dejó con dos graciosas coletas sujetas con nuevas gomas. Sospecho que la madre regenta una peluquería de señoras, y de ahí le viene la pericia a la hija.