La pelota no se mancha

Álex Bergantiños, el capitán tras el tifón

Álex Bergantiños

Álex Bergantiños / RCD

Carlos Miranda

Carlos Miranda

No va a salir Álex Bergantiños en las fotos de los títulos del Dépor. Su presencia, en cambio, se siente con peso en algunas instantáneas aún dolorosas. No resta un ápice al orgullo y, sobre todo, a la gratitud que siente todo deportivista hacia él. Mauro Silva y Bebeto son los que hicieron soñar y Álex es ese que siempre está ahí, da igual lo que pase. Vuelo o sustento. Él es red. Es ese que, tras el paso de un tifón, te asomas a la ventana y sigue ahí. De pie, sin quebrarse. La mano que coge tu mano. Se va para no irse quien vio cómo nunca le regalaban nada, quien vio cómo le negaban una y otra vez el primer equipo, quien hace dos días se vanagloriaba de haber alcanzado su tope como futbolista, reafirmando ese sentido extremo del deber y de la exigencia que le ha guiado siempre. Se descalza las botas y, acto seguido, se pone, solo cuando sea estrictamente necesario, ese traje que tanto le incomoda. Todo por no dejar solo al Dépor, por acompañarlo, alistado, sumado a la causa.

La presencia de Mauro y Bebeto podía colocarle en un segundo plano. La gratitud de la grada acabó aflorando

El annus horribilis del deporte coruñés con las muertes de Arsenio, Amancio y Luis Suárez y el adiós de Álex Bergantiños hicieron que al Dépor se le acumulasen los compromisos este verano. La vuelta de Mauro Silva y Bebeto estaba cerrada desde hacía meses, a pesar de que peligró su presencia hasta última hora. Con tanta estrella, tanta obligación y esa retirada un tanto clandestina, por lo supuestamente inoportuno que era que hablase el capitán en el verano de los cuchillos largos en la plaza de Pontevedra, su figura y su adiós se acabaron diluyendo. A él nunca le importó. Si hubiese podido, habría sido el primero en desviar los focos hacia otros o el primero en rebajar su intensidad hasta colocarse en un segundo plano, en penumbras y poder trabajar así, tranquilo, a gusto, lo que siempre ha deseado.

Su carrera no merecía una retirada silenciosa por los problemas del Dépor o una última imagen como la de Castellón

Pero Álex no lo merecía, como no ha merecido otros tantos tragos amargos que ha pasado de la nuez sin rechistar. El Dépor no podía posponer su homenaje y no es sencillo contraprogramar a Mauro Silva y a Bebeto. Pero el coruñés ha tenido su momento. Besó el césped, claro. Lloró, claro. A mares. Él hace siempre lo que tiene que hacer y, en esta ocasión, sin teatralidad, no había que poner diques al mar. Si así lo sentía y le nacía, había que abrir el grifo sin reparo. Los brasileños tuvieron su espacio para recibir el inabarcable cariño que les tiene A Coruña y el deportivismo, y Álex disfrutó del suyo. Son un amor y una gratitud diferentes. Y compatibles. Y es también una manera distinta de marcharse para el coruñés. Los años de dedicación, perseverancia y ejemplo de Álex Bergantiños no merecían que la persiana bajase en Castellón.

El club le necesita trabajando, guiando y dando calma con la palabra. Al coruñés hay que tenerlo y escucharlo

En la retina de cualquier deportivista no podía quedar esa instantánea suya bajo la lluvia en la que encajaba impertérrito y con una serena profundidad un nuevo revés. Él ha sido dignidad también en la derrota, pero el adiós debía ser con su gente, en su césped y con lágrimas de emoción y gratitud. Así lo ha vivido, así pasa página, así vuelve al Deportivo, lo que siempre le ocupa y le preocupa.

Porque el Dépor lo necesita. En la oscuridad y en la luz. Trabajando y expresándose, guiando con el ejemplo y la palabra. Nadie duda de que hará un trabajo dedicado y honesto como consejero, como refuerzo en el día a día, como apoyo de Fernando Soriano y de cualquiera que lo requiera. También hay que querer escucharle.

Pero, más allá de la dedicación y la importancia que se le dé a su experiencia, este club ha tenido en los últimos tiempos un problema de liderazgo que no puede enterrar a la espera de que los resultados lo tapen todo. Llegarán las curvas. Nadie le pide que se convierta en el presidente, que también tiene sus responsabilidades, pero el Dépor no se puede permitir que la grada siga teniendo esa sensación de orfandad en las malas. Ha habido muchos cambios en la plaza de Pontevedra, pocos o ninguno han sido explicados. Abanca pretende que el club tome otro rumbo, poco o nada ha sido detallado ese viraje. Un club con más de 20.000 socios requiere unas atenciones diferentes a las que pide cualquier empresa.

Yeremay y la cantera

“Creo que el club va a cambiar su manera de funcionar para abrirles la puerta”. En el medio de un día de emociones, esta frase fue de lo poco que deslizó Álex sobre las intenciones con la cantera. Que el Dépor pretenda ser un club que prime su base y que le dé importancia a Abegondo no es nuevo. Los últimos años han demostrado que le cuesta pasar de las palabras a los hechos y, sobre todo, el último paso, el asalto y consolidación en el primer equipo. Son buenos, se les capta bien, queman etapas de formación, pero cuando llegan arriba, se han encontrado muchas veces con que las urgencias les han relegado. No se les puede regalar, tampoco ponerles el listón más alto que al resto.

El mejor ejemplo es Yeremay y eso que en su vida personal y profesional tuvo que operar un cambio para ser el futbolista que es hoy. Poco a poco se impone la idea de que es el mejor o está entre los tres futbolistas más destacados del equipo. ¿Dónde estaría hoy Yeremay si De la Barrera no hubiese apostado por él sin ambages? ¿Dónde estaría el Dépor si Óscar Cano no le hubiese vedado la titularidad? Todo cambiará, dicen, aunque esa promesa si proviene de la boca de Álex, siempre tiene un peso diferente.

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