Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Sobre la inquietante nueva realidad irreal

¡Buenos días! Nuevo artículo con el que les saludo, ya muy en las postrimerías del invierno. Y es que el mismo está dando sus últimos coletazos y, si no hay novedad, la siguiente columna mía recién escrita que ustedes lean en este diario ya corresponderá al tiempo de primavera. Será el miércoles, 20 de marzo, día en el que a las 04.06 de la mañana hará su entrada oficial la nueva estación… Espero que lo que resta del invierno y la entrada en el siguiente período astronómico sea, para ustedes, fantástico.

Y fíjense que insisto en lo de primavera astronómica, porque recuerden que la meteorológica ya está con nosotros desde hace algo más de dos semanas. En fin, que tocan nuevos tiempos, mucha más luz y más color, con el año 2024 —que parece que empezó ayer— comenzando a dar el giro crucial que desembocará, dentro de algo más de tres meses, en el solsticio de verano. Pero para eso aún tiene mucho que llover. Esperemos que así sea, literalmente, porque mejor nos irá...

Mientras tanto, la sociedad y la vida siguen su rumbo, adaptándose a unos tiempos siempre cambiantes y, por lo que se empieza a atisbar, un tanto inquietantes. No quiere decir esto que reivindiquemos, ni mucho menos, que todo tiempo pasado haya sido mejor. No, en absoluto. Pero sí que es cierto que determinadas certezas, o al menos verdades evidentes e irrefutables durante mucho tiempo, pueden estar en franco entredicho en el tiempo que ahora estamos empezando a descubrir. Un tiempo mucho más líquido y virtual, lleno de posibilidades y oportunidades pero, al tiempo, más movedizo. Incluso escurridizo, diría yo. Y esto, especialmente, en lo tocante al complejo y rico mundo de las representaciones de la realidad.

Y si no que se lo pregunten a la Casa Real Británica, por poner un ejemplo, y su actual crisis mediática. Y es que hace tiempo que las fotografías ya no son lo que parecen. Pero tampoco los vídeos, por muy realistas que se nos antojen. Ni las grabaciones de audio. Ni… nada… ¿Quiere decir esto que estamos a las puertas de la absoluta recreación arbitraria de cualquier cosa parecida o similar a la realidad? Pues… me temo que sí, o incluso más allá. Es por ello que todo lo que un día fue prueba de algo, tanto en el ámbito judicial como en el de asunción de responsabilidades de todo tipo, en el de la comunicación o en lo personal, ya no vale. El advenimiento de la inteligencia artificial, a mi juicio mal llamada así o al menos denominada de tal guisa de forma un tanto sesgada, acaba de reventar cualquier paralelismo entre los registros convencionales, a los que estábamos acostumbrados, y la realidad. Hay ya pruebas evidentes, tales como personajes fallecidos hace tiempo y ofreciendo ruedas de prensa hoy, otras personas realizando acciones absolutamente imposibles, fidedignas grabaciones de voz de personas que tampoco participaron en tales hechos o… mucho más. ¿Quiere usted escribir un libro o un artículo extenso sobre cualquier cosa? Pues le da usted al botón y… que fluya. ¿Pintar según la técnica de un maestro del pasado? Pues quizá más de lo mismo… Y suma y sigue… Algo que habrá quien vea como un nuevo filón o, como decía antes, una oportunidad. Pero que es también, sin duda, una puerta abierta al fraude, a la impostura y a la banalización de casi todo… Una puerta abierta al desmoronamiento de la percepción sobre soportes que, un día, nos parecían fiables.

En fin… Tendremos que esperar, ver cómo se legisla sobre la cuestión y, sobre todo, dilucidar cuál es el nivel de regulación real y eficaz en este nuevo campo que, aunque recién nacido, va tan rápido que los acontecimientos son desbordantes y es difícil estar al tanto de su consolidación y avances. Quizá lo inquietante para los que hemos leído unos cuantos libros del ámbito de la ciencia ficción, y particularmente de lo conocido hoy como distopía, es que tal escenario se parece mucho al dibujado en algunas de esas obras, que también retrataron en su día una sociedad no precisamente amigable ni muy vivible. Habrá que verlo pero, al tiempo, cuidando el rumbo de a dónde vamos y sin olvidar quiénes somos. Porque el melón, una vez abierto, puede dar para mucho, y aún para más…

Aunque se lo deseaba ya en anteriores columnas, ahora sí… ¡Feliz fin del invierno! ¡Viva la primavera! Sean ustedes felices… y yo que lo vea…