Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¡Feliz Primavera 2024!

Bueno, queridos y queridas... ahora sí que estamos ya en primavera. Y, tal como decíamos en las últimas columnas, ya es evidente la explosión de luz y color que acompaña a la misma. Salud para todos y todas en este nuevo período astronómico, y que los hados les sean a ustedes propicios...

Y hoy les saludo mirando al mar. Pero no a ese que nos acompaña en el día a día, y que conforma el paisaje vital en Coruña y sus alrededores, de belleza inconmensurable. Hoy he querido avanzar un poco más en la serpiente del asfalto o en la espuma en la línea de costa y recorrer caminos muchas veces hilvanados ya para luego detenerme y, con calma, entrelazar estas líneas al tiempo que hablo con ustedes. Saludos desde Cedeira, tierra mágica de acantilados sublimes y de lugares a donde si no vas, terminas yendo alguna vez. De arenas negras únicas en su especie y de geología extraordinaria. Sí, hoy les saludo desde allí, y estas líneas, escritas ayer sentado en algún peñasco al borde del mar se las dedico con cariño. A ustedes, a las personas...

Y, miren, precisamente de personas quería hablarles hoy a ustedes. Porque hoy —ayer— ha sido un día, como muchos, de conexión con diferentes seres humanos. Ya les conté muchas veces que esa es para mí la piedra angular de la existencia, y su mayor tesoro. Y hay días, queridos y queridas, que eso se evidencia mucho más que en otros... Pues, sin entrar en demasiados detalles para no aburrirles, les cuento que tal jornada fue para mí de esas, y tanto por iniciar distintas conversaciones agradables con personas hasta entonces desconocidas, como por seguir cultivando amistades, o recibiendo llamadas y viendo a otros seres humanos próximos, si tuviese que definir al día de ayer diría que fue precisamente eso: rico en personas. Muy rico en personas, con agradables sorpresas, formidables reencuentros, intercambio de ideas y conversaciones que ilusionan. Y, repito, para mí esa es la principal riqueza a la que uno puede aspirar...

Es por eso que esta primera columna de primavera quiere ser una verdadera incitación a que cultiven hasta el infinito su relación con las personas, un homenaje a las mismas y una recomendación de que, sobre todo, cuiden lo que tienen a su alrededor si son de los que no lo hacen y que, al tiempo, traten a los desconocidos pensando que la diferencia entre desconocer y conocer solamente es la voluntad de conocer. Estoy seguro de que la llave para la felicidad cotidiana reside precisamente en mantener tal tipo de actitud, con espíritu abierto y generoso, respeto y comprensión para con los demás.

Creo, además, que todo lo que podamos invertir en el fomento de dichos valores, actitudes, prácticas y creencias terminará ayudándonos a todos, en tiempos inciertos en que los Trump y los Putin son los que parecen que cosechan el éxito aparente, aunque ello nos parezca inexplicable. O en los que diferentes grupos de poder en todos los ámbitos pelean continuamente en detrimento de lo de todos, con la única idea de salir reforzados y sacar mayor tajada del pastel. O tiempos en que, ya lo ven, conflictos de siempre siguen segando vidas y otras primaveras, con la renuncia expresa del conjunto a revertir tal despropósito. Pero no, no se dejen ustedes impresionar por la intrahistoria, por el relato al servicio del posicionamiento de ideas y marcas y, frente a la bravuconería, los eternos “mantras” cada vez más retorcidos y los malos augurios, derrochen ustedes paz, tranquilidad, sosiego y compromiso. Amigos y amigas, busquen el consenso, el encuentro, la síntesis y no la antítesis y, con todo, descubran el más amplio significado de la palabra amor, más allá de los lugares comunes y los estereotipos. No sé si así les irá bien en la vida o no, pero lo que les aseguro es que al menos dormirán bien. Y, en los tiempos que corren, no es poco... ¿O no?

En fin, amigos y amigas. Que ha llegado la primavera. Una más en nuestra breve historia personal, pero una nueva oportunidad para coleccionar paisajes de margaritas. O sueños. O para maravillarnos por todo lo que significa la Naturaleza, su enorme fuerza telúrica y su potencia desmedida, delicada y, al tiempo, formidable. No sé si todo ello terminará por alterarles o no la sangre pero, al menos, sean ustedes conscientes de todo ello. Disfrutarán así con las más pequeñas cosas. Con su belleza gigante.

Sean felices y fuertes, sensibles y... empáticos. Sean parte de la enorme fuerza vital que, pese a todo, mantiene viva la llama de la esperanza.

¡Feliz Primavera 2024!