Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¿Rural o... rural?

¡Buenos días! Estoy escuchando a muchas personas últimamente, desde foros, ideologías y planteamientos institucionales bien diferentes, expresar que el futuro próximo y a medio plazo de Galicia estará indefectiblemente más unido al rural. Lo dicen de distintas maneras, poniendo el foco en un ámbito o en otro, pero teniendo siempre presente que el valor añadido diferencial de esta comunidad tiene que ver con un campo sano, productivo y factor clave de éxito de la calidad de vida no solamente de su población, sino también de la de la ciudad. Estoy de acuerdo, muy de acuerdo, y lo aplaudo, y lo sabrán ya ustedes si han seguido con alguna asiduidad esta columna, donde muchas veces se dibujan ideas en tal sentido. Pero, más allá del titular, del mantra o del leit motiv de la cosa, me parece que lo que subyace más profundamente llega a ser diametralmente opuesto entre los diferentes discursos y oradores...

Y es que sólo así puedo entender que, mientras se habla en tal sentido, se defiendan, promuevan o legitimen a veces propuestas de actuaciones industriales que, desde muchos puntos de vista, pueden ser muy discutibles por llegar a tener un alto impacto muy negativo en dicha calidad de vida, condenando a amplias zonas a un nivel de estrés medioambiental incompatible con dichos estándares pretendidos de potenciación del rural, su capacidad económica y las opciones de vida de su población.

Para muchas personas parecerá un contrasentido que, pretendiendo potenciar el rural, uno defienda el mirar con lupa las líneas estratégicas y actuaciones prioritarias o no en el mismo. Habrá quien, vista la concordancia en apostar por nuestro campo, entienda que esto implica necesariamente el que reine una especie de tácita ley del “todo vale”, de forma que cualquier proyecto que permita cierta creación y estabilización de empleo en zonas deficitarias de él, será bienvenido. No pienso yo así, desde un punto de vista quizá a más largo plazo: potenciar el rural significa para mí definir, como primer paso, la lógica de cada una de las áreas, comarcas o territorios, para luego desestimar todo lo que no encaje en tal marco. Y es que las decisiones se toman por acción, pero también por omisión. Y pensar que en una determinada zona encajan actividades poco o nada complementarias podría implicar llegar a producir un fracaso en todas ellas.

No se puede pretender proteger un paisaje paradisíaco y casi virgen y, al tiempo, querer instalar en él industrias que, sí o sí, implicarán —como lo hacen ya donde están radicadas previamente— muchos problemas medioambientales. Esto, que vivimos hace tiempo con gran drama en alguno de nuestros cabos más señeros, con decisión firme de la Administración entonces en contra, parece que no ha terminado de calar en nuestra sociedad. No hay aprendizaje. ¡Claro que tienen que ser bienvenidas todas las iniciativas que nos consoliden con firmeza en el mapa de lo económico, que suponen una oportunidad para nuestra tierra!, pero esto siempre y cuando exista una seguridad de racionalidad en la ubicación de tales focos fabriles. Y es que es preciso destinar una parte del territorio a los necesarios usos industriales, pero preservando a la vez otras zonas del mismo. Además, cuando esto se haga, habrá que plantearse primero la pregunta de si los hipotéticos proyectos presentados abundan en una lógica altamente extractiva, fuertemente intensiva y con alto coste de oportunidad o, en cambio, suponen algo mucho menos agresivo y más innovador y amable para con el entorno y sus gentes.

En fin... Les cuento todo esto porque, como dice el refrán, del dicho al hecho va un trecho. Y de lo que se dice —potenciación del rural, un tanto inespecífica— a lo que se pretende —los referidos proyectos “más de lo mismo” donde a sus promotores les vaya bien y sin una lógica estratégica previa de ordenación real del territorio y sus usos— va un mundo. O dos. O tres... ¿No les parece? Yo, por mi parte, considero que sí. Y, oigan, que cada palo aguante su vela y que cada uno entienda la procesión desde su palco. Pero, viendo lo que se nos viene encima en materia medioambiental global y siendo conscientes de que Galicia, por sus características geográficas y climáticas, está maravillosamente situada para convertirse en un verdadero pulmón y refugio, con todo lo que eso también significa a nivel socioeconómico... ¿vamos a seguir cometiendo los errores del pasado? El que tenga oídos, que escuche... Y a la comarca de Ulloa hay que escucharla, más allá de los lugares comunes y de los conflictos de intereses, de los cantos de sirena y de las miras a corto plazo...