Opinión | shikamoo. construir en positivo

No es Israel. Es Netanyahu

Buenos días, queridos y queridas. Vivimos jornadas que siguen siendo difíciles, aunque siempre nos quede el recurso de enquistarnos en nuestra concha y no mirar lo que ocurre más allá de lo que abarca la mirada... Ya saben que, para mí, esta no es la actitud. Y es que creo que ya que alguien nos ha traído a este fantástico y a la vez complejo y hasta cruel ejercicio de vivir, vale la pena tomar partido... En este sentido, soy de los que piensan que no se puede mirar para otro lado cuando pintan bastos para algunos de nuestros semejantes... Y lo digo, ¿saben?, pensando en la historia que comenzó hace setenta años ya y que compromete hoy la vida de muchas personas en Gaza. Podría haber elegido otro escenario, y otros conflictos, porque lamentablemente siempre hay demasiado donde escoger. Pero no, hoy es actualidad Gaza y, en tal sentido, ya ven que me mojo.

Y al hacerlo les contaré, fíjense qué vueltas da la Historia, que supongo que hubo muchos alemanes y europeos en general que vivían en su burbuja de confort -como podemos hacer nosotros ahora- mientras en Treblinka, en Auschwitz, en Theresienstadt, Dachau, Buchenwald, Mauthausen y otros muchos templos del horror el Tercer Reich masacraba a personas judías, hombres y mujeres, personas con diversidad funcional, personas de etnia gitana, personas homosexuales y personas pertenecientes a otras minorías. Noten que me permito repetir hasta la saciedad la palabra “personas” en la precedente enumeración, pero no lo tomen como un fallo. Está hecho así de forma premeditada: todas ellas eran personas y todas fueron asesinadas o, en el mejor de los casos, maltratadas brutalmente por características inherentes a ellas mismas, en actos constitutivos de inequívocos delitos de lesa humanidad.

Y la cuestión es... ¿Está ocurriendo ahora algo parecido en Gaza? ¿El mundo mira para otro lado mientras se comete un auténtico genocidio? ¿Lo hace por causas económicas, diplomáticas, por una clara posición de poder de los actores más relevantes en tal luctuosa campaña? Bueno, seguramente todo ello está sobre la mesa, y es evidente que existen fuerzas que, con una intensa campaña allá donde se toman las verdaderas decisiones, tratan de seguir con las manos libres para continuar con una escalada bélica que, por definición, siempre terminará mal... Pero algo ha cambiado en los últimos días, seguramente por el insoportable nivel de cinismo que tendríamos que asumir si las cosas siguiesen así con todo lo que sabemos ya y, en tal sentido, algo empieza a moverse que marcará un antes y un después. En tal línea, que España sea uno de los países que se ha apresurado a reconocer el Estado Palestino y que se condene expresamente la violencia indiscriminada contra la población civil palestina es algo positivo, un avance, aunque sólo una acción coordinada de muchos más gobiernos y países producirá efectos verdaderamente definitivos. Ojalá sea uno de los primeros pasos para un efecto en cadena que desemboque en un alto el fuego real y en la activación de una acción humanitaria sin precedentes para, sin poder devolver la vida a nadie, al menos hacer más llevadero el infierno a quien está en el medio de él.

Pero no se engañen. De la misma manera que el terrorismo no lo practica la población palestina, sino Hamás y otros grupos con intereses concretos, lo que es importante saber es que aquí el villano no es Israel, ni mucho menos. El villano es Benjamin Netanyahu y su gobierno fuertemente deslegitimado internamente, que practica una política bélica y belicista, un discurso de odio sin precedentes y que afronta un conflicto enquistado como ninguno de una forma tan poco ajustada no ya al Derecho Internacional, sino a la mínima ética, que ha sido objeto de numerosas reprobaciones y tomas de posición contrarias por parte de la Corte Penal Internacional. De hecho, no olviden que dentro de Israel hay hoy muchas voces en contra no sólo de Netanyahu, sino de su política de “tierra quemada”, de los múltiples atentados contra los derechos más elementales de los y las civiles palestinos, incluidos muchos niños y niñas, y de una espiral de violencia que está llevando a la destrucción completa a Gaza y al caos a Israel, así como a la inestabilidad a la región y al mundo.

Es preciso detener el genocidio, ya. Que Sánchez se posicione como lo ha hecho dicen algunos que es una cortina de humo para tapar otros menesteres. No lo sé. Pero, al menos, en este tema su Gobierno da pasos valientes —con sus luces y sus sombras, por supuesto—, pero le está llamando al “pan, pan” y al “vino, vino”. Y, por supuesto, a un genocidio, genocidio. Y eso le honra.

In memoriam, por todas las víctimas civiles de un conflicto que la Humanidad tendría que haber atajado con éxito hace mucho tiempo, pero que continuó en una espiral de destrucción execrable y horrorosa.