MUJERES DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA

La inteligencia artificial y las emociones

Inteligencia artificial.

Inteligencia artificial. / SHUTTERSTOCK

Asunción López Arranz, profesora en la Facultad de Ciencias del Trabajo de la Universidade da Coruña y socia de Amit-Gal

Los seres humanos están compuestos de un importante y complejo mundo emocional que les conduce en la vida tanto personal como laboral y que le permite confiar, ilusionarse, o motivarse para innovar o por el contrario desconfiar, desmotivarse, retraerse o quedarse al margen de los avances sociales. Unas veces por miedo a lo nuevo o a lo desconocido, otras por falta de información o formación. Estas emociones nos representan a todos: a los que asumen el prisma del positivismo y la oportunidad y a la del miedo y la desconfianza. Por este motivo los seres humanos, en los albores del siglo XXI de tan rápidos y disruptivos avances tecnológicos, en su lucha por mejorar su vida han comenzado a trabajar codo a codo con la máquina. Se ha creado miedo e inseguridad a ser sustituidos por ellas. Aunque la UE ha señalado que de aquí a 2025, la inteligencia artificial y la robótica podrían crear 60 millones de nuevos puestos de trabajo en todo el mundo. El reto de la inteligencia artificial, IA, no es otro más que el de ayudarnos a vivir mejor, aprovechando sus funcionalidades de forma segura y fiable. Al irrumpir en la vida de las personas, las nuevas tecnologías han cambiado su modo de relacionarse.

La reciente pandemia de COVID-19 nos ha permitido ver la necesidad de estar formados en determinadas competencias digitales, tanto para continuar en nuestros trabajos como para realizar todo tipo de actividades de la vida diaria, sean compras o servicios sanitarios y asistenciales. Estos cambios no solo han afectado a actividades especializadas como la tecnología de la información, la informática en la nube, las tecnologías cuánticas y la informática de alto rendimiento, la economía o las relaciones laborales.

La digitalización de las relaciones laborales y de vida ha de ofrecer oportunidades para solventar retos y desigualdades de nuestra sociedad, brindando oportunidades a sectores más desfavorecidos como es el caso de muchas mujeres trabajadoras, que no pueden quedar atrás en materia de empleo, formación educativa e innovación digital. También la digitalización tecnológica afecta a actividades del día a día, que cada vez y con mayor frecuencia se hacen presentes a través del internet de las cosas. La utilizamos para comprar o para pagar el café matutino; para solicitar cita en algún organismo público o para enviar un regalo a nuestros familiares que se encuentran a mucha distancia; incluso para prestar seguridad a las personas mayores mediante dispositivos de SOS. La realidad es que nuestro entorno está cada vez más digitalizado. Por ello, las nuevas tecnologías han de estar al servicio de toda la ciudadanía, debiendo ser inclusiva. Es preciso por ello una transición justa y equilibrada, acompañando en el viaje por la IA y las nuevas tecnologías a quien lo necesite, sin estar excluido de esta sociedad. Nadie debe quedarse atrás, ni debe existir un importante grupo de personas marginadas en este proceso. Por ello debe crearse espacio digital seguro fundamentado en valores, salvaguardando los derechos fundamentales de la ciudadanía y su entorno laboral.

Con este fin, la Comisión Europea presentó en abril de 2021 una propuesta de marco regulador de la inteligencia artificial: el proyecto de Ley sobre Inteligencia Artificial. El primer intento de promulgar una normativa horizontal de la inteligencia artificial. Y en fechas recientes el Consejo y el Parlamento han llegado a un acuerdo sobre las primeras normas de IA. El marco jurídico propuesto se centra en la utilización específica de los sistemas de IA y los riesgos asociados. Establece normas armonizadas, como el Reglamento de IA y modifica determinados actos legislativos de la UE. Se ha tenido en cuenta que los sistemas de IA pueden perpetuar patrones históricos de discriminación durante el proceso de contratación, así como en la evaluación, la promoción o la retención, por cuestiones laborales, de personas. Por ejemplo, contra las mujeres, contra ciertos grupos de edad, contra personas con discapacidad, contra personas de diversas razas o etnias o con una orientación sexual determinada.

Ciertamente, los sistemas de IA empleados para controlar el rendimiento y el comportamiento de estas personas también pueden afectar a sus derechos, a la protección de sus datos personales y a su privacidad. Por lo cual, y a pesar de que los beneficios derivados de la IA, son muchos y variados —un mejor servicio médico o educativo— también, puede entrañar riesgos para la salud, la seguridad y los derechos fundamentales de colectivos desprotegidos. No debemos de perder de vista que muchas personas o colectivos pueden verse afectados por algoritmos perjudiciales para ellos, creados bajo principios discriminatorios o contrarios a las leyes. Esto ha generado inseguridad y miedo en una parte significativa de la población, sobre todo femenina, ante las nuevas tecnologías. Para aflorar la confianza y la seguridad en su uso son necesarias tres acciones. La primera se refiere al Reglamento de la UE sobre IA, esperando que se desarrollen normas de forma clara y segura para el tráfico jurídico. La segunda, a la integración, para acercar las tecnologías a la ciudadanía, ya que la formación ofrecerá confianza y seguridad, transformando las emociones y miedos en motivación, avance e innovación. Y la tercera, a la vigilancia sobre los algoritmos, estableciendo medidas de transparencia y sancionatorias para evitar los abusos.

En esta lucha se encuentran enmarcados los objetivos digitales propuestos para el 2030 por el Consejo Europeo, con la implementación del programa estratégico para la transformación digital de la UE acordado el 8 de diciembre de 2022. Al apoyar el desarrollo de la tecnología de IA, el Consejo reconoce los riesgos potenciales y propugna un enfoque ético y antropocéntrico de dicha tecnología.

Es por tanto necesario que la implementación de la IA se acompañe de un enfoque humanitario, ético y emocional, para que sea un avance común para todas y todos, sin ninguna discriminación ni reticencia.

Este artículo es el decimosegundo de una serie mensual de colaboraciones de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas de Galicia con LA OPINION. Doce aportaciones que buscan acercar la ciencia y la tecnología a la ciudadanía, mostrando la labor que cada una de nosotras desarrolla desde nuestra área de trabajo. Participamos científicas del campo de las matemáticas, la biología, la farmacia, la física, la economía, la ingeniería de telecomunicaciones, la sociología, la ingeniería industrial, la psicopedagogía, la informática, el derecho y, evidentemente, la arquitectura. Confiamos que resulten de su interés.