Presentación na Coruña de ‘Cuaderno de viaje al país natal’

Alfonso Armada

Alfonso Armada

“Una de las causas que determinan la emigración gallega a América es ésta: que resulta más fácil irse a América desde Galicia que irse a Madrid”. Palabra de Julio Camba. No era una humorada el 26 de junio de 1918, cuando escribió tan palmaria verdad en El Sol. Lo demostró en el artículo El delicioso tren de Madrid a La Coruña: “Al abandonar en La Coruña el tren que me trajo desde la Villa y Corte, yo no recordaba exactamente cuándo lo había tomado; pero tenía la sensación de haberlo hecho en una época muy remota. Salí afeitado y llegué con unas barbas que, hasta que pude vérmelas al espejo, temí que fuesen blancas”.

Los trenes han cambiado mucho, y ahora el AVE está a punto de convertir la distancia entre La Coruña y Madrid en una ficción. ¿Nos hará más felices? ¿Nos reconoceremos en el espejo al que nos asomemos después de un viaje relámpago? Yo no sé qué diría Camba del tren de alta velocidad, pero seguro que encontraría motivos para otra perplejidad. Cada vez que llego a Coruña yo siento como si aquí hubiera transcurrido una infancia, pero en el cuerpo de otro niño. Es muy raro. Lo mejor de A Coruña es que es una península batida por todos los vientos, y aquí el mar no solo no se puede ocultar como en Vigo, sino que asalta la ciudad por todas partes, y es omnipresente, ventoso.

A vista de pájaro, como si nos hubiéramos subido a un dron, como un ángel fieramente humano y sin vértigo, primero asoma la ensenada de Orzán (playas de Orzán y Riazor, para que ruede el sol y el balón del fútbol, que es tan esférico como un asteroide), una formidable hoz de arena hacia el Océano Atlántico, entrada y salida de tantas fantasías como sueños. El Paseo Marítimo se llama así a lo largo de sus trece kilómetros (según Wikipedia se trata del recorrido marítimo urbano más largo de Europa), pero fragmentado en tramos a los que dan nombre (aunque nadie los use. Todo el mundo le llama Paseo Marítimo a los 13 kilómetros). Es la pequeña parte que, como un ritual, como si me hubiera avecindado en A Coruña, recorrimos al atardecer.

Ese tramo, según la pesquisa de mi amiga, desde 2012 se llama avenida Fernando Suárez García. “Este señor fue presidente durante muchos años de la Cocina Económica. No sé si mucha gente, excepto su familia, lo sabe. El Paseo Marítimo, después del Obelisco Milenium, es la parte que te conduce al Portiño”. En un paseo que a ella le recuerda a Escocia, y le separa existencialmente de A Coruña, la embarca en un viaje insospechado. Pero vuelve. Siempre vuelve. La pura península, su extremo, es el mejor emplazamiento para que los dioses, los romanos y los intermediarios entre unos y otros levantaran el mejor mirador sobre la mar océana, la Torre de Hércules. Por cierto, mi reconocimiento hacia quienes tras la calle Matadero bautizaran la continuación como calle de Albert Camus, como si recordáramos Argel, Orán, Marsella, París, lo que Camus nos sigue enseñando sobre la decencia, la importancia capital de una coma, o de Simone Wei”.

Estos son uns fragmentos dun dos capítulos do Cuaderno de viaje al país natal, o titulado A Coruña, doña Emilia Pardo Bazán y Dios, froito dunha proposta do meu primeiro xornal, o Faro de Vigo, xunto con LA OPINIÓN, da Coruña, que me levou de volta ao meu país natal e á miña infancia, ao que quedaba del, ao que quedaba dela. E que logo publicou a editorial La umbría y la solana, que destila amor pola cultura en portugués, un empeño admirábel.

Volvo agora á Coruña para falar do libro, da viaxe, do país, do pai Miño e desta cidade que quiso ser capital de país, que tanta tinta e inútil competencia gastou con Vigo, a miña cidade natal. Acompáñanme a miña amiga Chus Molina, que é parte fundamental deste capítulo, o fotógrafo e poeta Manuel Vilariño e a sua filla Hiwot, que aparecen no penúltimo capítulo desta viaxe (El jardín emboscado de Manuel Vilariño y el piano de Hiwot), que como se escoita é pianista, e o seu compañeiro de vida, o músico ruso Grisha Keilin. O evento será o martes, 7 de maio, ás 20 horas, na Fundación Luis Seoane da Coruña.