Un empleo para la libertad

Dos empresas cuentan con instalaciones en el centro penitenciario de Teixeiro, en las que entre 45 y 60 internos trabajan durante el cumplimiento de su condena

Dos internos, durante su jornada laboral, en el penal de Teixeiro.   | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Dos internos, durante su jornada laboral, en el penal de Teixeiro. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA / Gemma Malvido

Antes de que se abra una puerta en el centro penitenciario de Teixeiro se tiene que cerrar otra y, así, hasta llegar a destino, ya sea para una visita de una hora o para una larga estancia para ajustar cuentas con la sociedad. Los internos suelen decir que los días en prisión se hacen largos porque el lunes se parece al martes, el martes al miércoles y el miércoles a todos los demás, así que, cualquier cosa que rompa la rutina es bienvenida, sobre todo, aquellas que se parecen a la libertad.

Algunos de los internos acceden a empleos en los talleres de la cárcel y, entonces, tienen una jornada laboral que los lleva a amasar pan muy temprano, a poner lavadoras y secadoras mañana y tarde, a limpiar a conciencia las cocinas de acero inoxidable y a estar pendientes de que el caldo no se pase de cocción. Otros, participan en actividades, estudian o se forman para poder acceder a un empleo cuando vuelvan a la calle otra vez y, entre 45 y 60 internos, dependiendo de la época del año, trabajan para dos empresas que tienen una parte de sus instalaciones en Teixeiro y que en nada se diferencian de las de una factoría.

El director del centro penitenciario, José Ángel Vázquez, explica que el trabajo dentro de prisión es un instrumento “eficaz para lograr la reinserción social de las personas que se encuentran privadas de libertad porque les crea hábitos positivos” y les recuerda unos “valores” imprescindibles para el futuro, como pueden ser “la disciplina, el respeto a las normas, el cumplimiento de los horarios, la solidaridad, la responsabilidad, la productividad y, también, el liderazgo positivo”; en definitiva, les hace prepararse para el día en el que puedan salir y ya no haya funcionarios que hagan recuento tres veces al día, ni puertas que se cierran antes de que otras se abran.

Así que, un miércoles o un martes cualquiera, en las instalaciones de la prisión se puede ver a internos que acuden a su puesto, como quien vive muy cerca del polígono en el que está la fábrica en la que trabaja, dispuesto a clasificar, cortar, embalar, contar, revisar o lo que haya que hacer en ese momento.

Actualmente, son dos las empresas del exterior que tienen una parte de sus instalaciones en Teixeiro —a través de la Entidad Estatal de Trabajo Penitenciario— y que les dan a los internos una oportunidad de trabajar y de practicar cómo puede ser su vida en libertad. Dependiendo de la carga de trabajo que haya durante el año, estas empresas refuerzan sus plantillas, de modo que en las épocas de más demanda pueden llegar a emplear a 60 presos.

Cualquier interno o interna puede acceder a uno de estos puestos de trabajo, aunque es la junta de tratamiento —que está integrada por varios funcionarios, entre ellos, el director del centro, psicólogos, juristas, educadores, el trabajador social, la subdirectora de tratamiento y el jefe de servicios— la que decide quiénes serán los elegidos.

“La selección se hace en igualdad de condiciones entre los internos e internas, estando todos los destinos abiertos a toda la población, no existen roles tradicionales en el desempeño de estos destinos”, comenta el director del centro, José Ángel Vázquez.

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