Rubén Ventureira, Malén Gual y Antón Castro nnficha personal | Comisarios de la exposición ‘Picasso branco no recordo azul’, a partir del 23 de marzo en el Museo de Belas Artes

“La huella de A Coruña en Picasso se extiende como una mancha por todos sus periodos”

“Muchas veces se salta su etapa formativa con un alto grado de frivolidad, pero por fortuna, los grandes expertos picassianos dicen que nadie puede entender al genio sin A Coruña”

Rubén Ventureira, Malén Gual y Antón Castro, en el Museo de Belas Artes.   | // VÍCTOR ECHAVE

Rubén Ventureira, Malén Gual y Antón Castro, en el Museo de Belas Artes. | // VÍCTOR ECHAVE / R. D. Rodríguez

Mientras avanza la conversación, suena un mensaje recibido por teléfono móvil. Gran noticia: el préstamo de una nueva obra de Pablo Picasso para la exposición del mes próximo en el Museo de Belas Artes, cedida por una entidad financiera. Se trata de un mosquetero picassiano, y Rubén Ventureira, Antón Castro y Malén Gual se felicitan por obtener una nueva pieza —ya son más de 120— para la muestra Picasso branco no recordo azul, promovida por la Xunta y de la que los tres son comisarios. Así conmemorará A Coruña, entre distintos actos e iniciativas, el medio siglo transcurrido desde el fallecimiento del genio de la pintura.

“Ahora ya no estamos en una esquina del universo picassiano. Aquí estamos nosotros, en A Coruña, y esta exposición es el producto del trabajo de muchos años y de mucha gente. Que la ciudad forme parte de la celebración de los 50 años de la muerte de Picasso ya es un éxito”, resalta Ventureira.

¿Cómo se coordinan tres expertos para comisariar esta muestra?

Antón Castro: Realmente, hemos dado continuidad al equipo que trabajó en la exposición del primer Picasso, el de A Coruña, la muestra de 2015, para la que hubo un equipo más amplio. Nos entendemos bien, nuestras acciones se complementan. Que seamos tres comisarios es un éxito: tenemos puntos de vista a veces diferentes pero convergentes, que enriquecen el discurso. Al ser tres, sometimos a debate las deudas que Picasso tuvo a lo largo de su vida con su formación coruñesa, y creo sinceramente que de esa reflexión han surgido las tesis que forman parte de la exposición, y que resumimos en diez capítulos.

Rubén Ventureira: En aquel grupo de 2015 había gente con mucha pasión por estudiar el Picasso coruñés y Elena Pardo y yo iniciamos la investigación. El nuevo catálogo refrenda aquel interés, con textos de primeros espadas como Eduard Vallés, Rafael Inglada, Pepe Karmel, un referente absoluto en cuanto al cubismo, y la propia Pardo.

¿Cómo complementa Picasso branco no recordo azul a El primer Picasso: A Coruña 1891-1895?

R. V.: La primera muestra se centraba en el periodo coruñés, que había que explicar y reivindicar, ya que estaba cuestionada por algunas fuentes y se le consideraba una etapa menor. Ahora el eje de esta muestra es lo que hay del Picasso niño en toda la obra de Picasso.

¿Esa reivindicación ha subsanado el olvido al primer Picasso?

A. C.: Hay algo lapidario. Picasso dejó claro a su biógrafo John Richardson que A Coruña había sido imprescindible para él. En 2007, con el coruñés César Antonio Molina como ministro de Cultura, es la propia directora del Museo Picasso de París, Anne Baldassari, la que nos sugiere que hay que completar la exhibición de la obra de Picasso. Hubo que esperar a 2015 para hacer realidad aquella primera exposición. ¿Se han saldado las deudas? El arte se devuelve en élites. Desgraciadamente vemos que se hacen programas y series sobre Picasso y muchas veces se salta la época coruñesa con un alto grado de frivolidad. Por fortuna, los grandes expertos picassianos, como Baldassari, Richardson o la propia Malén Gual dicen que nadie puede entender a Picasso sin A Coruña. Y el mismo Picasso así lo creía.

¿Qué motivos, elementos o sensaciones de su periodo coruñés inspiraron más a Picasso en su obra, en aquella etapa y en el futuro?

Malén Gual: Pablo Picasso pasa tres años y medio en A Coruña que coinciden con su pubertad, etapa llena de curiosidad y de ganas de aprender. Aquí descubre las esculturas grecorromanas en los yesos de la escuela. Esta aproximación a la antigüedad le lleva también a mirar a los grandes maestros de la cultura española, véase Velázquez y Cervantes, que representa en un pequeño dibujo titulado por él mismo El Panteón. También los mosqueteros surgen en A Coruña, descubre a los mendigos y se introduce en la práctica del retrato, empezando por los miembros de su familia: su padre, su madre y sus hermanas. Y el paisaje: él no se consideró nunca un paisajista, pero en su infancia realizó muchas obras de este género, especialmente en A Coruña, pero también en Málaga y Barcelona.

¿Los rasgos de la huella coruñesa son continuos o intermitentes en la obra de Picasso?

R. V.: Prácticamente se extienden como una mancha por todos sus periodos, hasta en el cubismo, donde parece más complicado hilar etapas. El motivo del fauno nace en A Coruña, que es la figura que más repite en su obra. La admiración por los clásicos españoles como Velázquez durará toda su vida, hasta la realización de la serie Las Meninas. Los mosqueteros los retoma en los años de su vejez. Y seguirá haciendo retratos siempre a la gente de su entorno.

A. C.: Mi patria es mi infancia: la conciencia rilkeana de Picasso reafirmada por John Berger. Picasso tenía una consideración de su genio ya en la etapa coruñesa, como adolescente. El Picasso de 1901, el de la época azul, arranca con un cuadro inspirado en un artista de Lugo, Gumersindo Pardo, Niños y juguetes.

R. V.: Para su primera gran exposición en París, poco después de vivir en A Coruña, hace tres dibujos inspiradas en obras de Pardo, farmacéutico y pintor que residía en la ciudad y era el padre de su mejor amigo. Esto explica lo que se llama el apropiacionismo de Picasso, algo que hace toda su vida, y de hecho él dice la frase: “Imité a todo el mundo, menos a mí mismo”.

¿Qué vivencias de A Coruña dejaron más huella en la personalidad del genio?

M. G.: De sus años coruñeses Picasso recordó siempre con tristeza la muerte de su hermana. En cuanto a su personalidad, no hay que olvidar que en A Coruña pasó unos años importantes en la vida de cualquier persona: el paso de la infancia a la pubertad con todo lo que conlleva de ilusión y descubrimiento. Algo importante a destacar es su triunfo en las exposiciones de sus obras en la calle Real. Las favorables reseñas periodísticas le ayudaron a fortalecer su convicción de que sería un gran pintor. Años más tarde, Picasso diría algo así como que los éxitos de su juventud le fortalecieron para seguir su camino con libertad.

¿A qué futuro miraba Picasso desde A Coruña, como niño y como pintor?

A. C.: En A Coruña se fraguaron dos cosas. Una, su capacidad técnica formada en la academia, con retratos que Richardson consideraba superiores a los de la etapa azul, los más realistas que hizo; es que Picasso sale de aquí con una formación técnica extraordinaria, que le permite decir que a los 12 años ya dibujaba con Rafael... El único lugar donde no faltó a las clases fue en A Coruña; en los demás aprendía más en la calle. Y otra, la dimensión conceptual, donde se encuentra al Picasso realista, al que tiene una conciencia crítica de la vida, el que escribe, el librepensador y erótico, el que prevé el cubismo, y, como citaba Rubén, el apropiacionista. Ese es el Picasso que se empieza a definir en A Coruña.

R. V.: Y que obtiene un reconocimiento temprano, un refuerzo fundamental para un niño al que pronto se le capta el talento. Además, en aquella academia iban niños como él y señores de más de cuarenta años, y él es el que recibe los premios... De hecho, va a clase con Ángel Senra adulto, que luego sería alcalde republicano.

¿Hay facetas del Picasso artista difíciles de seguir o pendientes por descubrir, tanto en su formación como en su consagración?

R. V.: Prácticamente todas han tenido una monografía, excepto quizá la de Madrid, que es muy interesante. Solventada la etapa coruñesa, en la que no se había profundizado y que ahora ya tiene exposiciones y publicaciones, creemos que la de Madrid es la gran laguna de su obra. Siempre se puede seguir estudiando a Picasso, es objeto de continuo estudio, y cuanto más se posa la mirada en sus cuadros, más punta se les puede sacar y descubrir cosas nuevas.

A. C.: Cierto, la de Madrid es una fase de transición, en 1897 y 1898, en la que se reafirma el talento mostrado en A Coruña, y me da pena que quede en la oscuridad porque tiene extraordinarios dibujos. Es en Madrid donde a Picasso le interesa la calle, donde se ve al artista de calle que va a triunfar. Luego llega a París y empieza a madurar en ambientes vanguardistas.

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