Camino Fernández, un corazón dividido entre la farmacia y la decoración

Empezó a formarse en antigüedades en Australia para aprender inglés y ahora amplía su tienda, El zarzo dorado

Camino Fernández, ayer, en su tienda El zarzo dorado, que estrena local.   | // VÍCTOR ECHAVE

Camino Fernández, ayer, en su tienda El zarzo dorado, que estrena local. | // VÍCTOR ECHAVE / Gemma Malvido

Camino Fernández supo que tenía que apostar por su tienda, El zarzo dorado, cuando, en pleno confinamiento, se encontró con una nota de una clienta que le pedía que le enviase una pieza a su madre, porque estaba pasando la cuarentena en Pontedeume y quería estar a gusto y rodeada de cosas bonitas, así que, lejos de cerrar un negocio que acababa de nacer, se empeñó en sacarlo adelante con venta online y, cuando pudo, también presencial. La relación de esta farmacéutica con la decoración es “de siempre”, hasta el punto de que, según confiesa Fernández, cuando estudiaba en Santiago, se gastaba “más dinero en comprar cosas para el piso que en salir de fiesta”. Pero esta afición se convirtió en algo más cuando, en 2013, toda la familia se trasladó a Australia, por una oportunidad laboral de su marido.

“Cuando llegamos a Adelaida, como yo no podía ejercer la profesión de farmacéutica, porque era muy difícil convalidar el título y tampoco sabía muy bien el idioma, empecé a comprar piezas antiguas y a ir a cursos de antigüedades, más para aprender inglés que para otra cosa, aunque desde niña siempre me encantó la decoración”, relata Fernández que, ayer, inauguró el nuevo espacio de El zarzo dorado, en el número seis de la calle Pintor Joaquín Vaamonde, una tienda mucho más grande que la anterior, que le permite tener la mercancía en exposición “y no repartida en almacenes por toda la ciudad”.

En Australia empezó a ir a subastas y a mercadillos de lo que ellos llaman trash and treasures, en los que se mezclan basurillas y tesoros. “Allí hacen mucho lo de vender sus cosas en el garaje, no tienen tanto apego como en España a las cosas materiales, nosotros, normalmente, o las donamos o nos las quedamos, aunque ahora ya se empieza a vender por Wallapop. En Australia, todos los barrios tienen su mercadillo y yo iba y compraba mucho”, explica Camino Fernández.

Empezó con el menaje, porque no se lo había llevado en la mudanza y lo necesitaba, pero la cosa fue creciendo y creciendo con el paso de los meses. “Dicen que todos los anticuarios empiezan así, que compran cosas para su casa, pero que compran tanto que llega un momento en el que les sobra y lo venden”, relata Fernández, que pasó muchas horas en mercadillos y subastas formándose para poder distinguir una porcelana sin ningún valor de otra que es una singularidad y una auténtica joya y, sobre todo, se centró en la decoración de mesas, que es lo que más le gusta.

En Australia montó una página web para probar y empezó a irle bien y, en 2019, cuando toda la familia emprendió el viaje de vuelta, ella abrió las puertas de su pequeño zarzo dorado, coincidiendo con la Navidad. “Fui a Australia para hacer la mudanza y, cuando volví, ya estábamos en pandemia”, recuerda. Para entonces, pensó que se había terminado la aventura de la tienda, pero la venta online — a través de Instagram y de la web— funcionó e “inexplicablemente sobrevivió”.

“A mí siempre me gustó invitar a gente a casa y decorar y, con el tiempo, me fui profesionalizando”, cuenta Fernández, que compagina la tienda con su labor de sanitaria desde que regresó en plena pandemia y la llamaron para trabajar.

“Mi corazón está dividido y aún no me he decantado, por eso solo abro por las tardes”, confiesa Fernández, que tiene clientas de toda España, pero también de Estados Unidos o Arabia Saudí. “Es un negocio pequeño que fue creciendo y, en este punto, aunque yo no quisiese un local grande, mis clientas se merecen que las reciba mejor, si viene un amigo a mi casa, me esfuerzo en ponerla bonita. Pues si alguien viene a mi tienda, no lo puedo recibir en un espacio tan pequeño e incómodo, se tiene que poder sentar a la mesa”, explica Fernández, propietaria de El zarzo dorado, que eligió este nombre para su tienda en homenaje al que fue su país de adopción, ya que esta especie de mimosa es el emblema floral de Australia.

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