La Policía cuenta 65 posibles puntos de venta de droga en A Coruña, denunciados por los vecinos

Desde la unidad de Estupefacientes indican que la mayoría no son casas ocupadas y que se trata más bien de lugares de consumo, con venta puntual | El único “narcopiso” con funcionamiento continuo está en Vicente Aleixandre

Bloque cercano al actual narcopiso de Vicente Aleixandre en el que se realizó una redada el año pasado.   | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Bloque cercano al actual narcopiso de Vicente Aleixandre en el que se realizó una redada el año pasado. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA / Enrique Carballo

Una ciudad con decenas de pisos en los que quizás se consume droga, pero muy pocos puntos en los que se vende de manera sostenida. Esta es la lectura que hacen de A Coruña desde el grupo de estupefacientes de la Policía Nacional del cuartel de Lonzas, dedicado a perseguir el menudeo, y cuyo jefe, el inspector Ramón Martínez, señala que “la colaboración ciudadana” le “dice que hay 65 puntos de venta de droga en el municipio”, pero no todos están comprobados. Al tiempo, afirma que “narcopiso, un sitio en el que se vende droga continuamente, solo hay uno, en Vicente Aleixandre”.

En esta zona de O Castrillón, la Policía Nacional intervino en 2020 como parte de una operación contra un presunto clan de traficantes de droga, que se saldó con 16 detenciones en A Coruña, Ferrol y Sada, y hubo otra redada el año pasado. En 2018 apareció un joven muerto de sobredosis. “Ahora el piso está cerrado, pero habitualmente está abierto de once de la mañana a once de la noche: lo otro son puntos negros”, indica el inspector.

Pone como ejemplos los números 41 y 114 de la avenida de Oza. En el primero había ocupas que vendían puntualmente en el segundo y cuarto piso, lo que, admite el inspector, complicaba la acción policial, porque para pedir permiso para entrar en una vivienda hay que identificar desde cuál era en la que se traficaba. Aunque, puntualiza, “tampoco se vendía todos los días”. En el segundo caso, se consume droga en la vivienda de un vecino que tiene el piso en propiedad y “no lo puedes echar” como a los ocupas.

“¿Que el del 114 pudiese conseguir una cantidad no muy grande, porque tampoco tiene una actividad económica muy grande, y pudiese, para pagar su consumo, vender un par de papelinas? Sí, pero no es una venta de substancias estupefacientes habitual”, argumenta Martínez, pese a la percepción ciudadana. Pone como ejemplo una intervención que realizó su unidad, precisamente en Oza, donde los vecinos le dijeron que “todos los viernes” había venta de drogas. “Estuvimos dos viernes hasta las tres de la mañana y no pasó nada”, cuenta.

Lo que ocurre en este tipo de pisos, señala el policía, es que están habitados por gente “que se dedica a consumir sustancias estupefacientes, y sus amigos, y la gente que va a haberlos, también consume”. Aunque no haya una venta “habitual” de estupefacientes, el trasiego genera “problemas vecinales”.

Pero esto, explica Martínez, no quiere decir que en todos los sitios se venda droga o se pueda intervenir. Un ejemplo es el antiguo Club Financiero, unas instalaciones ocupadas y en las que se producen frecuentes incendios; el punto, defiende Martínez, “no es de tráfico”. Y en Alcalde Marchesi, los policías realizan vigilancia por la presencia de personas vinculadas al consumo de drogas, pero, aclara Martínez, no pueden detenerlos por estar en la calle o en un local tomándose unas cervezas.

Sí es cierto que en algunos de estos puntos negros hay tráfico, pero Martínez niega la teoría popular de que la Policía permita estos puntos para tener controlado el narcotráfico. Afirma que incluso en este caso no es fácil poder intervenir en ellos respetando las garantías legales. Por un parte, indica que no dispone de “400 agentes para estar las 24 horas detrás de todos los lugares” de los que alertan los vecinos.

Pero además, para poder solicitar una orden de entrada y registro hay que intervenir “una determinada cantidad de estupefacientes” y “relacionarla” con ese piso. Esto es, demostrarle al juez que “la cocaína o heroína que he intervenido a un señor ha salido de ese domicilio: eso es complicado”.

En algunos casos sí que se realizan operaciones. Un ejemplo reciente es el del registro de una casa el pasado mes de marzo en la calle José María Hernansáez, en la que se hallaron pequeñas cantidades de droga, una escopeta de balines y armas blancas. Martínez señala que habrá más intervenciones como esta este año.

En este caso se trataba de una vivienda abandonada en la zona de Campo da Leira en O Castrillón, pero Martínez también señala que “la mayoría de los puntos negros son pisos normales”, no ocupados. “No confundamos términos: la ocupación no es igual a tráfico de drogas, aunque hay veces que sí”, defiende Martínez. “En A Coruña no tenemos un problema con la ocupación tan grave: hay pisos ocupados, pero no son tantos”, considera.

Trasvase desde Os Mallos

Hace dos años, la alarma vecinal por los narcopisos y la conflictividad se concentraba en Os Mallos, aunque ahora se ha desplazado a Os Castros y O Castrillón. Según explica Martínez, este tipo de movimientos son inevitables. En Os Mallos bajó la presencia de tráfico porque “la presión policial tiene que dar sus frutos”, parte de los delincuentes han “parado” y otra porción “está en la cárcel”. Ahora la Policía actúa más en Os Castros, la zona que “más está en la boca de todo el mundo” (aunque puntualiza que su unidad no se centra en un barrio con exclusión de otros); “nos va a pasar más o menos lo mismo”, prevé.

En un tiempo “no muy largo”, considera, parará la venta allí y “se retomará en otro sitio”. El traficante de drogas, indica, va a “intentar vivir donde más fácil sea”. Esto pasa también con los consumidores: aunque “cada persona tiene su hábitat, y el que es de Monte Alto va a andar siempre por ahí, como el de Os Castros o Vioño en sus barrios”, si no hay substancia para consumir en una zona porque hay operaciones policiales “te vas a otra”.

Martínez lleva trabajando en Estupefacientes desde el año 2000, la mayor parte del tiempo en A Coruña, y señala que la situación de la distribución de narcóticos en la ciudad ha cambiado mucho desde la desaparición del poblado de chabolas de Penamoa, hace más de una década. “Era un punto en el que estaba centralizada toda la venta de sustancias: para nosotros era mucho más fácil, era sota, caballo y rey”, recuerda, pues las intervenciones policiales sabían a dónde ir siempre. La desaparición del núcleo y el supermercado de la droga ha repartido la venta por la urbe.

También ha distribuido a los clientes, incluidos a los que delinquen para mantener su consumo. El policía niega, sin embargo, que haya más delitos por este motivo que antes, aunque afirma que “ahora se denuncia mucho más: para el que le roban es un problema, pero de toda la vida ha habido robos de gente que consumía, para abastecerse de sustancias”. Además “no es que haya un repunte, tampoco alarmemos”, defiende.

El responsable de Estupefacientes de la ciudad también aclara que es “imposible”, fuera de una situación “utópica”, que los puntos negros desaparezcan solo con la actividad policial. “Van a disminuir, sí, pero desaparecer no. Yo no le puedo decir a nadie, vamos a erradicar todos, no, vamos a intentar erradicar todos los posibles”. Cada vez que se cierra uno, explica, el mercado “pide que haya otro sitio donde se pueda comprar”. Y esto no acabará, considera, porque la realidad es que “hay mucha gente adicta”.

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