“En Agrela hicimos que el problema de un empresario lo fuera también del polígono”

“Estar cerca de la ciudad le aporta mucho a la conciliación de la vida laboral y familiar, ya que ahorra tiempo a los 20.000 trabajadores del polígono”

Manuel García Santamaría, presidente de honor de la Asociación de Empresarios de Agrela.   | // LA OPINIÓN

Manuel García Santamaría, presidente de honor de la Asociación de Empresarios de Agrela. | // LA OPINIÓN / José Manuel Gutiérrez

La Asociación de Empresarios de Agrela festejó la semana pasada sus cincuenta años de existencia con un acto en el que uno de sus expresidentes, Manuel García Santamaría, fue nombrado presidente de honor de la entidad. Como antiguo director general de Ipasa, la primera empresa que se asentó en el polígono, conoce de primera mano los orígenes de este asentamiento industrial y su evolución a lo largo de los años.

¿Cómo surgió la idea de crear una asociación de empresarios del polígono?

En el momento en que se creó el polígono había muchos problemas porque se empezaron a instalar personas ajenas a la propiedad de las parcelas a las que hubo que desalojar porque querían construir allí sus naves. Además, no había agua corriente y el alumbrado fallaba mucho, hasta el punto de que mi empresa, Ipasa, tenía que abastecerse de un pozo en cantidades importantes y disponía de un grupo electrógeno para poder hacer el pan. Las dificultades eran además comunes para todos los empresarios y de esa necesidad de solucionar esos problemas nació la asociación.

¿Fue difícil convencerles para que se unieran?

A Eduardo Diz, el impulsor de la asociación, le fue muy fácil. Conocía a muchas de las personas que iniciaron la asociación con él, que fue el tercer presidente. En su mandato el polígono empezó a tener vigilancia propia y fue tratando de solucionar los problemas que había, porque las administraciones no siempre fueron receptivas.

Además, a principios de los setenta, los ayuntamientos no tenían muchos medios.

El polígono era de la Sepes y no había acuerdo con el Ayuntamiento para su cesión, porque lo veía como un pozo en el que había que gastar muchísimo dinero. Pasar del polígono a la ronda de Outeiro era un verdadero caos, ya que allí se rompían las ballestas de todas las furgonetas del polígono.

Y la comunicación con el resto de la ciudad era difícil.

Sí, era complicada, porque aunque estaba muy metido en la ciudad los viales eran muy defectuosos. Aquellos tiempos fueron dificultosos para los que fuimos pioneros y, además, creo que había personas a las que les interesaba que el polígono no fuera lo que hoy en día es, sino que hubiera terrenos para construir viviendas porque pensaban que tener el polígono al lado de la ciudad era un lujo. Hace diez años hablé con el presidente Feijóo sobre esta cuestión y creo que estuvimos de acuerdo en que estar cerca de la ciudad aporta mucho a la conciliación de la vida laboral y familiar, ya que ahorra tiempo a los 20.000 trabajadores del polígono.

¿Cuándo cree que el polígono se consolidó?

Tuvo tres etapas. Al principio hubo una crisis institucional en la asociación de la que salió muy fortalecida, ya que de ella salió el local de la entidad en la que pudimos dar respuesta a las necesidades de los empresarios. Con el tiempo, hubo otra crisis antes de que yo fuera presidente de la que también salió fortalecida, ya que su filosofía estaba basada en las necesidades comunes de todas las empresas y entonces se empezó a tratar de solucionar también las que tiene cada una para su desarrollo, de forma que el problema de un empresario es el problema del polígono.

¿Cuál cree que será el futuro del polígono en los próximos años?

Para poner en marcha cualquier proyecto, aunque se tenga una filosofía, hay que ejecutarlo debidamente y ahí tenemos un valladar que es la actual gerente de la asociación, que es lo mejor que nos pudo suceder en los últimos años, ya que se adelanta muchas veces a las necesidades de las empresas. Queremos ser proactivos en esas necesidades para ayudarles y sepan por dónde va el futuro.

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