Las entidades sociales de A Coruña piden apoyo psiquiátrico para los que viven en la calle: “No tienen ayuda”

Cáritas, Casco y Padre Rubinos coinciden en que personas como la que murió a disparos de la policía en Agrela requieren programas específicos, puesto que les es difícil recibir asistencia y muchos no disponen de diagnóstico

Instalaciones de Padre Rubinos, que reclama más recursos para personas sin hogar con trastornos.   | // V. E.

Instalaciones de Padre Rubinos, que reclama más recursos para personas sin hogar con trastornos. | // V. E. / Enrique Carballo

Un agente de la Policía Nacional mató el pasado día de Navidad a un hombre que, según la versión policial, lo atacó con una barra de hierro en Agrela. El asunto se está investigando judicialmente, bajo secreto de sumario. El Sindicato Unificado de Policía defiende que el agente actuó “en legítima defensa” contra el hombre, que padecía un problema de salud mental. Su madre señaló que era esquizofrénico y no había sido atendido de forma suficiente, y el SUP indica que se le había trasladado dos veces al Chuac sin que lo derivasen a psiquiatría o lo internasen. El Sergas indica que se actuó en base a “criterios médicos” al darle el alta. Desde el Comité AntiSida da Coruña (Casco), que presta asistencia a personas que viven en la calle y al que acudió la víctima, explican que las personas sin hogar con trastornos “no tienen ningún tipo de ayuda”. Junto con Cáritas y Padre Rubinos, la entidad reclama programas de ayuda psiquiátrica específica para el colectivo.

“Nosotros nunca vimos que fuese violento, nunca tuvimos ningún incidente”, señala la presidenta de Casco, Sonia Valbuena, que explica que el hombre había acudido al punto de calor de la asociación tiempo atrás, luego se había marchado a Madrid y había regresado a A Coruña poco antes de su muerte. Los que lo trataron recuerdan que “hablaba muy poco” y que era “una persona muy grande”, de los pocos que pedían un número 46 de calzado. Añade que las monitoras del punto de calor identificaban que tenía algún problema, y que “no descartaban que tuviese un proceso agudo”. Una de ellas, indica Valbuena, lo vio el día de su muerte con una barra de hierro, si bien no fue agresivo.

Su caso no es raro. Según explica Valbuena, “la mayoría de las personas que están en situación de calle tienen algún problema mental”, y el sistema tiene “todos los fallos del mundo” a la hora de prestarles ayuda. “No hay recursos ambulatorios ni residenciales para hacer acompañamiento, ni recursos sociales, médicos o asistenciales”, y las familias “muchas veces no están”.

Entre los problemas mentales de las personas excluidas hay depresión y ansiedad, y también esquizofrenia y psicosis, pero, salvo en los ataques agudos “es extremadamente difícil que te atiendan” y que el paciente reciba ayuda. Desde Casco “insistimos, pero nos cuesta muchísimo que los cojan en urgencias, los diagnostiquen y los traten”. El psicólogo de la asociación, explica Valbuena, atiende a “ciento y pico personas al año”, pero los que logran que reciban atención médica son muchos menos, “cinco o seis personas.

Incluso si la persona en situación de calle logra entrar en el circuito, explican desde Casco, falta un acompañamiento en condiciones. “Lo máximo que vas a tener es un psiquiatra cada seis meses”, indica Valbuena, y aunque se recete medicación, es más difícil tomarla de forma ordenada para personas que añaden, a la enfermedad, pobreza y exclusión. Afrontan problemas tan simples, pero a la vez tan difíciles de resolver, como guardar los medicamentos. Desde Casco les ayudan a planificar la toma de medicación, en los casos que conocen, pero no pueden obligarlos a seguir el tratamiento “Hemos pedido que nos apoyen a las asociaciones con un psiquiatra de calle, pero no nos lo dan”, protesta Valbuena, que explica que tienen que lidiar con brotes agudos en su local y “no somos policías”. Su petición es “que nos ayuden” a ayudar a los que más lo necesitan.

La adjunta a dirección del albergue de Padre Rubinos, Andrea Carballo, coincide en que los recursos “son muy limitados, no solo de atención sino para dar alternativas y recursos residenciales a largo plazo a personas con enfermedad mental grave”. Un ejemplo es el de las mujeres víctimas de violencia de género: hay centros de acogida, pero hay algunas que por su trastorno “no pueden acceder a una casa de acogida al uso”, y, como no hay una específica para ellas, quedan excluidas.

En el colectivo de personas sin hogar “hay muchas personas con problemáticas de salud mental, muchas no tratadas o al menos no bien tratadas”, señala Carballo, y, aunque se coordinan con el equipo sociosanitario del Hospital Marítimo de Oza para ayudar a los usuarios del albergue, admite que atenderlos es “complejo”. En algunas ocasiones, explica, los usuarios tienen comportamientos “incompatibles con hacer uso del centro”, pero al mismo tiempo “a lo mejor el psiquiatra no valora que esté en un punto en el que pueda ser beneficioso” su ingreso en un pabellón sanitario. Estas personas quedan en un limbo por “falta de recursos específicos residenciales” que los puedan acoger y en los que puedan curarse. La existencia de un psiquiatra de calle que atienda a las personas sin hogar, indica Carballo, es “una necesidad”.

La directora de Cáritas Interparroquial en la diócesis, Pilar Farjas, explica que en el caso de pacientes psiquiátricos “lo fundamental es garantizar el cumplimiento del tratamiento, y eso requiere un sistema de seguimiento que no cubren los habituales”, por lo que “se requeriría un programa específico por la complejidad de estos pacientes”. Para Farjas, la solución pasa por la colaboración entre el Sergas, los servicios sociales públicos y las entidades que atienden a las personas sin hogar.

Consumo de drogas

Los usuarios de Casco, explica Valbuena, tienen “normalmente” problemas de salud mental y de consumo de drogas de manera conjunta. En muchos casos, considera Valbuena, personas que tienen un trastorno sin diagnosticar y no reciben “atención suficiente” recurren a las drogas para automedicarse, “como los niños que chupaban tizas por falta de cal”. “Menos mal que tenemos a Aclad”, indica la presidenta de Casco, por la labor de apoyo de la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga.

Desde Padre Rubinos, Andrea Carballo coincide en que exclusión, consumo y problemas mentales van muchas veces unidos. “Hay muchos trastornos derivados de consumos, y otros trastornos que existen se agravan por el consumo”, señala Carballo, que añade que la drogodependencia complica “hacer determinados diagnósticos” por parte de los profesionales de la psiquiatría.

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