Una barrera para poder hacer vida

Una vecina del Barrio de las Flores con un 92% de discapacidad exige soluciones a la falta de accesibilidad en su bloque, por unas escaleras que le impiden pisar la calle

Dolores Parceiro y Manuel López, frente a las escaleras que le impiden bajar a la calle   | // CARLOS PARDELLAS

Dolores Parceiro y Manuel López, frente a las escaleras que le impiden bajar a la calle | // CARLOS PARDELLAS / Jacobo caruncho

Era el año 1967 cuando se inauguraban las primeras viviendas del Barrio de las Flores, una ciudad en miniatura nacida como una zona de vivienda barata, moderna y funcional para alojar a familias modestas. A sus habitantes no les hacía falta salir del barrio, por el gran abanico de opciones comerciales que se instalaron en los bajos de la zona. Pero los años han pasado y las cosas han cambiado. Aquellos jóvenes vecinos tienen ya una edad y unas necesidades bien distintas a las que tenían cuando se asentaron en el barrio. Algunos, ahora, no pueden ni salir de casa. Es lo que le ocurre a los habitantes de algunos de los bloques del Barrio de las Flores, que por culpa de unas barreras arquitectónicas que nunca han sido derribadas no pueden pisar la calle.

A sus 90 años, Dolores Parceiro convive con “serios” problemas de movilidad, con una discapacidad reconocida del 92% y un grado 3 de dependencia. A Dolores y al resto de vecinos y vecinas del bloque 22 del barrio, ubicado en la calle Hortensias, once escalones les separan de la calle. Y en silla de ruedas o en el andador, esa distancia se convierte en toda una odisea. Las escasas veces que sale a la calle, principalmente para acudir a citas médicas, cuenta con la ayuda de su yerno, que reclama una “solución urgente” para los problemas de accesibilidad.

“El problema es obvio y llevamos mucho tiempo pidiendo que hagan algo, que nos pongan una rampa o algún tipo de elevador. Esto tenía que estar hecho desde hace muchos años, pero nadie ha hecho nada”, denuncia Manuel López, que quedó al cargo de su suegra tras el fallecimiento de su mujer. “Yo voy a cumplir setenta años, me encuentro solo y no puedo subir y bajar a mi suegra”, explica. Las escasas veces que ella pisa la calle “por necesidad” la solución pasa por esperar a que “algún generoso” pase por la calle y les ayude a bajar en su silla de ruedas, en la que el cuidador se las ha ingeniado para ponerle unos barrotes para facilitar la carga entre dos personas.

López, que durante diez años fue el presidente de la asociación vecinal del Barrio de Las Flores, tira de una hemeroteca que guarda llena de documento impresos para mostrar “la falta de interés” para solucionar los problemas de accesibilidad en el bloque en el que residen. En el año 1998 el Concello, el Imserso y la Fundación Once firmaron un convenio para poner en marcha un plan para que desaparecieran las barreras arquitectónicas de todo el barrio. Y los trabajos se iniciaron, pero nunca se completaron. “El presupuesto se acabó y quedaron sin hacer las reformas en nuestro bloque y en el 6 de la calle Margaritas, que está en la misma situación”, explica este vecino.

Desde entonces, son varias las ocasiones en las que Manuel López se ha dirigido al Concello coruñés para exigir una solución. “Ya en los inicios de los 2000 nos reunimos en el Ayuntamiento con el arquitecto y nos dijo que el proyecto estaba hecho pero que hacía falta aprobar otra partida y llevarla al pleno. Pero han pasado más de veinte años y así seguimos, no se ha hecho absolutamente nada”, lamenta.

Su suegra se dirigió por carta a la concejalía de Benestar Social para solicitar una rampa de acceso a la vivienda. Una misiva que, según explica López, fue pasada “al departamento de infraestructuras o a quien corresponda”, pero finalmente “nadie hizo nada”. En su insistencia, el vecino se dirigió dos veces más por registro al Ejecutivo de Inés Rey, una el pasado año y la última hace menos de un mes. “Me dijeron que me iban a llamar y que iba a venir un técnico, pero aquí no viene nadie”, denuncia. El asunto acabó en el pleno, como un ruego del BNG.

Su caso no es el único. En su bloque hay “mucha más gente” de edad avanzada que necesita esas soluciones para facilitar la accesibilidad. “Cuando vinimos aquí éramos unos chavales y priorizábamos otras cosas, pero ahora la gente ya va mayor. Aquí hay mucha gente mayor viviendo sola y algunos se han tenido que ir a vivir con sus hijos a otra zona para poder salir a la calle”, argumenta.

“Hay muchas maneras de acabar con estas barreras, simplemente hay que tener ganas de hacerlo”, concluye López.