El muñeco que balanceó a cuatro generaciones de A Coruña

El cierre por jubilación de Calzados Docampo dejará al Agra do Orzán sin el balancín de Pluto

Alfonso Docampo y su mujer, María Jesús Suárez, con el balancín de Pluto.   | // IAGO LÓPEZ

Alfonso Docampo y su mujer, María Jesús Suárez, con el balancín de Pluto. | // IAGO LÓPEZ / jOSÉ mANUEL gUTIÉRREZ

“Si la tienda queda abierta lo dejaré y si no, me lo llevaré a la aldea para mis nietos”, afirma Alfonso Docampo sobre el balancín mecánico con la imagen del perro Pluto que desde hace 55 años recibe a los clientes a la entrada de la tienda Calzados Docampo, en la calle Francisco Añón. Ese será el nuevo emplazamiento del muñeco, “salvo que venga algún iluminado y quiera pagar mucho dinero”, señala Docampo, quien indica que algunas personas pidieron que les avise si se decide a venderlo. “Pero no sé lo que vale y además tiene mucho valor sentimental”, afirma.

Alfonso está jubilado desde hace dos años, pero su mujer, María Jesús Suárez, continúa al frente del negocio, en el que se jubilará al final de 2024. El matrimonio intenta traspasar el establecimiento, que fue abierto por el padre de Alfonso, pero por el momento no lo ha conseguido. “Parece que hoy no quiere trabajar nadie y esto requiere mucho trabajo”, se lamenta Docampo, quien recuerda que durante su vida laboral entraba en la tienda bajaba a los ocho o las nueve de la mañana y salía a medianoche porque tenía también taller. Por el momento la tienda intenta liquidar los zapatos que le quedan y recibe a numerosas personas que aprovechan la ocasión, en especial quienes calzan un número inusual.

La presencia de Pluto en el comercio fue casual, ya que le fue ofrecido a su padre al poco de abrir la zapatería por un hombre que lo tenía colocado en Cuatro Caminos porque decía que no le daba dinero y gastaba mucha electricidad. “Le habían engañado porque quien se la vendió le dijo que iba a ganar mucho”, recuerda Docampo, quien explica que su padre aceptó colocarlo en la tienda porque pensó que mientras los niños estuvieran subidos en el muñeco, sus padres mirarían los zapatos del escaparate, de forma que sería un “efecto llamada”.

Y de hecho fue así, hasta el punto de que calcula que “debe haber cuatro o cinco generaciones de niños que montaron en Pluto”. Al cabo de un tiempo el dueño del balancín se lo vendió a su padre por la recaudación de dos años y con el paso de los años el propio Alfonso arregló la máquina cuando se averiaba.

“Cuando reformé la tienda puse una rampa para discapacitados y lo quité porque no se podía pasar, pero en el barrio presentaron casi 400 firmas para que volviera a ponerlo, por lo que lo coloqué sacrificando un poco una de las salidas”, recuerda Docampo. A la espera de que se produzca una decisión final sobre el destino de Pluto, el perro naranja permanece en la tienda como uno de los emblemas de esta zona del Agra do Orzán.

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