En 2021, Andrés Díaz (A Coruña, 1969) vio cómo batían el récord de Europa de 1.500 bajo techo que poseía desde 1999. Veintidós años después la figura del que es uno de los mejores mediofondistas españoles de todos los tiempos se revaloriza. En la Gala do Deporte da Coruña e a súa Comarca, que el viernes en el Ágora organiza LA OPINIÓN en colaboración con el Concello y con el apoyo de Fundación Emalcsa y Vegalsa Eroski, recibirá el premio de la trayectoria que le hace especial “ilusión” por ser en su ciudad.

¿Este premio le hace recordar y remover sentimientos?

La verdad es que fueron muchos años muy intensos y aunque ya hace casi veinte que me retiré, me sigo acordando muchísimo. Un premio siempre es un motivo de orgullo y alegría. Y este es especial. Es en mi ciudad y todas las veces que he ido a la Gala me parece muy familiar, un punto de encuentro en el que nos juntamos los deportistas de las diferentes disciplinas. Lo que más valoro además es que no solo se premian los resultados deportivos sino que se ponen en valor actitudes, comportamientos y valores que van más allá. Es especial, pero después de veinte años también me hace pensar ‘¡qué viejo voy ya!’.

Justo le llega el premio cuando le han arrebatado su famoso récord.

Creí que lo iban a batir antes, pero no debía de ser tan fácil porque se han tardado 22 años y lo ha batido la estrella del mediofondo mundial, campeón olímpico y que se habla que puede batir el récord del mundo al aire libre, que ya lo hizo también este año bajo techo —Jakob Ingrebigtsen—. Lo que da un poco de pena es que para que se valoren las cosas haya primero que perderlas.

Sabemos como termina la historia pero, ¿cómo empieza?

De niño hice un poco de todo. Me crié en la zona de la ronda de Outeiro a la altura de los Marineros e iba al colegio Raquel Camacho. Hacía fútbol, baloncesto, judo... básicamente estaba todo el día jugando. Hasta que hubo un día que me empecé a picar yo solo a dar vueltas a la manzana e ir más rápido cada vez. Fui al estadio de Riazor, me presentaron a Emilio Rogel y con él conseguí ser campeón de España absoluto y estuve hasta los 23 años, cuando me fui a Madrid. Yo me hubiese quedado encantado si tuviese los medios necesarios, pero no los tenía. Sabíamos que en el año 1995 nos iban a quitar la pista y me fui en octubre de 1994. Tenía 23 años y tenía que intentarlo. No quería quedarme con la duda. Pero me puse un plazo. Si no iba a los Juegos de 1996, me volvía para casa.

Entrenando en A Coruña ya se había quedado a las puertas de los Juegos de Barcelona 1992.

Ese año quedé campeón de España en pista cubierta de 800. Y mi entrando me dijo que íbamos a preparar los Juegos Olímpicos. Yo pensaba que se le iba un poquito (se ríe). Y efectivamente confiaba él más en mí que yo mismo. Para mí fue muy importante Emilio Rogel porque fue el que me metió la pasión, el gusanillo por el atletismo. El caso es que estábamos preparando los Juegos, yo estaba muy bien de forma y el día anterior de la competición fui a Sada. A la vuelta, venía por la carretera, me daba el sol de frente y cuando me di cuenta, estaba empotrado contra una casa. Me rompí las dos rodillas, la nariz también, que antes era chata (se ríe)... estuve dos meses recuperándome. Cuando volví a entrenar ya pensaba en la temporada siguiente, pero me empecé a encontrar bien y Rogelio dijo que lo intentásemos. Y me quedé a cinco décimas de la mínima. Y adiós Juegos.

¿Le costó adaptarse a Madrid?

En casa entrenaba con un grupo de amigos que éramos una familia, y nuestro entrenador era como un segundo padre, una figura que respetábamos mucho, que nos daba buenos consejos. Me costó mucho tener que irme. Porque en A Coruña para mí el atletismo era una pasión sin ninguna presión. Iba a Riazor a entrenar y a disfrutar, a pasarlo bien. Sabía que eso iba a cambiar al irme a Madrid. Cuando te dan una beca tienes que tener resultados. Pero la presión me la metí yo mismo al ponerme el objetivo de los Juegos. Después de Atlanta llegó el cambio al 1.500 y conseguí mis mejores resultados.

¿Fue 1999 su mejor año?

La gente se acuerda al final de los resultados, es lo que cuenta, pero para mí mis mejores momentos fueron cuando entrenaba con mis amigos en A Coruña. A nivel deportivo sí, en 1999 fui bronce en el Campeonato del Mundo, hice el récord de Europa, gané una prueba del Gran Prix, en la Golden League mi peor resultado fue un tercer puesto, quedé campeón de España, gané el Meeting de Barcelona con la mejor marca en suelo español hasta ese momento. Me salía todo, estaba en un estado de forma brutal, recogiendo lo que llevaba tantos años cosechando. Pero me quedé sin medalla en el Mundial de Sevilla al ser quinto en la carrera más rápida de la historia. Lo llevé bastante mal. Y no es que yo lo hubiese hecho mal, que hice mi mejor marca, fue que ellos corrieron más. Y vaya ellos: El Guerrouj, doble campeón olímpico en Atenas 2004. Ngenyi, campeón en Sidney 2000. Reyes Estévez, campeón de Europa. Y Fermín Cacho, campeón en Barcelona 1992. Después ya llegó Sidney 2000 que iba a por todas, todo el mundo pensaba que iba a tener medalla, pero tuve mononucleosis y fui séptimo, diploma olímpico, que ahora lo veo por casa y digo, ‘dios, yo conseguí eso’, pero en ese momento te pillas un cabreo...

¿Pero al final se valora una trayectoria en conjunto?

Yo estoy muy orgulloso si hago un resumen de mi vida deportiva. Si cuando daba vueltas a la manzana me dicen que iba a hacer un récord de Europa, me daría la risa. Incluso cuando llevaba uno o dos años o cuando quedé campeón de España por primera vez. Todos los deportistas cuando nos retiramos siempre pensamos que podíamos haber hecho un poco más. Y si aquel día no me pilla la mononucleosis, y si, y si... pero estoy más que satisfecho. Tengo en casa un diploma olímpico, una medalla mundial, tenía un récord de Europa que sigue siendo récord de España... pero en el alto nivel cuando vas consiguiendo cosas, te conviertes en esclavo de tus logros. Quieres más. Y cuando pierdes eso, es que estás fuera ya de ese mundo.

¿Le quedó alguna otra espina?

Soy muy pesado y siempre estamos con lo mismo, pero desde 1995 una ciudad como A Coruña, con lo grande que es y avanzada que es, no puede permitirse no tener una instalación municipal multideportiva con unas pistas de atletismo. Madrid y Barcelona tienen los mejores medios... pero entre eso y esto hay un punto intermedio. Tener que irte porque no hay pista de atletismo, como me pasó a mí... Hubo una promesa en el año 1995 y estamos en 2022. Yo ya no estoy en contacto con el alto rendimiento, pero sigo siendo un enamorado del atletismo y tengo que hacer todo lo que pueda para ayudar a mis compañeros.