Noel apareció hace nada entre el deportivismo. Lo hizo con la cara lavada, como un tesoro oculto en una generación llena de diamantes. Entre la toxicidad y el derrotismo de los últimos tiempos, esa frescura, ese liderazgo de un grupo ganador, sus muecas, esa pillería del gol de Calahorra... Era todo. Parece de la calle, es una gran promesa y no deja de ser ese aire fresco que necesitaba Riazor para creer en un futuro mejor. Una perla y mucho más. Tras el fogonazo y las presentaciones, está la gestión, el día a día, el cómo darle la mano para llevarlo hasta arriba. Hay quien quiere correr, hay quien desea marcar cada paso con una huella firme. Y en ese tira y afloja el niño que juega como en el patio de su casa se ha topado de bruces con el deporte profesional. Con la ansiedad, con las presiones, con los intereses... Admite matices cómo se han llevado sus seis partidos con el primer equipo. La crítica puede aparecer, sin duda, por la cantidad de minutos que ha vivido en esa tierra de nadie que es el banquillo para un joven de 18 años. Casi todo es admisible, no lo es generar una presión insoportable, no lo es convertir a un jugador que apenas supera la mayoría de edad en un arma arrojadiza. Jugar con material inflamable puede ser tentador, pero... Noel ha entrado en el terreno de los mayores, en el más movedizo, con el que también tendrá que convivir sí o sí.

La gestión del salto de Noel admite críticas, pero no debe convertirse en arma arrojadiza ni en cuestión central

Entre esos ficticios Apocalipsis, el Dépor afronta sus primeros titubeos y a Noel le ha tocado vivirlos con él por el medio sin haber pisado apenas el césped y aún con ficha de juvenil. Su nombre se corea en Riazor con solo media hora de juego con los mayores a sus espaldas. Hay a quien le cuesta años lograr tal gesto popular, hay quien no lo consigue en la vida. Prematuro en su caso, él tiene ese imán. No hay que desdeñar que la gente se ilusione. Con frecuencia se olvida el componente lúdico e identitario del fútbol. Todo urgencias, todo prisas, todo sumar puntos y devorar categorías. No. A vivir, disfrutar y sentir. Pero con medida.

El deportivismo ha ido a demasiadas guerras en los últimos tiempos y sabe detectar los debates estériles

El punto justo es saber que no tiene sentido que sea el centro del debate, es percibir, que más allá de discrepancias, Noel no deja de ser un elemento frágil en un medio diferente. Sí es Primera RFEF y sí el barcelonista Gavi está en la selección de Luis Enrique, pero el ‘27’ no ha catado el Fabril y hace meses ni siquiera era la perla del Juvenil que acaparaba con mayor fuerza los focos. Paso a paso. Fue un error no tener valentía con la cantera en todos esos últimos años, tampoco es el momento de pasarse de frenada con él para compensar todo lo anterior. Borja debe estar limpio para tomar decisiones, independientemente de su situación contractual. Esa cautela, que comanda y a veces extrema el técnico, no quiere decir que al canterano no se le echase de menos en los últimos minutos ante la SD Logroñés. La pareja Miku-Quiles había hecho uno de sus mejores partidos, a pesar de la falta de puntería. Aún así, podría haber sido diferencial esa frescura de Noel para combinar en ataque y dar aire, para cerrar el partido a campo abierto. Al menos, tenerlo 20 minutos en un contexto favorable... Los jóvenes crecen de verdad cuando el partido está en el aire, cuando hay algo en juego. Pero no dejan de ser matices, que no sustentan el inicio de la III Guerra Mundial o que no justifican pretender hacer tambalear un proyecto por esta gestión y por un empate y una derrota tras cuatro victorias. Y no es solo el fútbol, son las sensaciones. El deportivismo es exigente, tampoco tonto. Tras bajar revoluciones y enfriar el enfado, no va a ir a una guerra artificiosa. Ha tenido demasiadas en los últimos tiempos y esas sí eran reales. Tiene la vista calibrada para detectar una alarma verdadera y esta, de momento, está lejos de serlo.

Ganará el 90% de los partidos como el de la SD Logroñés. Defender con la pelota, la asignatura de los últimos años

Defender en el área

El golpe que se llevó el Dépor el viernes llevaba tiempo buscándolo. Es inevitable percibirse frágil, dar un paso atrás y acabar defendiendo el fuerte. Humano. Nadie niega tampoco el valor de saber cerrar el área. Pero no puede ser el único camino con un resultado en franquicia. Ya sobrevivió al bombardeo en Tudela, ya hizo escapismo ante el Badajoz. Con esa tendencia algún día iba a acabar pagando. La cruz le estaba esperando en ese juego recurrente de la moneda. Es una de las asignaturas del Dépor en los últimos años: aprender a defender con la pelota. En Calahorra logró cierta soltura para hacerlo, le ayudó el resultado. Y le ha faltado continuidad. Requiere maneras para hacerlo y, sobre todo, tranquilidad, no dudar, sentirse fuerte. Tampoco es fácil cuando durante muchos años ha sido tu opción preferida, aunque el grueso de jugadores haya llegado este verano. Hay vicios que sobreviven a plantillas remozadas.

El error, más que esa jugada final, fue no haber cerrado el partido antes. Hasta el viernes había mostrado una pegada demoledora, ese día perdió punch. Se juntó todo. Es un partido tipo que en el 90% de las ocasiones lo ganará, pero debe tener cintura para moverse en ese 10%. La exigencia del ascenso lo pide. Pasito a pasito, el equipo se metía en la cueva y Borja no pudo impedirlo. Porque el grupo no fue receptivo, porque la situación pedía a gritos desde hacía minutos recambios para airear a los guías del equipo. Ese medio que quiere la pelota, que es capaz de dar un paso al frente y no meterse en el área a achicar con el resto. Es una de sus tareas, subsanarlo. Con una respuesta global, con un cambio de cromos puntual. Siempre anticipándose. Trabajo de entrenador.