Raúl alivia el sofoco del Dépor

Mucho calor y poco fútbol en el Romano José Fouto, escenario de un partido espeso e igualado que decidió el canterano con su cañonazo - El equipo coruñés, que gana sin convencer, acabó achicando balones

El coruñés Raúl Carnero celebra su gol, el de la victoria del Deportivo en Mérida. |  // LOF

El coruñés Raúl Carnero celebra su gol, el de la victoria del Deportivo en Mérida. | // LOF / Eugenio CobAS

Que al Dépor le falta fútbol se nota a leguas. De momento vive de chispazos individuales. Contra la Balompédica Linense fue Mario Soriano el que sacó al equipo de un apuro y ayer le tocó a Raúl Carnero aliviar el sofoco de los blanquiazules en Mérida. Solo un disparo visitante entre los tres palos, el del gol del lateral. Escaso bagaje ofensivo, generalmente insuficiente para ganar, en casa y más aún fuera, pero que al Deportivo le bastó para estrenarse a domicilio con triunfo. Vence sin convencer para ganar puntos y también tiempo en busca del crecimiento individual y colectivo que le permita ofrecer una mejor versión.

La de ayer, discreta, fue de más a menos, justo al revés que en el debut contra la Balona. Por lo menos en la primera parte el Dépor tuvo el balón. Eso sí, para amasarlo en posesiones larguísimas que murieron casi siempre muy lejos de la portería del Mérida. Ni Álex ni Villares fueron capaces de darle fluidez al equipo desde la zona ancha. Lo intentan, porque les toca, pero no es su principal función. Están para otra cosa y no destacan precisamente por su creatividad. Urge solucionar ese problema de fluidez pero siempre es mejor construir desde la tranquilidad que dan las victorias que hacerlo sin que acompañen los resultados. De momento, dos partidos y dos triunfos, aunque con más puntos que méritos en el casillero blanquiazul.

En Mérida esa falta de imaginación y ritmo condenó al Dépor a jugar al frontón ante un rival juntito y muy bien plantado, que salió al campo con el objetivo claro de defender el 0-0 y correr a la contra. De esa forma llegaron las primeras finalizaciones, con sendos disparos de Viñuela y Copete que se perdieron por encima de la portería de Mackay. El equipo extremeño se estiraba poco, pero cuando lo hacía era para acabar sus jugadas, aunque fuese con disparos lejanos. Prohibido dar al Dépor la opción de atacar a campo abierto sin tener las espaldas bien cubiertas.

El calor no ayudó a que el Deportivo se entonara y apenas les llegaron balones a sus jugadores más desequilibrantes, Quiles y Soriano, incapaces de hacer correr a Kuki Zalazar, la sorpresa en el once y la única novedad con respecto a la alineación del estreno liguero en Riazor. Esta vez Borja Jiménez dejó en el banquillo a Gorka Santamaría, un delantero más de área y rematador, para apostar por la movilidad del hispanouruguayo. Poco se le vio pese a sus ganas de agradar. Tampoco a Víctor Narro, que acabó formando desde el inicio pese a la torcedura de tobillo que lo lastró durante la semana. No pudo entrenar con el grupo hasta el viernes, un trastorno que a la fuerza se acabó notando sobre el césped extremeño. En realidad, nadie brilló en este Dépor tan plano y sin ideas para superar líneas de medio campo en adelante. Solo un destello, el de Raúl Carnero con su gol.

Quiles avisó con un disparo ajustado que acabó en córner y de ese saque de esquina nació el tanto que decidió el encuentro. Parecía que el balón pasado al segundo palo se iba a perder sin peligro, pero Quiles le dio una segunda vida para que Soriano acabara conectando con Raúl. El zurdazo del coruñés, un auténtico cañonazo, se coló entre una maraña de jugadores y acabó sorprendiendo al portero Montoya (m.35).

Pese al marcador a favor a Borja Jiménez no le acababa de gustar el guion del encuentro y optó por un doble cambio en el descanso. Dejó fuera a Álex Bergantiños y Kuki Zalazar para dar entrada a Roberto Olabe y Rubén Díaz, pero lejos de mejorar el rendimiento todavía decayó más, hasta el punto de que el Mérida pasó de dominado a claro dominador. Pudo empatar en el arranque del segundo acto en una jugada de Viñuela, cuyo envío desde la línea de fondo casi lo introduce involuntariamente Lapeña en su propia portería. El balón dio en el palo pero perfectamente podría haber entrado. Susto grande para los blanquiazules, cada vez más imprecisos con la pelota y que lo acabaron fiando todo a su fortaleza defensiva, un gran riesgo ante cualquier rival fuera de casa.

Poco a poco el Mérida adelantó líneas y a base de fe y coraje obligó al Dépor a tener que recular, hasta el punto de acabar atrincherado y achicando balones. Al contrario que el fin de semana anterior contra la Balona, esta vez no supo defender con la pelota ni se asomó al área rival en la última media hora. Borja Jiménez agotó los cambios primero con Gorka e Isi y luego dando entrada a Ibai, pero el dominio siguió siendo claramente local.

Ni Larrubia, con un disparo muy centrado a las manos de Mackay, ni tampoco Carlos Cinta, que remató arriba, acertaron a anotar para hacer justicia en el marcador. Merecía más el Mérida ante un Deportivo sin personalidad y con hechuras de equipo pequeño que acabó renunciando por completo a la pelota y abusando de los balonazos para tratar de alejar como buenamente pudo el peligro de su área.

Mucho riesgo y suspense de cara a la recta final. A los coruñeses se les hizo larguísima. No por el número de ocasiones locales, que tampoco fueron tantas, pero sí por la sensación de que en cualquier acción podía llegar el 1-1, con el campo totalmente volcado hacia el área deportivista. No lo encontró el Mérida tampoco en el descuento, ni siquiera por mediación de Lolo Pla, una de las cartas ofensivas que Juanma Barrero puso en juego desde el banquillo. El exatacante del Lugo fue el encargado de lanzar una falta peligrosísima en el 93, muy centrada y justo al borde del área, pero su potente golpeo se estrelló en la barrera. Solo tras el pitido final respiró aliviado el Deportivo, cuyo discreto partido en Mérida le dio para ganar. Seis puntos de seis posibles, que es de lo que se trata, pero mucho por mejorar.

Suscríbete para seguir leyendo