El 9 de julio se cumplieron 208 años del uso por los marinos de la Armada española del botón de ancla en sus uniformes. Una Real Orden de esa misma fecha establecía el uso de ese botón dorado con el ancla en su faz, algo que todos los marinos españoles han adoptado como propio para evidenciar su condición de hombres y mujeres de mar.

El Botón de Ancla nos permitió conocer las vicisitudes de tres marinos en la Escuela Naval de Marín -nuestro Antonio Casal, el inolvidable Fernando Fernán Gómez y aquel gran actor que fue Jorge Mistral- en una visión muy peculiar del director de la cinta, estrenada en 1948, Ramón Torrado. Un remake de esta película fue dirigido por Miguel Lluch en 1961 y permitió el lucimiento en el cine de Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, el Dúo Dinámico que, entre otros temas musicales, interpretaban en esa nueva versión de Botón de Ancla la canción Guardiamarina soy.

Dos largos siglos después de su utilización en la Armada, el botón de ancla está tan considerado marino como el tristemente desaparecido Galatea o el todavía airoso Juan Sebastián de Elcano; pero el aniversario de su entrada en servicio ha pasado desapercibido para la mayoría de los españoles a pesar de que ese adminículo dorado es la esencia misma del marino en cualquiera de sus facetas.

Son 208 años de mar. Tantos que da escalofríos pensar en cuántos acontecimientos nacionales e internacionales han visto pasar desde la cubierta, la sala de derrota o la camareta del piloto de turno. Acontecimientos que hicieron cambiar la historia en multitud de ocasiones, para bien y para mal. Pero el botón de ancla se mantuvo ahí, en el pecho, la bocamanga, las hombreras y a ambos lados de la visera de la gorra de plato de nuestros marinos como testigo permanente de que no hay nada inmutable más allá del sentimiento de ser marino o marinero, de ser profesional de la mar o amante de esta desde los eventos deportivos o de recreo.

¡Cuántas veces esos botones de ancla han mirado al cielo acompañando el desplazamiento del sextante, o el ir y venir de aquellos que tejían y destejían velas en las vergas que festoneaban como perchas la verticalidad de los mástiles!

Aquellos que huían de los gualdrapazos que intuían para refugiarse en el convés, casi siempre más seguro.

Botón de ancla: compromiso con y en la mar, desde proa a popa, de babor a estribor; palabra de honor del marino que lo luce sobre fondo azul de mar y sueños incluso en un tiempo tan inestable como el que nos toca vivir, pendientes siempre de la mar y los tsunamis económicos que éste nos trae para que aprendamos a aguantar.

Más de dos siglos de vigencia y nosotros sin conocerlos de cerca. Como tampoco conocemos a fondo a aquellos que los usan o los llevan.