La tercera visita de Juan Carlos I a Sanxenxo, de nuevo de perfil bajo

Con menos expectación mediática y social que en las anteriores ocasiones, el padre de Felipe VI llegó ayer a la casa de su amigo Pedro Campos, donde estará hasta el martes

El rey emérito regresa a España

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Cristina prieto

Mínima expectación en el regreso de Juan Carlos de Borbón a Sanxenxo. El rey emérito, de 85 años, llegó ayer a la localidad, en la que es ya su tercera visita a España desde que decidió trasladar su residencia a Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) en agosto de 2020. Se trata, una vez más, de una visita privada que carece de agenda oficial, por lo que todo son especulaciones sobre lo que hará en los próximos días, aunque lo que sí ha trascendido es su intención de participar en la regata de 6 metros que tendrá lugar durante el fin de semana en la ría de Pontevedra como preparación para el Mundial de la categoría, que será en el Reino Unido a finales de agosto. Tampoco es oficial, pero fuentes cercanas al monarca apuntaron que se quedaría en la zona hasta el próximo martes.

Minutos antes de las 15.00 horas, el rey emérito llegaba a la casa de su amigo y regatista Pedro Campos en Nanín. Siguió la dinámica de su anterior visita, saludando a la prensa desde el asiento del copiloto sin bajar la ventanilla, como sí había hecho en su primer viaje a España, en mayo de 2022. En esta ocasión, tampoco respondió a la pregunta de cómo se encontraba, ni con gestos ni de forma verbal. Había aterrizado en el aeropuerto vigués de Peinador a las dos de la tarde tras casi ocho horas de vuelo en un avión privado. Allí, recibido como ya es habitual por Campos a pie de pista, bajó de la nave vestido con una camisa azul y una americana marina y también saludó y se le vio sonriente.

Baja expectación mediática

Apenas 25 periodistas (menos de la mitad que en su anterior estancia en Sanxenxo, en abril) y solo dos o tres vecinos curiosos aguardaban su llegada a las puertas de la casa de Pedro Campos. La normalidad y la indiferencia empiezan a ser ya la tónica habitual en las visitas del emérito a Pontevedra, donde lo que más llamó la atención de los vecinos fue el despliegue mediático y de medidas de seguridad. Hasta tres coches de la Guardia Civil vigilaron los alrededores de la casa de Nanín en las horas previas a la llegada del monarca y la habitual unidad canina inspeccionó los vehículos aparcados en la zona.

Así, junto a los reporteros hubo un reducido grupo de curiosos, que se lamentaron por haber visto simplemente el pase rápido de Juan Carlos I en el asiento de copiloto del vehículo de Pedro Campos, presidente del club náutico local.

Un intento de sonrisa tímida y un saludo con la mano fue lo poco que se llevaron después de una hora de espera bajo un intenso calor. Algunos coches hicieron sonar sus bocinas, pero muy pocos, y hubo un conductor que gritó “viva Galiza ceibe” al enterarse del porqué de la presencia de los periodistas.

El alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, que acudió a una reunión de su partido, el PP, en Santiago y acto seguido regresó a las Rías Baixas, no quiso hacer declaraciones esta vez y se limitó a recordar lo que siempre se ha expresado desde el Concello, que es una satisfacción y una alegría tener al rey emérito en el municipio.

Un municipio el de Sanxenxo en el que, de momento, reina la indiferencia con respecto al regreso del rey emérito a la zona, con contadas voces a favor de su presencia en el pueblo y también contadas críticas. Entre estas últimas, las del coordinador nacional de Podemos Galicia, Borja San Ramón, que rechazó que Juan Carlos I vuelva a Galicia con “total normalidad” y “se pasee libremente” por Sanxenxo cuando “aún no ha dado explicaciones” de las informaciones publicadas sobre su fortuna.

¿Traslado a Sanxenxo?

Desde la vez anterior que Juan Carlos I estuvo en Sanxenxo han pasado apenas tres meses. En pleno mes de julio, vecinos y turistas que viven en Sanxenxo están, claramente, más pendientes de disfrutar del buen tiempo y de la playa, como se pudo comprobar en un arenal de Silgar.

Un hombre, que pidió resguardarse en el anonimato, compartió su convicción de que el emérito debería hablar con su hijo, el rey Felipe VI, que precisamente ayer viajó a Palma de Mallorca para comenzar allí su estancia veraniega, y decidir ya si se queda definitivamente en España, en lugar de andar yendo y viniendo, sobre todo porque cada vez lo hace en un espacio de tiempo más breve: entre su primera visita y la segunda pasó casi un año (unos 11 meses), mientras que entre la segunda y esta tercera apenas han pasado tres meses. También porque en las últimas semanas ha trascendido que el monarca estaría buscando casa en Sanxenxo para instalarse si no definitivamente, sí con estancias de mayor duración.

La primera visita de Juan Carlos I a España, en mayo del año pasado, había generado enfado en la Casa del Rey. En esa ocasión sí hubo convocatorias y todos sus movimientos se siguieron. Felipe VI mantuvo un encuentro el día 23 de aquel mes con su padre y le recordó la privacidad con la que deberían transcurrir este tipo de desplazamientos. Aquel mensaje, aparentemente, parece haber calado en el emérito, ya que su agenda para estos días no trasciende y ni siquiera su entorno más cercano suelta prenda.