Los hogares de tres generaciones remontan para conciliar y por la falta de vivienda

Expertos advierten del retraso de la emancipación | Aun así, las familias donde padres, hijos y abuelos comparten casa se desplomaron un 25% en Galicia en quince años

EDICIFIO EN LA CALLE XOSE LESTA MEIS, EN XUXAN (A CORUÑA)

EDICIFIO EN LA CALLE XOSE LESTA MEIS, EN XUXAN (A CORUÑA) / Casteleiro/Roller Agencia

C. Villar

De las viejas estampas familiares que incluían a abuelos, incluso tíos, además de a los progenitores y a los vástagos en cenas compartidas bajo un mismo techo van borrándose rostros. La sociedad del mañana, incluso la del ahora, es un lugar donde la leche se vende en dosis individuales porque los hogares se van quedando reducidos a su mínima expresión, a los unipersonales, que serán uno de cada tres en trece años. En ese escenario, son excepción las casas habitadas por familias extensas, núcleos donde conviven parientes de distintas edades, también en Galicia, que hace dos décadas era líder en España en esta solución habitacional. Con todo, la moda vuelve: las circunstancias laborales y las exigencias de ahorro o de conciliación contrarrestan la inercia hacia la soledad y los hogares donde comparten vida tres generaciones notan un repunte.

Lo reflejan así los datos publicados por el Instituto Galego de Estatística (IGE), que cifran en alrededor de 65.000 las casas en las que miembros de tres generaciones pueden sentarse en la cotidianeidad en torno a una televisión que sintoniza programas para todos los públicos. Que esta configuración familiar recupere protagonismo cuando las estadísticas prospectivas advierten de un imparable avance de la soledad tiene que ver con un contexto en el que la vivienda es un bien escaso y en donde los sueldos van justos, y en el que los gallegos que se deciden a tener descendencia deben hacer malabarismos para conciliar empleo y familia.

Expertos en demografía como el catedrático de Xeografía Humana de la Universidade de Santiago Carlos Ferrás apuntan en esa dirección: “problemas de vivienda y de conciliación”, además de “envejecimiento creciente de la población, el retraso en la edad de independencia y en la salida del hogar de los jóvenes” y una “relación con los altos precios y escasa oferta de plazas en las residencias para mayores”.

Este especialista advierte, no obstante, que en estos hogares de tres generaciones “coincide la crianza de los hijos con el cuidado a los abuelos, lo que sobrecarga y tensiona la vida diaria en la unidad familiar”. Si bien concede que “los abuelos pueden ser una ayuda valiosa para facilitar la conciliación laboral y familiar de los padres y madres”, advierte que eso es así “solo mientras gocen de buena salud y tengan disposición al respecto”.

A la espera de comprobar si ese “cambio importante”, como lo define Ferrás, es coyuntural o se mantendrá, la cifra de 65.000 hogares que ofrece el IGE para finales de 2022 es un 7,6 por ciento superior a la que se registraba un año antes. No es la primera vez que este tipo de hogares experimenta un impulso. En 2011, 2012 y 2013, todavía bajo el paraguas de la crisis que se desató en 2008, también se notó un ascenso, pero no superó el uno por ciento. Volvió a haber destellos de subida en 2015, 2017 y 2018, pero la registrada en el último ejercicio es la más acusada.

Como apuntaba Ferrás, hay que tener en cuenta que los jóvenes, aquellos que están en edad de emanciparse y formar su propia familia si así lo desean, llevan décadas sin tenerlo fácil y las circunstancias no han cambiado. En general, los datos del Consejo General de la Juventud apuntan a que si antes de la irrupción del COVID, el 18,6% de los jóvenes gallegos había abandonado el hogar familiar para establecerse por su cuenta, esa tasa cayó 1,2 puntos en el último año, un fenómeno que asocian al encarecimiento de los alquileres y que se produciría, apuntan, pese a la recuperación del empleo en el colectivo.

Los datos del IGE muestran que el número de jóvenes que, incluso teniendo pareja, vive en casa de sus padres experimentó un crecimiento en el grupo de edades entre los 30 y los 34 años lo que puede incidir en el alza de la cifra de hogares con al menos tres generaciones bajo el mismo techo. Si esa pareja tiene algún hijo, es posible que esa coexistencia sea entre cuatro generaciones.

En casa o fuera de ella, los abuelos gallegos resultan un apoyo para la conciliación en Galicia. De hecho, la irrupción del COVID y el miedo a los potenciales efectos sanitarios en los mayores propició que ese cuidado fuese desplazado hacia opciones profesionales en Galicia.

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