El estallido de la burbuja inmobiliaria convirtió a Miño en paradigma del ladrillazo y mostró la faceta más amarga de la especulación, la de un pueblo al borde de la quiebra por las anomalías en la gestión de una macrourbanización anunciada en su día por los gobernantes como una “bendición”.

Costa Miño Golf ha conseguido resurgir reconvertida en primera residencia de cientos de familias atraídas por las ofertas a la baja de los bancos y ha sido otra crisis, esta vez sanitaria, la que ha dado ahora el impulso definitivo a un ámbito que ha pasado de ser destino vacacional con el campo de golf como centro gravitatorio a la segunda localidad más poblada del municipio. “Yo lo llamo el milagro COVID”, cuenta Jacobo Anido, de Poisa y Valiño, la inmobiliaria más veterana del ámbito, que llama la atención sobre cómo la pandemia ha operado un cambio de modelo en esta urbanización, que se ha llenado de vida todo el año.

No es la única paradoja en un pueblo que intenta sacudirse en sambenito de destino vacacional y el estigma de los años locos del ladrillo. Aunque a pequeña escala, otros zombies urbanísticos también resurgen tras un largo letargo inmobiliario y emprenden una nueva vida alejada de la promesa de sol y playa que apuntaló sus cimientos.

Es el caso de un céntrico edificio de apartamentos de veraneo que no llegó a estrenarse y que acoge desde hace unos días a familias que buscan empezar de nuevo. Son las doce beneficiarias de la convocatoria de viviendas en régimen de alquiler social que puso en marcha el Concello de Miño tras alcanzar un acuerdo con la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) en virtud del cual el Ayuntamiento se comprometía a cambio a pagar 125 euros mensuales por piso más los impuestos.

Sala de uno de los pisos vacacionales que no llegaron a estrenarse reconvertido en vivienda social

Las familias en situación vulnerable que se han beneficiado de esta primera convocatoria estrenan los pisos, que fueron amueblados por el Concello en función de las necesidades de cada unidad familiar. Y no resultó fácil. Los apartamentos fueron diseñados para aprovechar al máximo el espacio y presentan ángulos, aristas que complicaron la instalación de los muebles. “Está todo súper medido”, explica hace par de unas semanas la concejala de Servicios Sociales, Yolanda Bello, a este diario en plenas labores de acondicionamiento de las viviendas.

Vecinos de Miño donaron muebles para acondicionar estas viviendas de alquiler social

Ella, la concejala de Participación Ciudadana, Catalina Morado, y los trabajadores municipales se armaron de cinta métrica y paciencia para amueblar los pisos en función de las necesidades particulares de cada familia. Y la solidaridad vecinal contribuyó a reducir la factura municipal en mobiliario. Numerosos residentes en Miño donaron al Concello muebles y enseres que forman parte de los recién estrenados hogares.

Las concejalas Yolanda Bello y Catalina Morado instalan la cama de uno de los dormitorios

El Concello prevé llegar a más acuerdos con la Sareb para dar un uso social a las viviendas embargadas durante la crisis

El Concello prevé ahora llegar a nuevos acuerdos con la Sareb para la cesión de otras viviendas embargadas y ofrecer un alquiler social a las familias que quedaron fuera de esta convocatoria. Desde el Gobierno local apuntan que los 12 pisos que han sido asignados no se ajustaban en algunos casos a las necesidades de algunos aspirantes, especialmente por el número de miembros: “Se trata de proporcionar una vivienda digna, no de hacinar a las familias”, apunta Catalina Morado, que detalla que la ordenanza que regula el alquiler de los pisos establece una serie de normas de convivencia y que su incumplimiento lleva aparejada la resolución del contrato.