La Guardia Civil descarta que otra persona participase en el crimen de Oza-Cesuras

Los agentes declaran en el juicio que los testigos solo vieron a un hombre, cuya descripción se corresponde con la del detenido uDesvela que hallaron restos de pólvora en su chaleco

El acusado del crimen de Oza-Cesuras, en el juicio. |   // IAGO LÓPEZ / R. AGENCIA

El acusado del crimen de Oza-Cesuras, en el juicio. | // IAGO LÓPEZ / R. AGENCIA / Antares Pérez

Seis agentes de la Guardia Civil y de la Unidad de Delitos contra las Personas de la Policía Judicial prestaron ayer declaración como testigos en el juicio por el crimen de Oza-Cesuras. Todos negaron la existencia de indicios que apunten a la participación de una tercera persona en el asesinato de un disparo en la nuca, a quemarropa, de Cristina N.T. en la tarde del 15 de enero de 2021. “No se encuentra ningún indicio que relacione los hechos con otra persona”, en palabras de uno de los investigadores.

Los rastros de sangre, pisadas y ADN y otros indicios, como restos de disparo en un chaleco, conducen exclusivamente al acusado, Alberto S. P. , que es, además, el único que ha sido identificado por los testigos. Ni rastro de El Portu, el supuesto cómplice del detenido y responsable, según su testimonio, del disparo que acabó con la vida de la joven de 33 años, auxiliar de ayuda en el hogar, casada y con un niño de dos años.

Los agentes de la Policía Judicial declararon que al poco de llegar al lugar del crimen, en la pequeña aldea de Vilar de Costoia, en Porzomillos, se dieron cuenta de que “había algo raro”. “No parecía un robo”, señaló uno de los agentes del Grupo de Delitos contra las Personas. Ni la hora escogida para el allanamiento ni los objetos requisados al detenido o el estado de la vivienda encajaban en ese supuesto.

Sus sospechas de que había una motivación distinta al robo al que apela la defensa fueron a más al día siguiente, al ser conocedores de los lazos laborales entre el marido de la víctima y la mujer del detenido. Tras desplazarse hasta la empresa de paquetería de Ledoño en la que trabajaban ambos, los agentes contactaron con la mujer del acusado, que estaba de baja y que voluntariamente les entregó unos chats con conversaciones que probaban su relación personal con el marido de la fallecida. “Nos dijo que la relación laboral y personal se fue deteriorando y que ella estaba de baja porque había tenido problemas”, declaró uno de los testigos.

Análisis de los chat

El análisis de las conversaciones entre el marido de la fallecida y la mujer del detenido tampoco ayudan a esclarecer las causas del crimen. La agente encargada de examinar el chat declaró que los intercambios de mensajes comenzaron en octubre de 2018 y terminaron en agosto de 2019. Eran conversaciones largas, de dos o tres horas, siempre por la noche. “La mayoría eran cotilleos de trabajo, sobre la vida en general”, detalla la agente. También salían a relucir asuntos más personales: “Ella se quejaba de su vida, de que el acusado pasaba mucho tiempo fuera, de que había vuelto a consumir... Él intentaba animarla”, relata la agente, que afirma que era la esposa del acusado la que iniciaba el “80% de las conversaciones” y la que “intenta algo más”. “A él le gusta que le regalen la oreja, pero mantiene la distancia, reitera que está casado”, declaró la investigadora, que a preguntas de la defensa, admitió la existencia de conversaciones subidas de tono, pero nada que pruebe una infidelidad.

Tiempo después, ella le dijo que su marido había visto los mensajes. La fallecida también tuvo conocimiento de la relación, lo que provocó una “crisis en el matrimonio” . En agosto de 2019, cesaron las comunicaciones: “Cris dice que quiere quedar contigo para hablar, que puede esta tarde”, le escribió el marido de la víctima. Ella se negó. "Como sabes, no estoy bien”, respondió. “Ahí acabó todo”, concluyó la agente.

Inspección ocular

La tarde del 15 de enero de 2021, las patrullas de la Guardia Civil de Cambre y Abegondo fueron las primeras en llegar al lugar del crimen. Pasaban de las siete de la tarde, anochecía. Había luz en la vivienda. En el suelo de la entrada, cerca del portalón del garaje, hallaron el cadáver en bata y pijama de Cristina N.T. , que estaba sola en casa, recuperándose de una operación.

En la casa, salvo en la entrada y la escalera, ”todo estaba como debería estar, colocado”. En el salón, la luz encendida y una película en pausa en la televisión”, detalló uno de los investigadores. Nada que apuntase a un intento de robo. Ya en las escaleras eran visibles los indicios de una persecución: pisadas del detenido, manchas de sangre en el pasamanos y también en el tejado al que daba la ventana del baño por la que saltó la víctima en su huida, seguida, supuestamente, del acusado.

Los agentes de Cambre localizaron al detenido a escasos 150 metros del cadáver de Cristina N. T., en una finca situada detrás de la vivienda, agazapado entre la maleza. “Nada más verlo nos dijo ‘yo no hice nada, me duele un pie’; relató el efectivo que lo localizó. "Fue decirle que la chica estaba muerta y se desvaneció”, añadió. Fue el primero de dos infartos que sufrió Alberto S.P. , que tuvo que ser trasladado al hospital.

“Estaba cubierto de sangre de arriba a abajo y tenía cortes por todas las manos”, detalló el agente que lo localizó escondido entre la maleza.También tenía heridas en una pierna, producidas presuntamente al trepar por el portalón. El detenido llevaba consigo una pequeña mochila en la que portaba un cinturón, las llaves de unos grilletes y el ticket de una armería. A unos cien metros, semienterrada, apareció al día siguiente una bolsa de plástico con grilletes, guantes, una cadena metálica de cinco metros, una pistola y el chaleco reflectante con manchas de sangre. La bolsa se encontraba a unos cien metros del sospechoso, en línea, en la trayectoria de huida.

Indicios y “lagunas”

Entre los indicios que apuntan a Alberto S. P, los agentes enumeraron restos de guantes, un gorro que, supuestamente, le cayó cerca de la entrada, sus pisadas o el chaleco reflectante, “que dio positivo en disparos y ADN”. Los investigadores apuntaron también a una caja de grilletes vacía en su coche y restaron importancia al hecho de que no apareciese pólvora en sus manos, a pesar de que le pasaron el tampón de muestra entre “cincuenta y cien veces”, como recalcó la defensa. Apuntan al hecho de que sus manos fueron desinfectadas a conciencia a la llegada al hospital por los protocolos de COVID y para curarle las heridas.

La declaración de los testigos también señala a Alberto S.P. como autor del crimen, defiende la investigación. “Vieron a una persona saltar la finca de la casa. Una persona con poco pelo, robusta, cojeaba y llevaba chaleco”, describen. Solo lo vieron a él, a nadie más, subrayan.

La defensa centró sus preguntas en intentar demostrar la existencia de “lagunas” en la investigación y en llamar la atención sobre supuestos indicios que se pasaron por alto y que podrían a una tercera persona. Apuntó, entre otros, a la presencia de una pisada en el pantalón del pijama de la víctima no identificada. Una huella que, según uno de los agentes, era de “mala calidad”. Los investigadores afirmaron no tener constancia tampoco de que se encontrase ADN de un varón no identificado sobre el cuerpo de la víctima. Sobre la bolsa de plástico hallada un día después con los grilletes y la pistola, uno de los agentes respondió que no recordaba que presentase manchas de sangre, aunque sí la empuñadora del arma.

El juicio prosigue la semana que viene con declaraciones de peritos y más testigos.