Petroglifos y wolframio: una visita al pasado de Arteixo

Las arqueólogas Puri Soto y Ana L. Corredoira guiaron una excursión para conocer la historia más desconocida del municipio

Petroglifo descubierto por Xabier Maceiras.   | // ARCHIVO DE XABIER MACEIRAS

Petroglifo descubierto por Xabier Maceiras. | // ARCHIVO DE XABIER MACEIRAS / Adrián G. Seoane

Adrián G. Seoane

Adrián G. Seoane

Hasta 30 personas partieron ayer de la oficina municipal de turismo en dirección a los casi desconocidos petroglifos de Baer-Fontes Vellas y a las antiguas minas de wolframio, que funcionaron a toda máquina durante la Segunda Guerra Mundial. La expedición, organizada por el Concello, estuvo dirigida por las arqueólogas Puri Soto y Ana L. Corredoira, que explicaron a los participantes los detalles de este particular patrimonio histórico y cultural de Arteixo.

Mina del monte Barbeito en la actualidad.   | // ARCHIVO DE XABIER MACEIRAS

Mina del monte Barbeito en la actualidad. | // ARCHIVO DE XABIER MACEIRAS / Adrián G. Seoane

“Los petroglifos están situados en la ladera sur del monte de Barbeito, en un lugar en el que en los años 40 hubo explotaciones de wolframio”, relata Soto. “Estos pertenecen al grupo de arte rupestre atlántica del noroeste. Son paneles de roca granítica que están profusamente decorados con motivos circulares y laberínticos”.

Estos diseños simbólicos (que datan de la Edad del Bronce, por lo que podrían tener entre 3.000 y 5.000 años de antigüedad) fueron redescubiertos en 2017. Anteriormente, en los años 50, fue el arqueólogo Luis Monteagudo el primero que los dio a conocer al público, poco después de que comenzara la explotación minera. “Acabaron cayendo en el olvido y nunca más se volvió a saber de ellos, hasta que los miembros de la fundación Luis Monteagudo los localizaron de nuevo”, relata Soto.

El interés por los petroglifos de Arteixo renació una vez más y, poco tiempo después, el escritor arteixán Xabier Maceiras descubrió otro, cerca de los ya conocidos. El hallazgo fue descrito por Maceiras de la siguiente manera: “Nunha desas mañás de patear moito monte [...]tiven a inmensa fortuna de facer unha nova viaxe emocional e histórica ao localizar, na zona coñecida coma O Pinar Grande, cerca do lugar de Baer, un novo petróglifo de círculos concéntricos”. Maceiras indica que el grabado consta de seis círculos concéntricos y otro incompleto de 45 centímetros de diámetro, con dos surcos de salida.

El wolframio, clave durante la Segunda Guerra Mundial

La segunda parada de la excursión fueron las minas de wolframio, que forman parte del pasado menos conocido de Arteixo. Soto adierte que la visita a estas antiguas explotaciones debe hacerse bajo supervisión. “Aconsejaría que las minas no se visitasen de forma libre, porque hay galerías y trincheras abiertas en el terreno que tiene hasta 15 metros de profundidad”, explica la arqueóloga.

El wolframio que se extraía en Arteixo se vendía a los nazis, que lo usaban para blindar sus carros de combate y fabricar cabezas de proyectiles. El wolframio o tungsteno posee unas características únicas, ya que conserva sus propiedades intactas a temperaturas muy elevadas (su punto de fusión es a más de 3.400 grados); esto lo convirtió en un mineral muy codiciado para la Alemania de Hitler, que llegó a pagar más de 260.000 pesetas de la época por una tonelada. Al finalizar el conflicto, muchas de estas minas (varias de ellas en Galicia) se vieron abocadas al cierre, y ese fue el destino de la de Arteixo.

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