Opinión | La hoja del calendario

Líder de la oposición

El papel que ha correspondido desempeñar a Feijóo no es fácil. Presidente durante mucho tiempo de una Galicia periférica y arcádica en la que ha sesteado sin sobresaltos ni asedios periodísticos, ha dado el salto al avispero de Madrid, donde reside la crítica por antonomasia, donde pugnan quienes compiten a cara de perro por el poder y el dinero, donde la política es agraz y destemplada y cuenta con especialistas en el acoso y derribo del adversario.

Todavía no se puede hacer un balance sólido de este primer año de su presidencia popular, que se cumplirá el 2 de abril, pero en el claroscuro del aterrizaje, con aciertos y errores notorios, destacan la voluntad de avanzar en el proceso de modernización y la nula disposición a cooperar con Vox, que representa precisamente todo lo contrario. Es notorio que el respaldo explícito a la ley de plazos del aborto indica una propensión a escribir la historia hacia adelante y a no detenerse más tiempo en reformas que ya han sido perfectamente asimiladas por la mayoría de la sociedad civil.

Habrá que ver cómo avanza este proceso de aclimatación de Feijóo para cualquier previsión fundada, pero ya puede decirse con escaso margen de error que esta operación de asentamiento en el liderazgo de la oposición requiere poner fin al bloqueo que, incomprensiblemente, el PP mantiene sobre el poder judicial.

Si no entiende Feijóo que es descabellado impedir el juego normal de las instituciones cuando en teoría tiene al alcance de la mano a corto plazo nada menos que la presidencia del país es que no ha madurado lo suficiente para merecer esta responsabilidad. Ha acertado Ekaizer al hacerlo notar. Y de ello se darán cuenta, los primeros, sus competidores de dentro de su propio partido.

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