Al azar
Son amnistiables, no amnistiados
Junts se ha apresurado a desertar del PSOE en el primer recodo del tortuoso camino, pero la situación se complica si hay que determinar quién disparó antes. No se puede comprometer un perdón generalizado, para introducir a continuación la cláusula de que cualquier juez paralizará la amnistía sin más que remitirse a la justicia europea. Esta píldora socialista se dora en un decreto trampa anticrisis de medidas sociales, de modo que los soberanistas también serán culpables del empobrecimiento global de los españoles, catalanes incluidos. Los partidos mayoritarios son tramposos por definición y disposición. Al igual que los catalanistas no quieren ser independientes sino independentistas, el Gobierno los quiere amnistiables pero no amnistiados.
En su dulce espera si la ultraderecha le respeta, Feijóo amaga con una abstención para acentuar la imagen del desangramiento socialista a manos de Junts. El precedente de 2000 a 2004 ayuda a resolver el dilema que atribula al PP, sobre hipotéticas alianzas de conveniencia con el PSOE. En aquel lapso, Zapatero selló tantos pactos con un Aznar en mayoría absoluta, que se dudaba si el líder de la oposición aspiraba a la presidencia del Gobierno o a una silla en el consejo de ministros de los populares. Sin embargo, esta estrategia llevó a una victoria inesperada de la izquierda, 11-M mediante.
El PSOE confiaba en que la derecha de Junts fuera tan sumisa como las izquierdas con las que acostumbra a pactar. Sánchez habla de amnistiables y los catalanes se refieren a los amnistiados, un conflicto que se resuelve determinando la fecha en que Puigdemont cruzará de vuelta los Pirineos, por no enredar sobre si entrará en España o en Cataluña. Cada minuto de vigencia de un Gobierno asentado en solo 121 diputados del PSOE es un milagro, pero el Sísifo socialista contempla a diario cómo se desploma la piedra que ha empujado con tanto esfuerzo hasta la cima, obligado a repetir íntegramente la ascensión. Con independencia de la duración de la legislatura, la pregunta va a ser la misma, ¿es preferible ser presidente del Gobierno en condiciones inverosímiles, o haber renunciado al cargo? La respuesta es que sí.
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