SI NO LO LEO NO LO CREO

Las terrazas persiguen al sol en María Pita

Antón Peruleiro

Después de unos días de temporal, con mucho viento y lluvia, el sol se agradece, aunque el termómetro siga un poco bajo. El paseo marítimo se llena de corredores y paseantes. Las terrazas se llenan en las horas centrales del día y muchos aprovechan para comer fuera, al sol, y aumentar la dosis de vitamina D en pleno febrero. Como los que se colocan en la plaza de María Pita. En la gloria. Pero si la sobremesa se alarga, llegan las sombras. El sol va escapando de un lado de la plaza. Pero abandonar mesa y silla al aire libre y buscar una nueva es, a veces, misión imposible. O quizá esto responda solo a una cuestión de vagancia. El caso es que cuando el sol se va despidiendo de la plaza de María Pita, hay quien arrastra la terraza hacia casi la estatua de la heroína. Se mueven, metro a metro, para seguir calentitos, dejando a metros de distancia el restaurante en el que comen.