La Ciudad que viví

Días de juegos infantiles en San Amaro

Mi abuelo fue uno de los fundadores del Club del Mar y tenía allí una lancha, por lo que pasábamos mucho tiempo en esa zona, donde también comíamos todos los domingos

Andrés, a la izquierda, en su infancia con uno de sus hermanos.

Andrés, a la izquierda, en su infancia con uno de sus hermanos. / LOC

Andrés Otero Cervero

Nací en el número 10 de la avenida de Fisterra en lo que con el tiempo sería una gran familia firmada por mis padres, Juan Ignacio e Isabel, y mis hermanos Isa, Marta, Juan, Vicente, Pedro e Iván. Mi padre fue conocido en la ciudad por haber sido jugador del Deportivo en los años cincuenta, hasta que en 1958 fichó por el Betis y luego por el Granada cuando ascendió a Primera. En ese club se retiró del fútbol, tras lo que abrió en A Coruña un negocio de marmolería.

Mis primeros años de niñez transcurrieron con visitas a la casa de mis abuelos en la avenida de Hércules, ya que mi familia se trasladó a la calle Ramón del Cueto y me llevaban allí para que me cuidaran. Mi abuelo había sido socio fundador del Club del Mar —en el que entonces se hacían muchas competiciones de natación, salto de trampolín y levantamiento de peso— y tenía una lancha de remos con un mástil para vela llamada El Mascato, por lo que en verano nos pasábamos el día entre esa entidad, donde comíamos todos los domingos, y la playa de San Amaro.

Recuerdo también que algunas veces nos íbamos a comer a las rocas de la Torre de Hércules y a disfrutar de las merendiñas que se hacían en los campos que rodeaban San Amaro, a las que acudían muchísimas familias del entorno. Mi abuelo también nos llevaba a hacer volar una cometa que había fabricado él mismo con cañas de escobas y papeles de colores en los campos de la Torre cerca de la cantera, a donde nos llevaba también muchas veces para cazar gorriones.

El autor en su infancia, con sus padres y sus hermanos.

El autor en su infancia, con sus padres y sus hermanos. / LOC

En el patio de la casa de mis abuelos criaban conejos, cerdos y gallinas, con los que mis hermanos y yo lo pasábamos muy bien dándoles de comer. También teníamos la suerte de que detrás de esta casa estaba la traída de aguas, donde había un campo de fútbol de tierra en el que los chicos del barrio jugamos nuestros primeros partidos.

Mi primer colegio fue La Grande Obra de Atocha, donde también hice la Primera Comunión. Allí conocí a dos de mis amigos con los que mantengo una gran relación, Moncho y Agustín. El Bachillerato lo hice en los Salesianos y el instituto de Zalaeta, mientras que el COU fue en el Masculino, tras lo que me licencié en Historia por la UNED.

Mis primeras andanzas y juegos fueron en el Campo de Marte, los descampados de Zalaeta, así como detrás del asilo de Adelaida Muro y del Matadero Municipal, donde construíamos cabañas con palos y piedras. En esa época aún existía la Casa Cuna en el lugar donde hoy está el edificio de la Cruz Roja.

Andrés, con su mujer, Pilar Posse, y sus hijos Rebeca y Daniel.

Andrés, con su mujer, Pilar Posse, y sus hijos Rebeca y Daniel. / LOC

Solíamos jugar al escondite, las bolas, la bujaina y a batallas con terrones de tierras, pero uno de nuestros juegos favoritos era hacer carreras con carritos de madera con ruedas de acero. Mi abuelo Manolo, que era carpintero, me hizo uno que acabó por ser usado por todos mis amigos y con el que bajábamos a tumba abierta la cuesta de Ramón del Cueto. Mi pandilla era una de las más grandes del barrio y estaba formada por Juan, Celso, Perico, Zalo, Tito, Ramón, Manolito, Titi y Kiko, entre otros.

A partir de los quince años comenzamos a bajar al centro, donde pasábamos mucho tiempo en la cafetería El Chino y más tarde en el Havana Club, que siempre estaba lleno de jóvenes, además de pubs como el Dylan’s. También íbamos a cines como el Kiosko Alfonso, Avenida, Colón, Rosalía de Castro, Goya y Hércules.

En mi juventud jugué al fútbol federado en los equipos San Jorge, San Juan, Savio, Torpedo de Beiramar, Orzán y la selección de los Salesianos. También jugué al balonmano en ese colegio, en el Zalaeta, con el que fuimos campeones locales, y Dominicos, con el que llegamos a ser campeones provinciales.

Cuando terminé la mili me puse a trabajar en la empresa de mi padre, pero como quería casarme con la que era mi novia, Pili Posse, preparé con su ayuda las oposiciones para policía municipal, que conseguí aprobar, por lo que me casé y tuve dos hijos, Rebeca y Daniel. En la actualidad, ya jubilado, mantengo contacto con muchos de mis amigos, me dedico a dar paseos con mi mujer y a hacer reuniones familiares para recordar los viejos tiempos.

Testimonio recogido por Luis Longueira